Todos nosotros estamos entretejidos en la gran tela de la humanidad, y todo cuanto hagamos para beneficiar y ayudar a nuestros semejantes nos beneficiará también a nosotros mismos. La ley de la dependencia mutua afecta e incluye a todas las clases sociales. PP 575 (1890).
En el plan de Dios, los seres humanos han sido hechos necesarios unos a los otros. Si todos hicieran lo más posible para ayudar a aquellos que necesitan su ayuda y su amor y simpatía desinteresados, ¡qué obra bendita podría hacerse! A cada uno Dios le ha concedido talentos. Estos talentos debemos utilizarlos para ayudarnos mutuamente a andar en el camino estrecho. En esta obra cada uno está relacionado con el otro, y todos estamos unidos en Cristo. Aumentamos y perfeccionamos nuestros talentos con el servicio. NEV 184 (1903).
Muchos están en las tinieblas. Han perdido el rumbo. No saben qué camino tomar. Los que están perplejos busquen a otros que están en perplejidad, y háblenles palabras de esperanza y ánimo. Cuando comiencen a hacer esta obra, la luz del cielo les revelará la senda que deben seguir. Serán consolados ellos mismos por sus palabras de consuelo a los afligidos. Al ayudar a otros ellos mismos serán ayudados a salir de sus dificultades. El gozo toma el lugar del pesar y de la lobreguez; el corazón lleno del Espíritu de Dios brilla con cordialidad para con cada prójimo. Todo el que haga esto no estará más en oscuridad, pues su "oscuridad" será como "el mediodía". 4CBA 1173 (1902).
Sostenemos una relación sumamente solemne unos con otros. Nuestra influencia se ejerce siempre ya sea en favor o en contra de la salvación de las almas. O juntamos con Cristo, o desparramamos. Debemos caminar con humildad y andar derechos, no sea que apartemos a otros de la senda recta.
Deberíamos mantener la más estricta castidad en pensamiento, palabra y conducta. Recordemos que Dios despliega nuestros pecados secretos a la luz de su rostro. Hay pensamientos y sentimientos sugeridos y fomentados por Satanás que molestan aun a los mejores hombres; pero si no se los alberga, si se los rechaza por odiosos, el alma no se contamina con la culpa y nadie recibe la mancha de su influencia. ¡Oh, si cada uno de nosotros fuera un sabor de vida para vida para los que nos rodean! RH, 27 de marzo de 1888.
Nunca sabremos, hasta el día del juicio, cuál ha sido la influencia de una conducta amable y considerada hacia el inconsecuente, irrazonable e indigno. Si después de la provocación y la injusticia cometidas por ellos, Uds. los tratan como si fueran inocentes, y hasta se esfuerzan para hacerlos objeto de especiales actos de amabilidad, estarán desempeñando el papel de cristianos; entonces ellos se avergonzarán y se sorprenderán, y verán su conducta y su mezquindad con más claridad que si en un reproche Uds. les hubieran expuesto sus acciones injustas con toda claridad. Carta 20, 1892; (MM 209, 210).
Las buenas cualidades que muchos poseen están ocultas, y en lugar de atraer las almas a Cristo, las repelen. Si estas personas pudieran ver la influencia de sus modales descorteses y expresiones descomedidas manifestadas ante los incrédulos, y pudieran comprender cuán ofensiva es esta conducta ante la vista de Dios reformarían sus hábitos, porque la falta de cortesía es una de las piedras de tropiezo más grandes para los pecadores. Los cristianos egoístas, quejosos y amargados entorpecen el camino para que los pecadores no se interesen en acercarse a Cristo. NEV 231 (1885).
Que se vea a Cristo en todo lo que ustedes hacen. Que todos vean que ustedes son epístolas vivientes de Jesucristo. . . Sean amables. Que sus vida ganen los corazones de todos los que se ponen en contacto con ustedes. Se hace muy poco con el fin de conseguir que la verdad resulte atractiva para los demás. Ms 6, 1889.
Cada palabra que pronuncian, cada acto que llevan a cabo, tiene una influencia para bien o para mal sobre los que se relacionan con ustedes; y ¡oh! cuán necesario es que Cristo more en sus corazones por la fe, de manera que sus palabras sean palabras de vida, y sus obras, las obras del amor. RH, 12 de junio de 1888.
Dios considera que cada uno es responsable por la influencia que rodea su alma, con respecto a sí mismo y a los demás. Invita a los jóvenes y a las señoritas a ser estrictamente temperantes y concienzudos en el empleo de las facultades de la mente y del cuerpo. Sus capacidades podrán desarrollarse sólo mediante el uso diligente y la sabia dedicación de sus facultades para la gloria de Dios y el beneficio de sus semejantes. Carta 145, 1897.
