SÁBADO 31 DE AGOSTO: De qué modo vivir el evangelio
"Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas". El Señor en su providencia divina y mediante su favor inmerecido, ha ordenado que las buenas obras sean recompensadas. Somos aceptados únicamente mediante los méritos de Cristo; y los hechos de misericordia, las obras de caridad que hacemos, son los frutos de la fe y se convierten en una bendición para nosotros, pues los hombres serán recompensados de acuerdo con sus obras. La fragancia de los méritos de Cristo es lo que hace que nuestras buenas obras sean aceptables delante de Dios, y la gracia es la que nos capacita para hacer las obras por las cuales él nos recompensa. Nuestras obras en sí mismas y por sí mismas no tienen mérito. Cuando hayamos hecho todo lo que podamos hacer, debemos considerarnos como siervos inútiles. No merecemos el agradecimiento de Dios, pues sólo hemos hecho lo que era nuestro deber hacer, y nuestras obras no podrían haber sido hechas con la fortaleza de nuestra propia naturaleza pecaminosa.
El Señor nos ha ordenado que nos acerquemos a él, y él se acercará a nosotros; y acercándonos a él recibimos la gracia por la cual podremos hacer aquellas obras que serán recompensadas por sus manos (RH 29-1-1895). (Comentario Bíblico Adventista, t. 5, p. 1096)
“En el don incomparable de su Hijo, ha rodeado Dios al mundo entero en una atmósfera de gracia tan real como el aire que circula en derredor del globo. Todos los que quisieren respirar esta atmósfera vivificante vivirán y crecerán hasta la estatura de hombres y mujeres en Cristo Jesús.”—El Camino a Cristo, 50.
“Cristo ... murió por nosotros. No nos trata conforme a nuestros méritos. Por más que nuestros pecados hayan merecido condenación, no nos condena. Año tras año ha soportado nuestra flaqueza e ignorancia, nuestra ingratitud y malignidad. A pesar de nuestros extravíos, de la dureza de nuestro corazón, de nuestro descuido de su Santa Palabra, nos alarga aún la mano.”—El Ministerio de Curación, 152.
“Por medio de la gracia de Cristo podemos realizar todo lo que Dios requiere. Todas las riquezas del cielo, han de ser reveladas mediante el pueblo de Dios. Dijo Cristo: ‘en esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.’”— Sketches From the Life of Paul, 276.
Una y otra vez se me ha instruido a exhortar a nuestro pueblo sobre su responsabilidad de obrar, y creer, y orar. La recepción de la verdad bíblica los guiará a una continua abnegación; porque la indulgencia nunca puede hallarse en una experiencia semejante a la de Cristo. Los hombres y las mujeres verdaderamente convertidos revelarán la cruz del Calvario en sus acciones diarias. Hay muchos adventistas del séptimo día que no comprenden que aceptar la causa de Cristo significa aceptar su cruz. La única evidencia que dan de su discipulado sus vidas es el nombre que llevan. Pero el verdadero cristiano considera su mayordomía como algo sagrado. Estudia perseverantemente la Palabra, y entrega su vida al servicio de Cristo.
Las “buenas obras” comenzarán a aparecer cuando la experiencia de arrepentimiento y conversión sea encarnada en la vida... Al mostrar que nuestro carácter ha sido cambiado por creer en la verdad damos a conocer a los demás el poder transformador de la gracia de Dios.—The Review and Herald, 25 de febrero de 1909. (Reflejemos a Jesús, p. 287)
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