Martes 24 de septiembre: Cómo alcanzar almas
El Señor desea que su pueblo emplee otros métodos fuera de la condenación del mal, aunque esa censura esté justificada. Quiere que hagamos algo más que lanzar acusaciones contra nuestros adversarios que tan sólo los alejarían más aún de la verdad. La obra que Jesús vino a hacer en este mundo no fue levantar barreras y encarar constantemente a la gente con el hecho de que estaban equivocados.
El que desee iluminar a una persona engañada debe acercarse a ella y tratarla con amor. Debe convertirse en el centro de una santa influencia. (Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 116)
Es privilegio del cristiano relacionarse con la Fuente de la luz, y por medio de esa relación viviente llegar a ser la luz del mundo. Los verdaderos seguidores de Cristo andarán en la luz como él está en luz, y por lo tanto no avanzarán por caminos inciertos, ni tropezarán en medio de la oscuridad. El gran Maestro está tratando de que sus oyentes comprendan la bendición que pueden llegar a ser para el mundo, al compararlos con el sol naciente que dispersa la niebla y disipa la oscuridad. La aurora cede su lugar al día. El sol que dora, matiza y glorifica el cielo con sus haces de luz, es un símbolo de la vida cristiana. Así como el sol es luz, vida y bendición para todo ser viviente, los cristianos deberían ser la luz del mundo mediante sus buenas obras, su alegría y su valor. Así como la luz del sol aleja las sombras de la noche para derramar su gloria por valles y colinas, el cristiano debe reflejar el Sol de justicia que resplandece en él.
Ante la vida consecuente de los verdaderos seguidores de Cristo, la ignorancia, la superstición y la oscuridad desaparecerán, así como el sol disipa las sombras de la noche. De la misma manera los discípulos de Jesús irán a los lugares tenebrosos de la tierra, para diseminar la luz de la verdad hasta que la senda de los que se hallan en tinieblas sea iluminada por la luz de la verdad. (Cada día con Dios, p. 91)
Los que reciben el resplandor de la justicia de Cristo, pero se niegan a transmitirlo a la vida de los demás, pronto perderán los dulces y esplendorosos rayos de la gracia celestial, que reservaban egoístamente para prodigarlos sobre unos pocos... No se debe permitir que el yo reúna unos pocos escogidos junto a sí, sin dejar nada para los que necesitan más ayuda que nadie. No debemos reservar nuestro amor para un grupo especial. Quebremos el frasco, y el aroma saturará toda la casa. (Dios nos cuida, p. 54)
De todo hogar cristiano debería irradiar una santa luz. El amor debe expresarse en hechos. Debe manifestarse en todas las relaciones del hogar y revelarse en una amabilidad atenta, en una suave y desinteresada cortesía. Hay hogares donde se pone en práctica este principio, hogares donde se adora a Dios, y donde reina el amor verdadero. De estos hogares, de mañana y de noche, la oración asciende hacia Dios como un dulce incienso, y las misericordias y las bendiciones de Dios descienden sobre los suplicantes como el rocío de la mañana.
Todos pueden ver que una influencia obra en la familia y afecta a los hijos, y que el Dios de Abrahán está con ellos. Si los hogares de los profesos cristianos tuviesen el debido molde religioso, ejercerían una gran influencia en favor del bien. Serían, ciertamente, “la luz del mundo.” (El hogar cristiano, pp, 28,29)
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