Jueves 14 de noviembre:
Alabanza y petición
No porque le hayamos amado primero nos amó Cristo a nosotros; sino que "siendo aún pecadores", él murió por nosotros. No nos trata conforme a nuestros méritos. Por más que nuestros pecados hayan merecido condenación no nos condena. Año tras año ha soportado nuestra flaqueza c ignorancia, nuestra ingratitud y malignidad. A pesar de nuestros extravíos, de la dureza de nuestro corazón, de nuestro descuido de su Santa Palabra, nos alarga aún la mano...
Por medio de Jesucristo, el Señor Dios tiende siempre su mano en señal de invitación a los pecadores y caídos. A todos los quiere recibir. A todos les da la bienvenida. Se gloria en perdonar a los mayores pecadores. Arrebatará la presa al poderoso, libertará al cautivo, sacará el tizón del fuego. Extenderá la cadena de oro de su gracia basta las simas más hondas de la miseria humana, y elevará al alma más envilecida por el pecado (El ministerio de curación, p. 119).
Todo lo que Dios podía hacer lo ha hecho para manifestar su amor y misericordia para vosotros. "De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna". Por lo tanto descansad en la seguridad del amor de Dios... Dios no nos amó porque le hayamos amado primero; sino porque "siendo aún pecadores", Cristo murió por nosotros, haciendo una provisión plena y abundante para nuestra redención. Aunque por causa de la desobediencia merecíamos el desagrado y la condenación de Dios, él no nos abandonó para dejarnos que lucháramos contra el poder del enemigo con nuestra propia fortaleza finita. Los ángeles santos luchan por nosotros, y si cooperamos con ellos, podremos ser victoriosos sobre los poderes del mal... Si nos acercamos a él por fe, él se acercará a nosotros, nos adoptará en su familia, y nos hará hijos e hijas suyos (Hijos e hijas de Dios, p. 55).
Viernes 15 de noviembre: Para estudiar y meditar
El camino a Cristo, “Para obtener la paz interior", pp. 37-41.
Cada dia con Dios, "Puedes vencer", p. 256.
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