Jueves 26 de septiembre del 2019: Estimularnos a las buenas obras
“Muchos declaran que no hay ciertamente mal alguno en ir a un concierto y descuidar la reunión de oración o ausentarse de las reuniones donde los siervos de Dios han de declarar un mensaje del cielo. Es más seguro para vosotros estar donde Cristo dijo que él estaría.... Jesús ha dicho: ‘Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos.’ ¿Podéis permitiros escoger vuestro placer y perder la bendición?”—Mensajes para los Jóvenes, 138. (La fe por la cual vivo, p. 255)
No salga de vuestros labios una palabra de enojo, dureza o mal genio. La gracia de Cristo espera que la demandéis. Su Espíritu dominará vuestro corazón y conciencia, presidiendo vuestras palabras y actos. No renunciéis nunca a vuestro respeto propio mediante palabras apresuradas y no pensadas. Procurad que vuestras palabras sean puras, vuestra conversación santa. Dad a vuestros hijos un ejemplo de lo que deseáis que sean ellos. . . . Haya paz, palabras amables y semblantes alegres.—Carta 28, 1890. (Conducción del niño, p. 175)
siente apesadumbrado por una vida de pecado, pero que no sabe dónde encontrar alivio, presentadle al Salvador compasivo. Tomadle de la mano, levantadle, decidle palabras de aliento y de esperanza. Ayudadle a asirse de la mano del Salvador.
Nos dejamos desalentar con demasiada facilidad respecto a los que no corresponden en el acto a los esfuerzos que hacemos por ellos. No debemos jamás dejar de trabajar por una alma mientras quede un rayo de esperanza. Las preciosas almas costaron al Redentor demasiados sacrificios para que queden abandonadas así al poder del tentador.
Debemos ponernos en el lugar de los tentados. Consideremos la fuerza de la herencia, la influencia de las malas compañías, el poder de los malos hábitos. ¿Qué tiene de extraño que bajo semejantes influencias muchos se degraden? ¿Debe sorprendernos que no se apresuren a corresponder a los esfuerzos que se hacen para levantarlos?
Muchas veces, luego de ganados al Evangelio, los que parecían toscos y poco promisorios, llegan a ser sus partidarios y defensores más leales y ardientes. No estaban del todo corrompidos. Bajo una apariencia repulsiva, hay en ellos buenos impulsos que se pueden despertar. Sin una mano que les ayude, muchos no lograrán jamás reponerse moralmente; pero mediante esfuerzos pacientes y constantes se los puede levantar. Necesitan palabras de ternura, benevolente consideración, ayuda positiva. Necesitan consejos que no apaguen en sus almas el último pábilo de aliento. Tengan esto en cuenta los obreros de Jesús que traten con ellos. (Ministerio de curación, p. 110)
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