27. EL AMOR DE DIOS
Dios es amor.
"Dios es amor" (1 Juan 4: 16). Su naturaleza y su ley son amor. Lo
han sido siempre, y lo serán para siempre. "El Alto y Sublime, el que
habita la eternidad" (Isaías 57: 15), cuyos "caminos son
eternos" (Habacuc 3: 6), no cambia. En él "no hay mudanza, ni sombra
de variación" (Santiago 1: 17).
Cada manifestación del poder creador es una expresión del amor infinito. La
soberanía de Dios encierra plenitud de bendiciones para todos los seres
creados...
La historia del gran conflicto entre el bien y el mal, desde que principió en
el cielo hasta el final abatimiento de la rebelión y la total extirpación del
pecado, es también una demostración del inmutable amor de Dios.- PP 11, (1890).
El amor de Dios se muestra en la naturaleza.
La naturaleza y la revelación a una dan testimonio del amor de Dios. Nuestro
Padre celestial es la fuente de vida, de sabiduría y de gozo. Mira las
maravillas y bellezas de la naturaleza. Piensa en su prodigiosa adaptación a
las necesidades y a la felicidad, no solamente del hombre, sino de todas las
criaturas vivientes ...
"Dios es amor" está escrito en cada capullo de flor que se abre, en
cada tallo de la naciente hierba. Los hermosos pájaros que llenan el aire de
melodías con sus preciosos cantos, las flores exquisitamente matizadas que en
su perfección perfuman el aire, los elevados árboles del bosque con su rico
follaje de viviente verdor, todo da testimonio del tierno y paternal cuidado de
nuestro Dios y de su deseo de hacer felices a sus hijos.- CC 7, 8 (1892).
Los mandamientos se basan en el principio del amor.
Los preceptos del Decálogo se adaptan a toda la humanidad, y se dieron para la
instrucción y el gobierno de todos. Son diez preceptos, breves, abarcantes, y
autorizados, que incluyen los deberes del hombre hacia Dios y hacia sus
semejantes; y todos se basan en el gran principio fundamental del amor.- PP 312
(1890).
Jesús y la ley del amor benévolo.
La ley de Dios es inmutable en su carácter y, por lo tanto, Cristo se entregó
como sacrificio en favor de la humanidad caída, y Adán perdió el Edén y fue
puesto a prueba con toda su posteridad.
Si la ley de Dios hubiera sido cambiada en uno solo de sus preceptos después de
la expulsión de Satanás, él hubiera conseguido en la tierra después de su caída
aquello que no pudo obtener en el cielo antes de ella. Habría recibido todo lo
que había pedido. Sabemos que no ocurrió. . . La ley. . . permanece inmutable
como el trono de Dios, y la salvación de cada alma queda decidida por la
obediencia o la desobediencia. . .
[Jesús, por la ley del amor benévolo, llevó nuestros pecados, cargó nuestro
castigo, y bebió la copa de la ira de Dios que correspondía al transgresor. .
.] Jesús llevó la cruz de la abnegación y el sacrificio por amor a nosotros,
para que tengamos vida, vida eterna. [¿Llevaremos nosotros la cruz por Jesús?]
AFC 291 (1896).
La naturaleza sensible y amante de Cristo.
Su vida, desde su comienzo hasta su final, estuvo señalada por la abnegación y
el sacrificio. En la cruz del Calvario, realizó el gran sacrificio de sí mismo
en beneficio de la humanidad, para que todo el mundo tuviera salvación si así
lo quería. Cristo estaba oculto en Dios, y Dios fue revelado al mundo en el
carácter de su Hijo. . .
Cada día, en cada acto de su vida, se manifestaba su amor por el mundo perdido.
Los que están imbuidos de su Espíritu trabajarán en la misma forma como trabajó
Cristo. En Cristo, la luz y el amor de Dios se manifestaron en la naturaleza
humana. Ningún ser humano ha poseído una naturaleza tan sensible como la del
Santo de Dios, que fue el prototipo de lo que la humanidad puede llegar a ser
si recibe la naturaleza divina.- YI, 16 de ago. de 1894; AFC 290.
El amor de Dios es un manantial vivo.
El amor de Dios es algo más que una simple negación; es un principio positivo
eficaz, una fuente viva que corre eternamente para beneficiar a otros. Si el
amor de Cristo mora en nosotros, no sólo no abrigaremos odio alguno hacia
nuestros semejantes, sino que trataremos de manifestarles nuestro amor de toda
manera posible.- DMI 53 (1896).
El universo expresa el amor de Dios.
Ojalá todos estimaran correctamente el precioso don que nuestro Padre celestial
hizo a nuestro mundo. Los discípulos sintieron que no podían expresar el amor
de Cristo. Sólo pudieron decir: "En esto consiste el amor". El
universo entero expresa este amor y la ilimitada benevolencia de Dios.
Dios podría haber enviado a su Hijo al mundo para condenarlo Pero, ¡maravillosa
gracia! Cristo vino para salvar, no para destruir. Los apóstoles nunca tocaron
este tema sin que sus corazones, ardieran con la inspiración del incomparable
amor del Salvador. El apóstol Juan no puede encontrar palabras para expresar
sus sentimientos. Exclama: "Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que
seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce,"porque no
le conoció a él" (1 Juan 3: 1). Nunca podremos calcular cuánto nos amó el
Padre. No hay medida con que compararlo.- Carta 27, 1901.