Es de la mayor importancia para nosotros que rodeemos el alma de la atmósfera de la fe. Cada día estamos decidiendo nuestro propio destino eterno de acuerdo con la atmósfera que rodea al alma. Somos individualmente responsables por la influencia que ejercemos, y algunas consecuencias que no vemos serán el resultado de nuestras palabras y actos.
Si Dios hubiera salvado a Sodoma por causa de diez justos, ¿cuál habría sido la influencia para el bien que se hubiera manifestado como resultado de la fidelidad del pueblo de Dios? Si todos los que profesan el nombre de Cristo estuvieran revestidos de su justicia, ¿hasta dónde llegaría su influencia?
Si Dios pudo indicar cuál era la morada de Simón el curtidor, y mencionar su oficio, y darle indicaciones directas al centurión para que pudiera encontrar su vivienda junto a la playa, también nos conoce por nombre, sabe cuál es nuestro oficio o profesión, dónde vivimos, y cuál es nuestra experiencia. Sabe si estamos limpiando el camino de toda suciedad y escombros, de manera que pueda conducir nuestras almas hacia adelante y hacia arriba, o si estamos llenando de basura la senda, poniendo obstáculos en nuestro propio camino, y depositando piedras de tropiezo en el camino de los pecadores para impedir la salvación de las preciosas almas por las cuales Cristo murió. Ms 23, sin fecha.
El Señor quiere que estemos santificados. Tendremos que tratar con personas de diferentes disposiciones, y deberíamos estar en condiciones de saber cómo tratar con las mentes humanas.
Debemos pedirle a Cristo que nos dé palabras que sean de bendición. Y al tratar así de ayudar a los demás, nosotros mismos seremos bendecidos. Ms 41, 1908.
Esta obra [la de reprender una mala acción] es la más hermosa y difícil que haya sido confiada a los seres humanos. Requiere tacto y sensibilidad delicadísimos, conocimiento de la naturaleza humana, fe y paciencia divinas, dispuestas a obrar, velar y esperar. Nada puede ser más importante que esta obra. Ed 292 (1903).
Es un asunto muy delicado tratar con las mentes humanas. Ud. puede ponerse de pie enhiestamente, sin lograr jamás que sus corazones [de otras personas] se suavicen; o puede acercarse al alma afligida, y con el corazón lleno de amor sacarla del campo de batalla del enemigo. No hay que conducirla allí y dejarla abandonada para que sea objeto de las tentaciones de Satanás. Carta 102, 1897.
No nos podemos permitir, de ninguna manera, ser un obstáculo para los demás. Cada cual tiene sus propias tentaciones y pruebas peculiares, y deberíamos estar en situación de ayudar y fortalecer a los tentados. Debemos animar, y de ser posible, elevar a los que son débiles en la le. Al hablar acerca de las promesas de Dios, a veces podemos eliminar la depresión de las mentes de los que están pasando por pruebas y dificultades. Ms 41, 1908.
El Señor me ha instruido para decirle: "Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán" (Luc. 13: 24). El Señor le pide que se mantenga junto a él [su esposo]. Hable y obre como él lo haría. No permita que nadie introduzca prejuicios en su mente y la induzca a hablar en forma poco juiciosa. Mantenga su propia alma pura y limpia y sus pensamientos elevados y santificados. No alabe ni exalte a las personas para el propio perjuicio de ellas, ni se apresure a condenar a los que Ud. supone que no están obrando sabiamente. Que todos vean que Ud. ama a Jesús y confía en él. Déle a su esposo y a sus amigos, creyentes y no creyentes, la evidencia de que Ud. desea que vean la belleza de la verdad. Pero no dé evidencias de esa ansiedad penosa y preocupada que a menudo malogra una buena obra. Carta 145, 1900.
Los que saquen
el máximo provecho de sus privilegios y oportunidades serán, en el sentido
bíblico, hombres talentosos y educados; no sólo eruditos, sino educados en
mente, en modales y en comportamiento. Serán refinados, tiernos, compasivos,
afectuosos. Esto es lo que el Señor me ha mostrado que él requiere de su
pueblo. Dios nos ha dado facultades que debemos usar, desarrollar y fortalecer
por medio de la educación. Deberíamos razonar y reflexionar, distinguiendo
cuidadosamente la relación que existe entre la causa y el efecto. Cuando esto
se pone en práctica, habrá de parte de muchos mayor reflexión y cuidado
respecto de sus palabras y acciones, de manera que puedan cumplir plenamente el
propósito que tuvo Dios al crearlos. Ms 59, 1897.
