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CAPÍTULO 21: CRISTO TRATA CON LAS MENTES - Mente, carácter y personalidad T1


 21. CRISTO TRATA CON LAS MENTES

Las enseñanzas de Cristo son una guía.

La enseñanza de Cristo, lo mismo que su simpatía, abarcaba el mundo. Nunca podrá haber una circunstancia de la vida, una crisis de la experiencia humana que no haya sido prevista en su enseñanza, y para la cual no tengan una lección sus principios. Las palabras del Príncipe de los maestros serán una guía para sus colaboradores, hasta el fin. -Ed 81, 82 (1903).

Se identificó con los intereses de sus oyentes.

Enseñaba de tal manera que les hacía sentir cuán completamente se identificaba con los intereses y la felicidad de ellos. Tan directa era su enseñanza, tan adecuadas sus ilustraciones, y sus palabras tan impregnadas de simpatía y alegría, que sus oyentes se quedaban embelesados. -MC 14, 15 (1905).

Comprende la operación oculta de la mente humana.

Aquel que pagara el precio infinito para redimir a los hombres lee con inequívoca precisión todas las ocultas maquinaciones de la mente humana, y sabe exactamente cómo tratar con toda alma. Y al tratar con los hombres, manifiesta los mismos principios que se revelan en el mundo natural. -TM 189, 190 (1895).

El obra mediante la operación tranquila y regular de leyes.

Dios obra por medio de la operación tranquila y regular de las leyes que él ha establecido. Así ocurre en las cosas espirituales. Satanás está tratando constantemente de producir efectos por medio de rudas y violentas embestidas; pero Jesús encontraba acceso a las mentes por el camino de sus asociaciones más familiares. El perturbaba tan poco como era posible el tren habitual del pensamiento de la gente, por acciones abruptas o prescritas. Honraba al hombre con su confianza, y así lo colocaba en el puesto que correspondía a su honor. Introducía viejas verdades con una luz nueva y preciosa. Así, cuando tenía solamente doce años de edad, asombró a los doctores de la ley por sus preguntas en el templo. -Ev 106, 107 (1894).

Siempre rodeado de paz.

Su tierna compasión caía con un toque sanador sobre los corazones cansados y atribulados. Aun en medio de la turbulencia de enemigos airados, estaba rodeado por una atmósfera de paz. La hermosura de su rostro, la amabilidad de su carácter, sobre todo el amor expresado en su mirada y su tono, atraían a él a todos aquellos que no estaban endurecidos por la incredulidad. De no haber sido por el espíritu suave y lleno de simpatía que se manifestaba en todas sus miradas y palabras, no habría atraído las grandes congregaciones que atraía. Los afligidos que venían a él sentían que vinculaba su interés con los suyos como un amigo fiel y tierno, y deseaban conocer más de las verdades que enseñaba. El cielo se acercaba. Ellos anhelaban permanecer en su presencia, y que pudiese acompañarlos de continuo el consuelo de su amor. - DTG 219, 220 (1898).

Su vida era armoniosa.

La vida de Jesús de Nazaret era diferente de la de todos los demás hombres. Su vida entera estuvo caracterizada por la benevolencia desinteresada y la belleza de la santidad. En su seno se encontraba el amor más puro, libre de toda mancha de egoísmo y pecado. Su vida fue perfectamente armoniosa. El es el único verdadero modelo de bondad y perfección. Desde el comienzo de su ministerio los hombres comenzaron a comprender más claramente el carácter de Dios.

Hasta el tiempo de la primera venida de Cristo, los hombres adoraron a dioses crueles y despóticos. Aun la mente judía fue alcanzada por el temor y no el amor. La misión de Cristo sobre la tierra fue la de revelar a los hombres que Dios no era un déspota sino un Padre celestial, lleno de amor y misericordia hacia sus hijos. -Ms 132, 1902.

No carecía de calor y alegría.

Hay muchos que tienen ideas erróneas sobre la vida y el carácter de Cristo. Piensan que carecía de calor y alegría, que era austero, severo y triste. Para muchos toda la vida religiosa se presenta bajo este aspecto sombrío. -CC 121 (1892).

Posibilidades infinitas en cada ser humano.

En cada ser humano percibía posibilidades infinitas. Veía a los hombres según podrían ser transfigurados por su gracia, en "la luz de Jehová nuestro Dios" (Sal. 90: 17). Al mirarlos con esperanza, inspiraba esperanza. Al saludarlos con confianza, inspiraba confianza. Al revelar en sí mismo el verdadero ideal del hombre, despertaba el deseo y la fe de obtenerlo. En su presencia, las almas despreciadas y caídas se percataban de que aún eran seres humanos, y anhelaban demostrar que eran dignas de su consideración. En más de un corazón que parecía muerto a todas las cosas santas, se despertaron nuevos impulsos, A más de un desesperado se presentó la posibilidad de una nueva vida. -Ed 80 (1903).

Su corazón era un manantial de vida.

Se dice a menudo que Jesús lloraba, pero que nunca se supo que haya sonreído. Nuestro Salvador fue a la verdad un varón de dolores experimentado en quebranto, porque abrió su corazón a todas las miserias de los hombres. Pero aunque su vida era abnegada y ensombrecida por dolores y cuidados, su espíritu 188 no quedaba abrumado por ellos. En su rostro no se veía una expresión de amargura o dolor, sino siempre de paz y serenidad. Su corazón era un manantial de vida, y dondequiera iba, llevaba descanso y paz, gozo y alegría. -CC 121, 122 (1892).

