28. RESPETO PROPIO
Desarrollar el
respeto propio.
Si deseamos hacer el bien a las almas, nuestro éxito con ellas estará en
proporción directa de su creencia de que nosotros creemos en ellas y las
apreciamos. El respeto que se muestra por el alma humana que lucha es el medio
seguro, mediante Jesucristo, para restaurar el respeto propio que el hombre ha
perdido. Nuestras ideas sobre lo que pueden llegar a ser, son una ayuda que
nosotros mismos no podemos apreciar plenamente.- FE 281 (1893).
Respeto por la dignidad del hombre como hombre.
Dondequiera que no haya que transigir con los principios, la consideración
hacia los demás inducirá a adaptarse a costumbres aceptadas; pero la verdadera
cortesía no requiere el sacrificio de los principios en aras de los
convencionalismos sociales. No sabe de castas. Enseña el respeto propio, el
respeto a la dignidad del hombre en su calidad de tal, y la consideración hacia
todo miembro de la gran confraternidad humana.- Ed 240 (1903).
Mantener el respeto propio.
Puede ser que algunos de aquellos con quienes estéis en contacto sean rudos y
descorteses, pero no seáis vosotros menos corteses por causa de ello. Aquel que
desee conservar su respeto propio debe tener cuidado de no herir
innecesariamente el de los demás. Esta regla debe observarse religiosamente
para con los más duros de entendimiento, para con los que más yerran. No sabéis
lo que Dios se propone hacer con los que aparentemente prometen poco. El aceptó
en lo pasado personas que no eran más promisorias ni atrayentes que ellos para
que hiciesen una gran obra para él. Su Espíritu, obrando en el corazón,
despertó toda facultad y la hizo obrar vigorosamente. El Señor vio en estas
piedras toscas y sin tallar material precioso, que podía soportar la prueba de
la tempestad, el calor y la presión. Dios no mira desde el mismo punto de vista
que el hombre. No juzga por las apariencias, sino que escudriña el corazón y
juzga rectamente.- OE 128, 129 (1915).
La rectitud genera respeto propio.
Los hombres de principios no necesitan la restricción de cerraduras y candados;
no necesitan ser vigilados y observados. Tratarán con honestidad y
honorabilidad en todo tiempo, cuando están solos y nadie los observa, como
cuando están en público. No mancharán sus almas por ganancias o ventajas
egoístas. Desprecian un acto vil. Aunque nadie lo llegará a saber, ellos mismos
lo sabrían, y eso destruiría su respeto propio. Los que no son rectos y fieles
en las cosas pequeñas no se reformarán aunque haya leyes v restricciones y
castigos en cuanto a ellas.- CH 410 (1879).
El respeto propio debe ser firmemente apreciado.
La pureza moral, el respeto propio y un fuerte poder de resistencia, deben ser
firme y constantemente apreciados. No debería haber ni una sola desviación del
recato. Un acto de familiaridad, una sola indiscreción pueden poner en peligro
el alma al abrir la puerta a la tentación debilitando así el poder de
resistencia.- CH 295 (1885).
El respeto propio es la medida del respeto por los demás.
Mediante la complacencia del pecado, se destruye el respeto propio; y cuando
éste se pierde se disminuye el respeto por los demás; pensamos que los otros
son tan perversos como nosotros mismos.- 6T 53 (1900).
Los hábitos erróneos destruyen el respeto propio de los alumnos.
Por hábitos erróneos pierde la facultad de valorarse. Pierde el dominio propio.
No puede razonar correctamente acerca de los asuntos que más íntimamente le
conciernen. Es descuidado e irracional en la forma de tratar su mente y su
cuerpo. Por hábitos erróneos, se arruina. No puede obtener la felicidad; pues
su descuido en el cultivo de los principios puros y sanos lo coloca bajo el
dominio de los hábitos que destruyen su paz. Sus años de estudio abrumador se
pierden, porque se ha destruido a si mismo. Ha empleado mal sus facultades
físicas y mentales, y el templo de su cuerpo se halla en ruinas. Está arruinado
para esta vida y para la venidera. Pensó obtener un tesoro adquiriendo
conocimiento y sabiduría terrenales; pero por dejar a un lado la Biblia
sacrificó un tesoro que vale más que cualquier otra cosa.- PVGM 80, 81 (ed.
PP), 71 (ed. ACES) (1900).
Las palabras impacientes dañan el respeto propio.
Los que emplean un lenguaje tal experimentarán vergüenza, pérdida del respeto
propio y de la confianza en sí mismos, y tendrán amargo remordimiento y pena
por haber perdido el dominio propio y hablado de ese modo. ¡Cuánto mejor sería
no pronunciar jamás palabras semejantes! ¡Cuánto mejor sería tener el aceite de
la gracia en el corazón, ser capaces de resistir toda provocación y soportar
todas las cosas con mansedumbre y tolerancia cristianas!- RH , 27 de feb. de
1913; MJ 325.
Los padres nunca han de perder el respeto propio por palabras descuidadas.
No salga de vuestros labios una palabra de enojo, dureza o mal genio. La gracia
de Cristo espera que la demandéis. Su Espíritu dominará vuestro corazón y
conciencia, presidiendo vuestras palabras y actos. No renunciéis nunca a
vuestro respeto propio mediante palabras apresuradas y no pensadas. Procurád
que vuestras palabras sean puras, vuestra conversación santa. Dad a vuestros
hijos un ejemplo de lo que deseáis que sean ellos. . . Haya paz, palabras
amables y semblantes alegres.- CN 204 (1890).
