Lunes, 27 de enero
La advertencia del profeta
El último sueño que Dios dio a Nabucodonosor y la experiencia del rey en relación con el mismo contienen lecciones de importancia vital para todos aquellos que están relacionados con la obra de Dios. El rey estaba preocupado por su sueño, porque evidentemente era una predicción de adversidad y ninguno de sus sabios podía intentar interpretarlo. El fiel Daniel permaneció delante del rey, no para adular ni para dar una interpretación errónea a fin de asegurarse el favor real. Sobre él descansaba el solemne deber de decir la verdad al rey de Babilonia. (Conflicto y valor, p. 253)
El poder ejercido por todo gobernante de la tierra es impartido del Cielo; y del uso que hace de este poder el tal gobernante, depende su éxito. A cada uno de ellos se dirigen estas palabras del Vigía divino: “Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste.” Isaías 45:5. Y para cada uno constituyen la lección de la vida las palabras dirigidas a Nabucodonosor: “Redime tus pecados con justicia, y tus iniquidades con misericordias para con los pobres; que tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad.” Daniel 4:27.
Comprender estas cosas, comprender que “la justicia engrandece la nación;” que “con justicia será afirmado el trono” y que éste se sustenta “con clemencia,” reconocer el desarrollo de estos principios en la manifestación del poder de aquel que “quita reyes, y pone reyes,” es comprender la filosofía de la historia. Proverbios 14:34; 16:12; 20:28; Daniel 2:21.
Esto se presenta claramente tan sólo en la Palabra de Dios. En ella se revela que la fuerza tanto de las naciones como de los individuos no se halla en las oportunidades o los recursos que parecen hacerlos invencibles; no se halla en su jactanciosa grandeza. Se mide [369] por la fidelidad con que cumplen el propósito de Dios. (Profetas y reyes p. 324)
Humilde y misericordioso, tierno y compasivo, andaba haciendo bienes, alimentando al ham-briento, levantando a los que estaban postrados, confortando a los tristes. Nadie recurrió a él en procura de ayuda para irse sin alivio. Ni una veta de egoísmo se advierte en el modelo que dejó a sus seguidores. Vivió la vida que deben vivir todos los que creen en él. Su comida y bebida era hacer la voluntad de su Padre. A todos los que acudían a él en procura de ayuda les daba fe, espe-ranza y vida. Dondequiera que iba llevaba bendiciones. (Welfare Ministry:116)
Los seres humanos caídos y sufrientes despertaban la tierna compasión de nuestro Salvador. Si queréis ser sus seguidores, debéis cultivar las virtudes de la compasión y la simpatía. La indiferencia frente a los pesares humanos debe dar paso a un vivo interés en los sufrimientos ajenos. La viuda y el huérfano, el enfermo y el moribundo siempre necesitarán ayuda. He ahí una oportunidad de proclamar el Evangelio, de levantar en alto a Jesús, esperanza y consuelo de todos los hombres. Cuando se haya aliviado el cuerpo enfermo, después de mostrar vivo interés en los afligidos, el corazón se abre, y entonces podéis derramar el bálsamo celestial. Si estáis contemplando a Jesús y de él adquirís ciencia, fortaleza y gracia, podréis impartir su consuelo a los demás, porque el Consolador estará con vosotros. (Medical Missionary, 01-1891) (238) (Mi vida hoy, p. 237)
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