Si hubiera mucha más franqueza y menos misterio, si se fomentara la confianza
fraternal. si hubiera mucho menos del yo y más del espíritu de Cristo, si Ud.
tuviera una fe viviente en Dios, la nube que ahora se difunde en la atmósfera
de la mente gracias a la obra de Satanás, se disiparía. Carta 97, 1898.
El objetivo que debe ser tenido en cuenta entre nosotros es el de ser reformadores y no fanáticos. Al tratar con los no creyentes, no manifestéis un despreciable espíritu de ruindad, porque si os detenéis a regatear por una pequeña suma, perderéis al fin una suma mucho mayor. Ellos dirán: "Ese hombre es un estafador; él lo defraudaría y lo despojaría a usted de sus derechos si pudiera hacerlo, de manera que manténgase en guardia cuando tenga algo que tratar con él".
Pero si en una transacción, una friolera que estaría a vuestro favor, es cedida a la otra persona, ella tratará con vosotros de acuerdo con el mismo plan generoso. La mezquindad engendra mezquindad, la tacañería engendra tacañería. Los que siguen esta conducta no saben cuán mezquina les parece a los demás, especialmente a aquellos que no son de nuestra fe; y la causa preciosa de la verdad queda marcada por este defecto. Ev 70, 71 (1887).
En nuestro
trato, doquiera estemos, debemos ser perfectamente rectos. No nos podemos
permitir el quebrantar uno solo de los Mandamientos de Dios para obtener una
ganancia mundanal. ¿Quiénes somos nosotros? Cristo le dijo a sus discípulos:
"Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con
qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada
por los hombres". Ms 50 1904.
En todos los detalles de la vida deben mantenerse los más estrictos principios
de honestidad. Estos no son los principios que gobiernan nuestro mundo, porque
Satanás engañador, mentiroso y opresor es el amo, y sus súbditos lo siguen y
llevan a cabo sus propósitos. Pero los cristianos sirven bajo un Amo diferente,
y sus acciones deben ser llevadas a cabo en Dios, sin tomar en cuenta para nada
la ganancia egoísta.
La desviación de la perfecta limpieza en las transacciones comerciales puede ser poca cosa según algunos, pero nuestro Salvador no lo consideró así. Sus palabras en relación con esto son claras y explícitas: "El que es fiel en lo " muy poco, también en lo más es fiel" (Luc. 16: 10). Si alguien se aprovecha de su vecino en cosas de poca monta, se aprovechará en mayor medida cuando se le presente la tentación. Un falso testimonio en un asunto de poca importancia es tan deshonesto a la vista de Dios como una falsedad en algo mucho más importante.
En el mundo cristiano de la actualidad se practica el fraude en una medida alarmante. La gente que guarda los Mandamientos de Dios debería demostrar que está por encima de estas cosas. Las prácticas deshonestas, que malogran los tratos del hombre con sus semejantes, nunca deberían ser llevadas a cabo por alguien que profesa creer la verdad presente. El pueblo de Dios le causa un gran daño a la verdad cuando se aparta en lo más mínimo de la integridad.
Puede ser que la apariencia de alguien no sea muy agradable; puede ser que sea deficiente en muchos sentidos, pero si tiene la reputación de ser recto y honesto, se lo respetará. La estricta integridad cubre muchos rasgos objetables de carácter. La persona que se aferre insistentemente a la verdad, ganará la confianza de todos. No sólo confiarán en él sus hermanos en la fe; los incrédulos también se verán obligados a reconocer que es un hombre de honor. Carta 3, 1878.
Los siervos de Dios están más o menos obligados a participar de las transacciones comerciales del mundo, pero deberían comprar y vender sabiendo que el ojo de Dios está sobre ellos. No se deben usar ni balanzas falsas ni pesas engañosas, porque son abominación para el Señor. En cada transacción comercial el cristiano debe ser exactamente lo que él quiere que sus hermanos crean que es. Su conducta tiene la dirección que le imprimen los principios fundamentales. No traza planes engañosos; por lo tanto, no tiene nada que ocultar, nada que disimular.
