Miércoles 18 de septiembre: Trabajar por la paz
El pecado ha destruido nuestra paz. Mientras el yo no sea subyugado, no podemos encontrar descanso. Ningún poder humano puede regir las dominantes pasiones del corazón. En esto somos tan impotentes como lo fueron los discípulos para dominar la rugiente tormenta. Pero Aquel que habló palabras de paz a las olas de Galilea ha hablado la palabra de paz a cada alma. No importa cuán fiera sea la tempestad, los que se vuelven a Jesús clamando “Señor, sálvanos”, hallarán liberación. La gracia de Jesús que reconcilia el alma con Dios aquieta la contienda de la pasión humana y en su amor halla descanso el corazón... “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Romanos 5:1.
Todo el que consiente en renunciar al pecado y abre su corazón al amor de Cristo, se hace participante de este lugar celestial. No hay otro fundamento para la paz fuera de éste. La gracia de Cristo, recibida en el corazón, subyuga la enemistad; apacigua la lucha y llena el alma de amor. El que está en paz con Dios y sus prójimos no puede ser desdichado. La envidia no estará en su corazón; no encuentran lugar allí las malas conjeturas; no puede existir el odio. El corazón que está en armonía con Dios es participante de la paz del cielo y difundirá por doquiera su bendita influencia. El espíritu de paz actuará como rocío sobre los corazones cansados y turbados con las contiendas mundanales. (En los lugares celestiales, p. 32)
Dios derrama sus bendiciones sobre todos. El “hace que su sol salga sobre malos y buenos, y llueve sobre justos e injustos.” “El es benigno para con los ingratos y malos.”14 Nos invita a ser como él. “Bendecid a los que os maldicen”—dijo Jesús,—“haced bien a los que os aborrecen, ... para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos.” Tales son los principios de la ley, y son los manantiales de la vida. (El Deseado de todas las gentes, p. 272)
El glorioso Evangelio, el mensaje del amor redentor de Dios, debe llegar a toda la gente, y se debe manifestar en el corazón de los obreros. El tema de la gracia salvadora es un antídoto para la aspereza de espíritu. El amor de Cristo en el corazón se manifestará mediante una obra ferviente en favor de la salvación de las almas...
Sea presentado el Evangelio como la Palabra de Dios para vida y salvación. El Evangelio será ensalzado mediante la manifestación de un espíritu que obra por amor. “¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz”. Isaías 52:7.—Carta 318, del 15 de octubre de 1906, dirigida a los hermanos y hermanas de Nashville y Madison. (Cada día con Dios, p. 306)
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