La masturbación destruye el respeto propio. (Nota: *Véase Conducción del
niño, págs. 411-441.)
El efecto de hábitos tan degradantes no es el mismo sobre las diversas mentes.
Hay algunos niños que tienen sus facultades morales grandemente desarrolladas,
quienes, por su asociación con niños que practican la masturbación, se inician
en ese vicio. El efecto sobre ellos con demasiada frecuencia los vuelve
melancólicos, irritables y celosos; pero pueden no perder el respeto por la
adoración religiosa y pueden no mostrar Incredulidad especial con respecto a
las cosas religiosas. A veces sufrirán agudamente sentimientos de remordimiento
y se sentirán degradados ante sus propios ojos y perderán su respeto propio.-
2T 392 (1870).
No destruya el respeto propio.
Cuando el que ha cometido una falta se da cuenta de su error, guardaos de
destruir su estima propia. No le desalentéis con vuestra indiferencia o
desconfianza. No digáis: "Antes de depositar en él mi confianza, voy a
esperar para ver si permanece firme." Muchas veces es precisamente esta
desconfianza la que hace tropezar al tentado.- MC 125 (1905).
El sostenerse a sí mismo en lo económico aumenta el respeto propio.
A los que se esfuerzan por reformarse se les debe proporcionar ocupación. A
nadie capaz de trabajar se le debe enseñar a esperar que recibirá comida, ropa
y vivienda de balde. Para su propio bien, como para el de los demás, hay que
idear algún medio que le permita devolver el equivalente de lo que recibe.
Aliéntese todo esfuerzo hacia el sostenimiento propio, que fortalecerá el
sentimiento de la dignidad personal y una noble independencia. Además, la
ocupación de la mente y el cuerpo en algún trabajo útil es una salvaguardia
esencial contra la tentación. - MC 132 (1905).
Ser propietarios ayuda a los pobres a tener respeto propio.
El saberse propietarios de sus propias casas les inspiraría un fuerte deseo de
mejoría. No tardarían en adquirir habilidad para hacer planes por su cuenta,
inculcarían a sus hijos hábitos de laboriosidad y economía y sus intelectos
quedarían grandemente fortalecidos. Se sentirían hombres, no esclavos, y
podrían recuperar en gran medida el perdido respeto propio e independencia
moral. - HAd 338 (1886).
El cultivo de sí mismo y la dignidad.
Es importante que los ministros de Cristo vean la necesidad de cultivarse a sí
mismos a fin de adornar su profesión y mantener una dignidad apropiada. Sin el
adiestramiento de la mente ciertamente fracasarán en todo lo que emprendan. -
2T 500, 501 (1870).
Cuidado con la compasión propia.
Necesitamos desconfiar de la compasión propia. Jamás os permitáis sentir que no
se os aprecia debidamente ni se tienen en cuenta vuestros esfuerzos, o que
vuestro trabajo es demasiado difícil. Toda murmuración sea acallada por el
recuerdo de lo que Cristo sufrió por nosotros. Recibimos mejor trato que el que
recibió nuestro Señor. " "¿Y tú buscas para ti grandezas? No
busques" (Jeremías 45: 5).- MC 378 (1905).
Cristo restaura el respeto propio.
No debe ser difícil recordar que el Señor desea que usted deposite sus
problemas y perplejidades a sus pies, y que los deje allí. Vaya a él, diciendo:
"Señor, mis cargas son demasiado pesadas. ¿Quieres llevarlas en mi
lugar?" Y el contestará: "Yo las llevaré. 'Con misericordia eterna
tendré compasión de ti'. Llevaré tus pecados y te daré paz. No sigas
menospreciándote, porque te he comprado con mi propia sangre. Eres mío.
Fortaleceré tu voluntad debilitada. Tu remordimiento por el pecado yo lo
quitaré". -Carta 2, 1914; TM 519, 520.
Consejo a uno que había perdido el respeto propio.
Jesús lo ama, y me ha dado un mensaje para usted. Su gran corazón de infinita
ternura suspira por usted. Le envía el mensaje de que puede recuperarse de la
trampa del enemigo. Puede recobrar su respeto propio. Puede llegar al punto de
considerarse no como un fracasado sino como un vencedor por medio de la
influencia elevadora del Espíritu de Dios y gracias a ella. Aférrese de la mano
de Cristo y no la suelte. - MM 43 (1903).
Cultive el respeto propio.
No es la voluntad de vuestro Padre celestial que continuamente estéis bajo
tribulación y tinieblas. Debierais cultivar el respeto propio, viviendo de tal
modo que seáis aprobados por vuestra propia conciencia, y delante de los
hombres y los ángeles. . . Tenéis el privilegio de ir a Jesús y de ser
limpiados, y de estar delante de la ley sin vergüenza y remordimiento. "
"Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús,
los que no andan conforme a la carne, sino conforme al espíritu"(Rom.
8:1). Mientras no debemos pensar en nosotros mismos más de lo debido, la
Palabra de Dios no condena un debido respeto propio. Como hijos e hijas de
Dios, debiéramos tener una consciente dignidad de carácter, en la cual el
orgullo y la importancia de sí mismos no tienen parte. - RH , 27 de marzo de
1888; NEV 145.
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