Satanás originó la idea de un Dios duro y severo.
Satanás indujo a los hombres a concebir a Dios como un ser cuyo principal
atributo es una justicia inexorable, como un juez severo, un duro y estricto
acreedor. Pintó al Creador como un ser que está velando con ojo celoso por
discernir los errores y faltas de los hombres, para visitarlos con juicios.
Jesús vino a vivir entre los hombres para disipar esa densa sombra, revelando al
mundo el amor infinito de Dios.- CC 9 (1892).
El amor entre el Padre y el Hijo es un símbolo.
Por mucho que un pastor pueda amar a sus ovejas, Jesús ama aún más a sus hijos
e hijas. No es solamente nuestro pastor; es nuestro "Padre eterno". Y
el dice: "Y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre
me conoce, y yo conozco al Padre" (Juan 10: 14, 15). ¡Qué declaración! Es
el Hijo unigénito, el que está en el seno del Padre, a quien Dios ha declarado
ser" "el hombre campanero mío" "(Zacarías 13: 7), y
presenta la comunión que hay entre él y el Padre como figura de la que existe,
entre él y sus, hijos en la tierra.- DTG 447 (1898).
Dios ama a los seguidores de Cristo como ama a su Hijo unigénito.- Ms 67, 1894.
El amor de Cristo es una energía vitalizadora y sanadora.
El amor que Cristo infunde en todo nuestro ser es un poder vivificante. Da
salud a cada una de las partes vitales: el cerebro, el corazón y los nervios.
Por su medio las energías más potentes de nuestro ser despiertan y entran en
actividad. Libra el alma de culpa y tristeza, de la ansiedad y congoja que
agotan las fuerzas de la vida. Con él vienen la serenidad y la calma. Implanta
en el alma un gozo que nada en la tierra puede destruir: el gozo que hay en el
Espíritu Santo, un gozo que da salud y vida.- MC 78 (1905).
Recordemos el amor de Dios.
Gracias a Dios que nos ha presentado hermosísimas imágenes. Reunamos las
benditas pruebas de su amor, para recordarlas continuamente. El Hijo de Dios
que deja el trono de su Padre y reviste su divinidad con la humanidad para
poder rescatar al hombre del poder de Satanás; su triunfo en nuestro favor, que
abre el cielo a los pecadores y revela a la vista humana la morada donde la
Divinidad descubre su gloria, la raza caída, levantada de lo profundo de la
ruina en que Satanás la había sumergido, puesta de nuevo en relación con el
Dios infinito, vestida de la justicia de Cristo y exaltada hasta su trono
después de sufrir la prueba divina, por la fe en nuestro Redentor: tales son
las imágenes que Dios quiere que contemplemos.- CC 119 (1892).
El amor constituye nuestro cielo.
El amor de Cristo constituye nuestro cielo. Pero cuando procuramos hablar de
ese amor, el lenguaje nos falta. Pensamos en su vida sobre la tierra, en su
sacrificio por nosotros; pensamos en su obra en los cielos como nuestro
abogado, en las mansiones que está preparando para los que le aman; y no
podemos menos que exclamar. "¡Qué altura y qué profundidad del amor de
Cristo!" Al detenernos al pie de la cruz captamos una leve idea del amor
de Dios, y decimos: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos
amado a Dios, sino que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación
por nuestros pecados" (1 Juan 4: 10). Pero al contemplar a Jesús apenas
estamos tocando el borde de un amor que es inmensurable. Su amor es como un
vasto océano, sin fondo ni orillas.- RH , 6 de mayo de 1902.
El amor infinito e inagotable de Dios.
Todo el amor paterno que se haya transmitido de generación a generación por
medio de los corazones humanos, todos los manantiales de ternura que se hayan
abierto en las almas de los hombres, son tan sólo como una gota del limitado
océano, cuando se comparan con el amor infinito e inagotable de Dios La lengua
no lo puede expresar, la pluma no lo puede describir. Podéis meditar en él cada
día de vuestra vida; podéis escudriñar las Escrituras diligentemente a fin de
comprenderlo; podéis dedicar toda facultad y capacidad que Dios os ha dado al
esfuerzo de comprender el amor y la compasión del Padre celestial; y aún queda
su infinidad. Podéis estudiar este amor durante siglos, sin comprender nunca
plenamente la longitud y la anchura, la profundidad y la altura del amor de
Dios al dar a su Hijo para que muriese por el mundo. La eternidad misma no lo
revelará nunca plenamente. Sin embargo, cuando estudiemos la Biblia y meditemos
en la vida de Cristo y el plan de redención, estos grandes temas se revelarán
más y más a nuestro entendimiento.- 2JT 337 (1889).
El amor de Dios es progresivo.
A medida que los años de la eternidad transcurran, traerán consigo revelaciones
más ricas y aún más gloriosas respecto de Dios y de Cristo. Así como el
conocimiento es progresivo, así también el amor, la reverencia y la dicha irán
en aumento. Cuanto más sepan los hombres acerca de Dios, tanto más admirarán su
carácter.- CS 736 (1911)
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