Domingo, 2 de febrero:
La fiesta de Belsasar
Se nos da la advertencia: "Y estas cosas les acontecieron como
ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han
alcanzado los fines de los siglos". Notad la influencia de sus excesos
y su fanatismo en el servicio del gran obrero maestro que es Satanás.
Tan pronto como el malvado tuvo al pueblo bajo su dominio, hubo
exhibiciones de carácter satánico. El pueblo comió y bebió sin dedicar
un solo pensamiento a Dios y su misericordia, a la necesidad de resistir
al diablo, que los estaba incitando a cometer los actos más vergonzosos.
El mismo espíritu se manifestó en el sacrílego banquete de Belsasar.
Hubo júbilo y danzas, hilaridad y cantos, y se llegó a una infatuación
que seducía los sentidos; luego vino la complacencia de pasiones desordenadas y lujuriosas: todo esto se mezcló en la lamentable escena. Dios
había sido deshonrado; su pueblo se había convertido en una vergüenza
a la vista de los paganos. Los juicios estaban por caer sobre esa multitud
infatuada y entontecida (Testimonios para los ministros, pp. 101, l02).
[Cristo] sometió ante nosotros el peligro de darle suma importancia
a la comida y la bebida. Él revela el resultado de entregarse a la complacencia del apetito. Las facultades morales se debilitan de modo que
el pecado no parece pecaminoso. Se toleran los delitos, y las pasiones
bajas controlan la mente basta que una corrupción general erradica los
buenos principios e impulsos, y Dios es blasfemado. Todo esto es el
resultado de comer y beber en exceso. Esta es precisamente la condición que él declara que existirá en su segunda venida.
¿Serán amonestados los hombres y las mujeres? ¿Estimarán la luz,
o llegarán a ser esclavos del apetito y las bajas pasiones? Cristo nos
presenta algo superior por lo cual trabajar, y no meramente por lo que
comeremos y lo que beberemos, y con lo que nos vestiremos. Comer,
beber y vestirse son llevados a tal exceso que se convierten en crímenes, y están entre los pecados señalados de los últimos días, y constituyen
una señal de la pronta venida de Cristo ... Es imposible presentar
nuestros cuerpos a Dios en un sacrificio vivo cuando están llenos de
corrupción y enfermedad por nuestra propia indulgencia pecaminosa
(Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 183).
¿Serán amonestados los hombres y las mujeres? ¿Estimarán la luz,
o llegarán a ser esclavos del apetito y las bajas pasiones? Cristo nos
presenta algo superior por lo cual trabajar, y no meramente por lo que
comeremos y lo que beberemos, y con lo que nos vestiremos. Comer,
beber y vestirse son llevados a tal exceso que se convierten en crímenes,
y están entre los pecados señalados de los últimos días, y constituyen
una señal de la pronta venida de Cristo. El tiempo, el dinero y las fuerzas, que son del Señor, pero que él nos los ha confiado, se malgastan en
superfluidades de vestidos y lujos para satisfacer el apetito pervertido,
que disminuyen la vitalidad y traen sufrimiento y decadencia. Es imposible presentar nuestros cuerpos a Dios en un sacrificio vivo cuando
están llenos de corrupción y enfermedad por nuestra propia indulgencia
pecaminosa (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 183).
Satanás emplea a hombres y mujeres como agentes para inducir
al pecado y hacerlo atractivo. A estos agentes los educa fielmente para
disfrazar el pecado a fin de poder destruir con más éxito a las almas
y despojar a Cristo de su gloria. Satanás es el gran enemigo de Dios
y del hombre. Se transforma por sus agentes en ángel de luz. En las
Escrituras es llamado destructor, acusador de los hermanos, engañador,
mentiroso, atormentador y homicida. Satanás tiene muchos servidores,
pero tiene más éxito cuando puede emplear a los que profesan ser cristianos para realizar su obra satánica. Y cuanto mayor sea la influencia,
más elevada la posición que ocupen, y mayor conocimiento profesen de
Dios y de su servicio, tanto mayor será el éxito con que podrá emplearlos. Quienquiera que induzca a otro al pecado es su agente (Testimonios
para la iglesia, t. 5, pp. 128, 129).
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