Cristo nunca fue apasionado.

Cristo practicó en su vida sus propias enseñanzas divinas. Su celo nunca lo llevó a ser apasionado. Manifestó consecuencia sin obstinación, benevolencia sin debilidad, ternura y simpatía sin sentimentalismo. Era muy sociable y sin embargo poseía una reserva y dignidad que no estimulaban familiaridades indebidas. Su temperancia nunca lo llevó al fanatismo ni a la austeridad rigurosa. No se conformó a este mundo, y sin embargo no fue indiferente a las necesidades del más pequeño entre los hombres. Estaba despierto a las necesidades de todos. -Ms 132, 1902; Ev 461.

Tacto para tratar con mentes llenas de prejuicio.

Variaba sus mensajes de misericordia para adaptarlos a su auditorio. Sabía "hablar en sazón palabra al cansado" (lsaías 50: 4) porque la gracia se derramaba de sus labios, a fin de inculcar a los hombres los tesoros de la verdad de la manera más atrayente. Tenía tacto para tratar con los espíritus llenos de prejuicios, y los sorprendía con ilustraciones que conquistaban su atención. - DTG 219 (1898).

Llegó hasta las profundidades de la miseria humana.

Recorrió toda senda en la que se extravían las almas. Llegó hasta las mismas profundidades de la miseria y la angustia humanas. -Carta 50, 1897.

Combate el poder de Satanás sobre la mente.

El [Cristo] vio el poder -el poder engañoso- de Satanás sobre las mentes humanas, y se comprometió a venir a esta tierra. Pone a un lado su manto real, se quita la corona real, abandona su alto mando, desciende del trono de gloria como Comandante supremo de todo el cielo, y viste su divinidad con humanidad, para que la humanidad pueda alcanzar a la humanidad. Para eso vino aquí. Vino directamente a nuestra tierra para tomar sobre sí la naturaleza del hombre, para pasar por todas las pruebas, todas las aflicciones y tentaciones que asaltan al hombre, y aquí luchó con esas tentaciones, pasando por el terreno donde Adán cayó, a fin de poder redimir el desgraciado fracaso y la caída de Adán.

Con la naturaleza humana, como nuestro sustituto y garantía, se aferró de la misma esperanza que tenemos el privilegio de asir, y eso es poder infinito. Mediante él, nuestro Salvador venció las tentaciones del enemigo y obtuvo la victoria. ¿Para quiénes? Para nosotros. ¿Para qué? Para que ninguno de los miembros de la familia humana necesite tropezar en el camino que conduce a la vida eterna. Por cuanto El lo recorrió antes de nosotros, conoce todo obstáculo, conoce cada dificultad que cada alma sobre la faz de la tierra debe afrontar. Conoce esto, y por consiguiente, cuando en ocasión de su bautismo ofreció su pedido al cielo, esa oración se abrió paso directamente a través de la sombra infernal que Satanás ha arrojado sobre el sendero de ustedes, sobre mi sendero, y la fe penetró "hasta dentro del velo" "(Heb. 6:19).-Ms 18, 1895.

Ayuda a ejercer fe.

Cristo conocía todos los pensamientos de ella, y se dirigía hacia ella. Comprendía él la gran necesidad de la mujer, y le ayudaba a ejercitar su fe.-MC 38 (1905).

El conocimiento divino puede llegar a ser el humano.

El conocimiento divino puede llegar a ser conocimiento humano. Cada ministro debería estudiar cuidadosamente la forma en que Cristo enseñaba. Debe comprender sus lecciones. No hay uno en veinte que conozca la belleza y la esencia real del ministerio de Cristo. Han de descubrirlo. Entonces llegarán a ser participantes del rico fruto de sus enseñanzas. Las entretejerán tan plenamente en su propia 190 vida y práctica que las ideas y los principios que Cristo presentó en sus lecciones aparecerán en su enseñanza. La verdad florecerá y llevará los frutos más nobles. Y el propio corazón del obrero se encenderá; sí, arderá con la vivificante vida espiritual que infunden en las mentes de otros. -Ms 104, 1898.

En contacto con diversas mentalidades.

Todos los que profesan ser hijos de Dios deben recordar que, como misioneros, tendrán que tratar con toda clase de personas: refinadas y toscas, humildes y soberbias, religiosas y escépticas, educadas e ignorantes, ricas y pobres, No es posible tratar a todas estas mentalidades del mismo modo; y no obstante, todas necesitan bondad y simpatía. Mediante el trato mutuo, nuestro intelecto debe recibir pulimento y refinamiento. Dependemos unos de otros, unidos como estamos por los vínculos de la fraternidad humana. -MC 396 (1905).

La mente ha de llegar a ser una con la de Cristo.

Cuando nos sometemos a Cristo, el corazón se une con su corazón, la voluntad se fusiona con su voluntad, la mente llega a ser una con su mente, los pensamientos se sujetan a él; vivimos su vida. Esto es lo que significa estar vestidos con el manto de su justicia. Entonces, cuando el Señor nos contempla, él ve no el vestido de hojas de higuera, no la desnudez y deformidad del pecado, sino su propia ropa de justicia, que es la perfecta obediencia a la ley de Jehová. -PVGM 253, 254 (ed PP); 221 (ed ACES) (1900).

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