Lunes 23 de septiembre: Un remanente que sirve
El ciudadano del reino celestial estará mirando constantemente cosas no vistas. El poder terrenal sobre la mente y el carácter está quebrantado. Tiene la presencia del Huésped celestial, de acuerdo con su promesa: “Y yo le amaré, y me manifestaré a él”. Juan 14:21. Camina con Dios como Enoc, en constante comunión...
Asediado diariamente por la tentación, en lucha constante con los dirigentes del pueblo, Cristo sabía que debía fortalecer su humanidad mediante la oración. Para ser una bendición para los hombres, debía comunicarse con Dios, pidiendo energía, perseverancia y firmeza. Así mostró a sus discípulos en qué consistía su fuerza. Sin la comunión diaria con Dios, ningún ser humano puede recibir poder para servir. Es privilegio de cada uno el encomendarse, con todas las pruebas y tentaciones, los pesares y chascos, al amante Padre celestial. Nadie que haga esto, que haga de Dios su confidente, caerá presa del enemigo. (En los lugares celestiales, p. 84)
Moisés se dilató, porque él no podía consentir en dejar que pereciera toda esa vasta multitud, aunque sabía que merecían el castigo de Dios por su persistente rebelión. Se postró ante Dios porque el pueblo no sentía la necesidad de humillarse; hizo mediación por ellos porque no sentían necesidad de intercesión en su favor.
Moisés aquí simboliza a Cristo. En este momento crítico Moisés manifestó el interés del verdadero Pastor por el rebaño que está a su cuidado. Imploró que la ira de un Dios ofendido no destruyera completamente al pueblo de su elección. Y por su intercesión detuvo el brazo de la venganza, para que no fuera exterminado completamente el Israel desobediente y rebelde. Le dio instrucciones a Aarón en cuanto a qué hacer en esa terrible crisis cuando la ira de Dios se había manifestado y había comenzado la plaga. Aarón se mantuvo de pie con su incensario, agitándolo ante el Señor, mientras la intercesión de Moisés ascendía con el humo del incienso. Moisés no se atrevió a cesar sus ruegos. Se aferró a la fuerza del Ángel, como hiciera Jacob en su lucha nocturna, y como Jacob, prevaleció. Aarón estaba entre los vivos y los muertos cuando llegó la misericordiosa respuesta: He oído tu oración, y no consumiré completamente. Los mismos hombres a quienes la congregación despreciaba y a quienes habrían dado muerte fueron los que intercedieron en su favor para que la espada vengadora de Dios pudiera enfundarse y el Israel pecador fuera perdonado. (Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 369)
Vivimos en una época especial de la historia de este mundo; debe hacerse una gran obra en muy poco tiempo, y cada creyente debe contribuir personalmente a sostenerla. Dios está pidiendo gente dispuesta a consagrarse a la obra de salvar almas. Cuando comencemos a comprender el sacrificio que Cristo realizó para salvar al mundo condenado a perecer, lucharemos poderosamente para rescatar a la gente. ¡Ojalá que todas las iglesias pudieran ver y comprender el sacrificio infinito de Cristo! (Testimonios para la iglesia, t. 9 p. 116)
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