Sábado 2 de noviembre
Se nos dice de los levitas, que leían las Escrituras al pueblo en los días de Esdras: “Y leian en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura" [Nehemias 8:8]...
Todo cristiano está llamado a dar a conocer a otros las inescrutables riquezas de Cristo; por lo tanto debiera procurar la perfección en el habla. Debiera presentar la Palabra de Dios de un modo que la recomendara a sus oyentes. Dios no desea que sus intermediarios sean incultos. No es su voluntad que el hombre rebaje o degrade la corriente celestial que fluye por medio de él al mundo (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 270, 271).
Corremos constantemente el peligro de creer que nos bastamos a nosotros mismos, de confiar en nuestra propia sabiduría y no hacer de Dios nuestra fortaleza. Nada perturba tanto a Satanás como nuestro conocimiento de sus designios. Si sentimos nuestro peligro, sentire mos nuestra necesidad de orar, como la sintió Nehemías, y como él obtendremos esa sólida defensa que nos dará seguridad en el peligro. Si somos negligentes e indiferentes, seremos ciertamente vencidos por los designios de Satanás. Debemos ser vigilantes. Aunque, como Nehemías, recurramos a la oración, llevando todas nuestras perplejida des y cargas a Dios, no debemos creer que no tenemos nada que hacer. Debemos velar y orar, Debemos vigilar la obra de nuestros adversarios, no sea que ellos obtengan ventaja al engañar a las almas. Debemos, en la sabiduría de Cristo, hacer esfuerzos para derrotar sus propósitos, aunque sin permitirles que nos distraigan de nuestra gran obra. La verdad es más fuerte que el error. La justicia prevalecerá sobre el mal (Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 627).
La conducta de Nehemías debiera ejercer una gran influencia sobre nuestra mente acerca de cómo hacer frente a esta clase de oponentes. Debemos llevar todas estas cosas al Señor en oración, como lo hizo Nehemías cuando dirigió sus súplicas a Dios con espíritu humillado. Se aferró a Dios con fe inquebrantable. Tal es la conducta que debemos seguir... Con humildad, mansedumbre y pureza de vida, confiados en Jesús, debemos ir acompañados de un poder convincente de que tene mos la verdad.
No entendemos como nos es dado entenderlas la fe y la confianza que podemos depositar en Dios, y las grandes bendiciones que la le nos dará. Nos espera una obra importante. Debemos obtener idoneidad moral para el cielo. Nuestras palabras y nuestro ejemplo deben hacerse sentir sobre el mundo. Los ángeles de Dios están activamente empeñados en ministrar a los hijos de Dios. Nos han sido hechas preciosas promesas a condición de que obedozcamos a los requerimientos de Dios. El cielo está lleno de las más ricas bendiciones que esperan todas para semos comuni cadas. Si sentimos nuestra necesidad y acudimos a Dios con sinceridad y fe ferviente, seremos puestos en intima comunión con el cielo y seremos conductos de luz para el mundo (Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 629).
Se nos dice de los levitas, que leían las Escrituras al pueblo en los días de Esdras: “Y leian en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura" [Nehemias 8:8]...
Todo cristiano está llamado a dar a conocer a otros las inescrutables riquezas de Cristo; por lo tanto debiera procurar la perfección en el habla. Debiera presentar la Palabra de Dios de un modo que la recomendara a sus oyentes. Dios no desea que sus intermediarios sean incultos. No es su voluntad que el hombre rebaje o degrade la corriente celestial que fluye por medio de él al mundo (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 270, 271).
Corremos constantemente el peligro de creer que nos bastamos a nosotros mismos, de confiar en nuestra propia sabiduría y no hacer de Dios nuestra fortaleza. Nada perturba tanto a Satanás como nuestro conocimiento de sus designios. Si sentimos nuestro peligro, sentire mos nuestra necesidad de orar, como la sintió Nehemías, y como él obtendremos esa sólida defensa que nos dará seguridad en el peligro. Si somos negligentes e indiferentes, seremos ciertamente vencidos por los designios de Satanás. Debemos ser vigilantes. Aunque, como Nehemías, recurramos a la oración, llevando todas nuestras perplejida des y cargas a Dios, no debemos creer que no tenemos nada que hacer. Debemos velar y orar, Debemos vigilar la obra de nuestros adversarios, no sea que ellos obtengan ventaja al engañar a las almas. Debemos, en la sabiduría de Cristo, hacer esfuerzos para derrotar sus propósitos, aunque sin permitirles que nos distraigan de nuestra gran obra. La verdad es más fuerte que el error. La justicia prevalecerá sobre el mal (Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 627).
La conducta de Nehemías debiera ejercer una gran influencia sobre nuestra mente acerca de cómo hacer frente a esta clase de oponentes. Debemos llevar todas estas cosas al Señor en oración, como lo hizo Nehemías cuando dirigió sus súplicas a Dios con espíritu humillado. Se aferró a Dios con fe inquebrantable. Tal es la conducta que debemos seguir... Con humildad, mansedumbre y pureza de vida, confiados en Jesús, debemos ir acompañados de un poder convincente de que tene mos la verdad.
No entendemos como nos es dado entenderlas la fe y la confianza que podemos depositar en Dios, y las grandes bendiciones que la le nos dará. Nos espera una obra importante. Debemos obtener idoneidad moral para el cielo. Nuestras palabras y nuestro ejemplo deben hacerse sentir sobre el mundo. Los ángeles de Dios están activamente empeñados en ministrar a los hijos de Dios. Nos han sido hechas preciosas promesas a condición de que obedozcamos a los requerimientos de Dios. El cielo está lleno de las más ricas bendiciones que esperan todas para semos comuni cadas. Si sentimos nuestra necesidad y acudimos a Dios con sinceridad y fe ferviente, seremos puestos en intima comunión con el cielo y seremos conductos de luz para el mundo (Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 629).
Así sea. Que Dios nos utilice en su servicio
ResponderEliminar