Lunes 18 de noviembre:
Los Pactos en la Historia
Dios mismo contempla el arco en las nubes, y recuerda su pacto eterno entre él y el hombre... El arco iris representa el amor de Cristo que rodea la tierra, y llega hasta las profundidades de los cielos relacionando a los hombres con Dios, y uniendo la tierra con el cielo.
Cuando contemplamos esta hermosa escena, podemos regocijarnos en Dios, al tener la seguridad de que él rnismo contempla esa señal de su pacto, y de que cua11do él la ve recuerda a los hijos de la tierra a quienes les fue dada. Sus aflicciones, peligros y pruebas no pasan inadvertidos para él. Podemos regocijamos en esperanza, porque el arco del pacto de Dios está entre nosotros. El nunca olvidará a sus hijos del cuidado divino. Cuán difícil es para la mente del hombre finito apoderarse del amor peculiar y la ternura de Dios, y su incomparable condescendencia cuando dijo: "Y estará el arco e11 las nubes, y verlo he para acordanne del pacto perpetuo entre Dios y toda alma viviente" (Nuestra elevada vocación, p. 3l6).
El pacto con A'braham también mantuvo la autoridad de la ley de Dios. El Sefior se le apareció y le dijo: "Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí, y sé perfecto". Génesis 17:1. El testimonio de Dios respecto a su siervo fiel fue: "Oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis esta.tutos y mis leyes". Génesis 26:5.
Aunque este pacto fue hecho con Adán, y más tarde se le renovó a Abraharo, oo pudo ratificarse sino hasta la muerte de Cristo. Existió en virtud de la promesa de Dios desde que se indicó por primera vez la posibilidad de redención. Fue aceptado por fe: no obstante, cuando Cristo lo ratificó fue llamado el pacto nuevo. La ley de Dios fue la base de este pacto, que era sencillamente un arreglo para restituir al hombre a la armonía con la voluntad divina, colocándolo en situación de poder obedecer la ley de Dios (La maravillosa gracia de Dios, p. 133).
Cristo mismo fue el originador del sistema judío de culto, en el cual se anticipaban las cosas espirituales y celestiales por medio de simbolos y sombras. Muchos olvidaron el verdadero significado de esas ofrendas, y se perdió para ellos la grao verdad de que solo mediante Cristo hay perdón de pecados. La multiplicación de las ofrendas ceremoniales, la sangre de becerros y machos cabríos no podía quitar el pecado...
La expiación de Cristo selló para siempre el pacto eterno de la gracia. Fue el cumplimiento de todas las condiciones por las cuales Dios había suspendido la libre comunicación de la gracia con la familia humana. Entonces fue derribada toda barrera que interceptaba la más generosa acción de la gracia, la misericordia, la paz y el amor para el más culpable de la raza de Adán (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, pp. 944, 945).
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