¡Ojalá que un espíritu de sacrificio se posesionara de cada iglesia, y así toda alma que está cerca o lejos aprendiera el valor del dinero, y lo usara mientras puede, y dijera: “De lo recibido de tu mano te damos, Señor”. Crónicas 29:14.—Carta 110, 1896.
No tenemos tiempo para prestar una preocupante consideración a lo que comeremos y beberemos, y a con qué nos cubriremos. Vivamos en forma sencilla, y trabajemos con sencillez. Vistámonos de una manera tan modesta y apropiada que seamos recibidos dondequiera que vayamos. Las joyas y los vestidos costosos no nos darán influencia. Pero el ornamento de un espíritu manso y pacífico— resultado de la devoción al servicio de Cristo—nos dará poder con Dios. La bondad y la consideración en favor de los que nos rodean son cualidades preciosas a la vista del cielo. Si no habéis dado atención a la tarea de adquirir estas gracias, hacedlo ahora, porque no tenéis tiempo que perder.—Manuscrito 83, 1909.(Mensajes selectos, t. 3, p. 242)
Delante de nosotros hay tiempos que probarán el alma de los hombres, y habrá necesidad de velar, de [practicar] la correcta clase de ayuno. Este no será como el ayuno de los fariseos. Sus ayunos consistían en ceremonias externas. No humillaban el corazón ante Dios. Estaban llenos de amargura, envidia, malicia, contienda, egoísmo y justicia propia. Inclinaban la cabeza simulando humildad, pero eran codiciosos, llenos de estima y de importancia propias. En espíritu eran opresores, exigentes y orgullosos.
Todos los que son leales a Dios y a la verdad deben mantenerse firmemente de parte de lo correcto porque es correcto. Juntarse con los que no son consagrados, y aún ser leales a la verdad, es sencillamente imposible. No podemos unirnos con los que se complacen a sí mismos, que se ocupan de planes mundanales, sin perder nuestra relación con el Consejero celestial. Podemos recuperarnos de la trampa del enemigo, pero quedamos lastimados y heridos, y se ha empequeñecido nuestra vida espiritual (RH 19-4-1898).(Comentario bíblico adventista, t. 5, pp. 1061, 1062)
Las cualidades que brillan con mayor resplandor en los reinos del mundo, no tienen lugar en el reino espiritual de Cristo. Todo lo que es altamente estimado entre los hombres, y que le produce exaltación a su poseedor, como casta, rango, posición o riqueza, no se cotiza en el reino espiritual. El Señor dice: “Yo honraré a los que me honran”. 1 Samuel 2:30. En el reino de Cristo los hombres se distinguen por su piedad...
El reino de los cielos es de una categoría más elevada que la de cualquier reino terrenal. Si hemos de ocupar en él una posición más elevada o más humilde, no dependerá de nuestro rango, nuestra riqueza o nuestra educación, sino del tipo de obediencia que hayamos prestado a la Palabra de Dios. Los que hayan actuado por egoísmo y ambición humana, los que hayan luchado por ser los mayores, los que han manifestado importancia propia, los que se han sentido por encima de la confesión de equivocaciones y errores, no tendrán lugar en el reino de Dios. Si los hombres han de ser honrados como miembros de la real familia de Dios, lo será por la forma en que soportaron la prueba de Dios que se les impuso en esta vida. Los que no hayan sido abnegados, los que no hayan manifestado simpatía por los ayes de los demás, los que no hayan cultivado los preciosos atributos del amor, los que no hayan manifestado tolerancia y humildad en esta vida, no cambiarán cuando Cristo venga...
El carácter que nosotros revelemos ahora es el que decide nuestro destino futuro. La felicidad del cielo se hallará poniéndose en conformidad con la voluntad de Dios, y si los hombres llegan a ser miembros de la familia real en el cielo es porque éste ha comenzado con ellos en la tierra. Han albergado el espíritu de Cristo, y cuando llega el llamado: “Hijo, sube más arriba”, los justos se apropiarán de cada gracia, de toda facultad preciosa y santificada de las cortes del cielo, y cambiarán la tierra por el cielo.—The [61] Review and Herald, 26 de marzo de 1895.(Maravillos gracia de Dios, p. 58)
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