Miércoles, 15 de abril:
Jesús y el origen de la historia de la Biblia
Fue el Hijo de Dios quien vino al mundo en forma humana. Poniendo de lado sus vestiduras reales y regia corona, veló su divinidad con humanidad, para que la humanidad mediante su sacrificio infinito llegara a ser participante de la naturaleza divina y escapara de la corrupción que se encuentra en el mundo a causa de la concupiscencia.Cristo fue tentado en todo, en la misma forma como el hombre es tentado, pero en ningún momento lanzó una temible acusación contra el tentador. A cada tentación opuso la palabra del Señor. “Escrito está” fue el arma infalible que usó. Como representantes de Cristo debemos enfrentar los ataques del enemigo con la palabra del Dios viviente. Nunca debiéramos permitimos seguir la senda de la serpiente al usar sus argumentos aparentemente científicos. Satanás no puede obtener ventaja del hijo de Dios que confía en la palabra de Dios como su defensa --Testimonios para la iglesia, t. 9, p. 56.
La Palabra de Dios incluye las escrituras del Antiguo Testamento así como las del Nuevo. El uno no es completo sin el otro. Cristo declaró que las verdades del Antiguo Testamento son tan valiosas como las del Nuevo. Cristo fue el Redentor del hombre en el principio del mundo en igual grado en que lo es hoy. Antes de revestir él su divinidad de humanidad y venir a nuestro mundo, el mensaje evangélico fue dado por Adán, Set, Enoc, Matusalén y Noé. Abraham en Canaán y Lot en Sodoma llevaron el mensaje, y de generación en generación fieles mensajeros proclamaron a Aquel que había de venir. Los ritos del sistema de culto judío fueron establecidos por Cristo mismo. Él fue el fundador de su sistema de sacrificios, la gran realidad simbolizada por todo su servicio religioso. La sangre que se vertía al ofrecerse los sacrificios señalaba el sacrificio del Cordero de Dios. Todos los sacrificios simbólicos se cumplieron en él.
Cristo, tal como fue manifestado por los patriarcas, simbolizado en el servicio expiatorio, pintado en la ley y revelado por los profetas, constituye las riquezas del Antiguo Testamento. Cristo en su vida, en su muerte y en su resurrección, Cristo tal como lo manifiesta el Espíritu Santo, constituye los tesoros del Nuevo Testamento. Nuestro Salvador, el resplandor de la gloria del Padre, pertenece tanto al Viejo como al Nuevo Testamento ---Palabras de vida del gran Maestro, p. 97.
En las verdades de su Palabra, Dios ha dado a los hombres una revelación de sí mismo, y a todos los que las aceptan les sirven de escudo contra los engaños de Satanás. El descuido en que se tuvieron estas verdades fue lo que abrió la puerta a los males que se están propagando ahora tanto en el mundo religioso. Se ha perdido de vista en sumo grado la naturaleza e importancia de la ley de Dios. Un concepto falso del carácter perpetuo y obligatorio de la ley divina ha hecho incurrir en errores respecto a la conversión y santificación, y como resultado se ha rebajado el nivel de la piedad en la iglesia. En esto reside el secreto de la ausencia del Espíritu y poder de Dios en los despertamientos religiosos de nuestros tiempos —El conflicto de los siglos, pp. 458, 459.
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