Se lo podrá criticar, se lo podrá someter a prueba, pero su integridad inquebrantable resplandecerá como el oro puro. 454
Es una bendición para todos los que se relacionan con él, porque su palabra es digna de confianza. Es un hombre que no se aprovecha de su prójimo. Es amigo y benefactor de todos, y sus semejantes confían en su consejo. ¿Emplea trabajadores para que le atiendan la cosecha? No les retiene fraudulentamente el dinero que ganaron con tanto esfuerzo. ¿Tiene dinero que no necesita usar inmediatamente? Alivia las necesidades de su hermano menos afortunado. No trata de agrandar su propiedad o llenarse los bolsillos aprovechándose de las lamentables circunstancias en que se encuentra su vecino. Su propósito consiste en ayudar y bendecir a sus prójimos.
Un hombre verdaderamente honesto nunca se aprovechará de la debilidad o de la incompetencia para llenar su propia bolsa. Acepta el justo equivalente de lo que expende. Si hay defectos en los artículos que vende, lo dice francamente a su hermano o vecino, aunque al hacerlo esté obrando en contra de sus propios intereses pecuniarios. Carta 3, 1878.
El que trata de transformar a la humanidad, debe comprender a la humanidad. Sólo por la simpatía, la fe y el amor, pueden ser alcanzados y elevados los hombres. En esto, Cristo se revela como el Maestro de los maestros: De todos los que alguna vez vivieran en la tierra, él solo posee una perfecta comprensión del alma humana. Ed 78 (1903)
Hay una ciencia en el trato con los que parecen especialmente débiles. Si vamos a enseñar a los demás, primero tenemos que aprender de Cristo nosotros mismos. Necesitamos tener una visión amplia para poder hacer verdadera obra médico-misionera y tener tacto en nuestro trato con las mentes.
Los que en realidad necesitan menos ayuda, son los que posiblemente reciban más de nuestra atención. Pero necesitamos manifestar una sabiduría especial al tratar con los que parecen desconsiderados e indiferentes. Algunos no entienden 455 el carácter sagrado de la obra de Dios. Los menos hábiles, los descuidados, e incluso los indolentes requieren, en especial, de cuidadosa consideración con oración. Debemos ejercer tacto con los que parecen ignorantes y desubicados. Mediante un esfuerzo perseverante en su favor, podemos ayudarlos a convertirse en instrumentos útiles en la obra de Dios. Reaccionarán rápidamente a un interés paciente, tierno y amante.
Debemos cooperar con el Señor Jesús en la restauración del ineficiente y equivocado para conducirlo a la inteligencia y la pureza. Esta obra equivale en importancia a la del ministerio evangélico. Hemos sido llamados por Dios para manifestar un interés incansable y paciente en la salvación de los que necesitan pulimiento divino. Carta 20, 1892; (MM 209).
"Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios". ¿Quién los llama así? Todas las inteligencias celestiales. Por lo tanto, no animemos a ninguna alma tentada a que nos cuente sus agravios respecto de un hermano o un amigo. Digámosle que no queremos oír sus palabras de censura ni su maledicencia, porque nuestro Consejero ha dicho en su Palabra que si dejamos de agitar la contienda y nos convertimos en pacificadores, recibiremos una bendición. Digámosle que ésa es la bendición que anhelamos conseguir.
Por amor a Cristo no digamos ni pensemos nada malo. Quiera Dios ayudarnos para que no sólo leamos la Biblia, sino que practiquemos sus enseñanzas. El instrumento humano que es fiel en su tarea, que une la gentileza a su poder, la justicia a su amor, produce regocijo entre las inteligencias celestiales, y glorifica a Dios. Luchemos fervorosamente para ser buenos y hacer el bien y recibiremos la inmarcesible corona de la vida. Ms 116, 1898.
Cuando la luz brille en el alma, algunos que parecían estar completamente entregados al pecado, se pondrán a trabajar con éxito en favor de pecadores tales como eran ellos. Por medio de la fe en Cristo, habrá quienes alcancen altos puestos de servicio, y se les encomendarán responsabilidades en la obra de salvar almas. Saben dónde reside su propia flaqueza, y se dan cuenta de la depravación de su naturaleza. Conocen la fuerza del pecado y el poder de un hábito vicioso. Comprenden que son incapaces de vencer sin la ayuda de Cristo, y su clamor continuo es: "A ti confío mi alma desvalida". MC 134 (1905).
Tratemos de no consumirnos a nosotros mismos ni de agotar a los demás, sino que dependamos del Espíritu Santo. Tratemos con gentileza a los seres humanos. Con los corazones llenos de ternura espiritual, abramos con calidez su camino hacia los corazones convencidos. Que nuestras palabras estén embebidas en el aceite celestial que procede de las dos ramas del olivo. Necesitamos que el dorado aceite se derrame en vasijas preparadas, para que pueda ser comunicado a los que están buscando la verdad. Recordemos siempre que "no con ejército ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos". Carta 200, 1899.
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