Jueves, 4 de junio:
La fe y la historia
La fe consiste en confiar en Dios, en creer que nos ama y sabe lo que es mejor para nuestro bien. Así, en vez de nuestro camino, nos induce a preferir el suyo. En vez de nuestra ignorancia, acepta su sabiduría; en vez de nuestra debilidad, su fuerza; en vez de nuestro pecado, su justicia. Nuestra vida, nosotros mismos, somos ya suyos; la fe reconoce su derecho de posesión, y acepta su bendición. Se indican la verdad, la integridad y la pureza como secretos del éxito de la vida. La fe es la que nos pone en posesión de estas virtudes. Todo buen impulso o aspiración provienen de Dios; la fe recibe de Dios la vida que es lo único que puede producir crecimiento y eficiencia verdaderos.Cuando hablamos de la fe debemos tener siempre presente una distinción. Hay una clase de creencia enteramente distinta de la fe... Donde no solo hay una creencia en la Palabra de Dios, sino una sumisión de la voluntad a él; donde se le da a él el corazón, y los afectos se fijan en él, allí hay fe, fe que obra por el amor y purifica el alma. Mediante esta fe el corazón se renueva conforme a la imagen de Dios -La fe por la cual vivo, p. 92.
Los que están íntimamente relacionados con Dios pueden no prosperar en las cosas de esta vida; con frecuencia son afligidos y probados. José fue vilipendiado y perseguido porque conservó su virtud e integridad. David, el mensajero elegido de Dios, fue acechado como una fiera por sus perversos enemigos. Daniel fue arrojado al foso de los leones, porque era firme e íntegro en su fidelidad a Dios. Job fue privado de sus posesiones mundanales, y tan afligido en su cuerpo que le aborrecían sus parientes y amigos; sin embargo, conservó su fidelidad e integridad a Dios... Pablo fue encarcelado, azotado, apedreado, y finalmente muerto, porque era fiel mensajero en llevar el evangelio a los gentiles. El amado Juan fue desterrado a la isla de Patmos, “por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo”. Apocalipsis 1:9.
Estos ejemplos de firmeza humana, mediante la fuerza del poder divino, son para el mundo un testimonio de la fidelidad de las promesas de Dios, de su permanente presencia y de su gracia sostenedora. Cuando el mundo mira a estos hombres humildes, no puede discernir el valor moral que tienen para Dios. Es obra de fe reposar serenamente en Dios en la hora más sombría y sentir que nuestro Padre está al timón, por severamente probado y agitado por la tempestad que uno esté. Solo el ojo de la fe puede ver más allá del tiempo y de los sentidos para estimar el valor de las riquezas eternas —Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 517.
Nuestro pueblo necesita la obra profunda del Espíritu de Dios cada día. Debe tener una fe que obra por el amor, una fe que emana de Dios. No debe existir ni una fibra de egoísmo entretejida en la tela. Cuando nuestra fe obra por amor, un amor tal como el que Cristo reveló en su vida, tendrá una textura firme; será el fruto de una voluntad doblegada. Pero Cristo no puede habitar en nosotros sino hasta que muere el yo. No es sino hasta que muera el yo que podremos poseer una fe que obra por amor y purifica el alma —Dios nos cuida, p. 148.
Viernes, 5 de junio: Para estudiar y meditar
Nuestra elevada vocación, “La recompensa de los hábitos temperantes”, p. 271;
Historia de los patriarcas y profetas, “David y Goliat”, pp. 696 702.
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