Las penas, la ansiedad, el descontento, el
remordimiento, el sentimiento de culpabilidad y la desconfianza menoscaban las
fuerzas vitales, y llevan al decaimiento y a la muerte. . . El valor, la
esperanza, la fe, la simpatía y el amor fomentan la salud y alargan la vida.
MC 185 (1905).
El pesar disminuye la circulación en los vasos sanguíneos y los nervios, y
también retarda la acción del hígado. Obstaculiza el proceso de la digestión y
la nutrición, y tiene la tendencia de secar la médula [sustancia interior] de
todo el organismo. Carta 1, 1883.
Si bien el pesar y la ansiedad no pueden remediar un solo mal, pueden causar
mucho daño; pero la alegría y la esperanza, mientras iluminan la senda de los
demás, "son vida a los que las hallan, y medicina a toda su carne"
(Prov. 4: 22). HAd 391 (1885).
No hemos de consentir en que el futuro, con sus dificultosos problemas y sus
perspectivas nada halagüeñas, nos debilite el corazón, haga flaquear nuestras
rodillas y nos corte los brazos. "Echen mano. . . de mi fortaleza "
dice el Poderoso," y hagan paz conmigo. ¡Sí, que hagan paz conmigo!"
(Isa. 27: 5, VM). Los que dedican su vida a ser dirigidos por Dios y a
servirlo, no se verán jamás en situación para la cual él no haya provisto el
remedio. Cualquiera sea nuestra condición, si somos hacedores de su Palabra,
tenemos un Guía que nos señala el camino; cualquiera sea nuestra perplejidad,
tenemos un buen Consejero; cualquiera sea nuestra perplejidad, nuestro pesar,
luto o soledad, tenemos un Amigo que simpatiza con nosotros. MC 192 (1905).
Estamos en un mundo donde impera el sufrimiento. Dificultades, pruebas y
tristezas nos esperan a cada paso mientras vamos hacia la patria celestial.
Pero muchos agravan el peso de la vida al cargarse continuamente de antemano
con aflicciones. Si encuentran adversidad o desengaño en su camino, se figuran
que todo marcha hacia la ruina, que su suerte es la más dura de todas, y que se
hunden seguramente en la miseria. Así atraen la desdicha y arrojan sombras
sobre cuanto los rodea. La vida se vuelve una carga para ellos.
Pero no es menester que así sea. Tendrán que hacer un esfuerzo resuelto para
cambiar el curso de sus pensamientos. Pero el cambio es realizable. Su
felicidad, para esta vida y para la venidera, depende de que fijen su atención
en cosas alegres. Dejen ya de contemplar los cuadros lóbregos de su
imaginación; consideren más bien los beneficios que Dios esparció en su senda,
y más allá de éstos, los invisibles y eternos. MC 191 (1905).
No es bueno reunir todos los recuerdos desagradables de la vida pasada, sus
iniquidades y desengaños, hablar de estos recuerdos y llorarlos 477 hasta estar
abrumados de desaliento. Un alma desalentada está llena de tinieblas, impide
que a su propio corazón llegue la luz divina, y proyecta sombra en el camino de
los otros. CC 119 (1892).
Es grande la misericordiosa bondad con que el Señor nos trata. Nunca dejará ni
olvidará a los que confían en él. Si pensáramos y habláramos menos de nuestras
pruebas, y más de la misericordia y la bondad de Dios, nos sobrepondríamos a
una buena parte de nuestra tristeza y perplejidad. Hermanos míos que pensáis
que estáis entrando en la senda tenebrosa, y que tal como los cautivos de
Babilonia debéis colgar vuestras arpas sobre los sauces, convirtamos la prueba
en un canto de gozo.
Podéis decir: ¿Cómo puedo cantar con una perspectiva tan oscura delante de mí,
con esta carga de aflicción y dolor sobre mi alma? ¿Pero nos han privado las
aflicciones terrenales del Amigo todopoderoso que tenemos en Jesús? El
maravilloso amor de Dios manifestado en el don de su amado Hijo, ¿no debería
ser constantemente un tema de gozo? Cuando llevemos nuestras peticiones al
trono de la gracia, no olvidemos de ofrecer también himnos de agradecimiento.
"El que sacrifica alabanza me honrará" (Sal. 50: 23). La vida eterna
de nuestro Salvador nos proporciona un motivo constante de gratitud y alabanza.
2MS 307 (1881).
Tal como Job, Uds. creían que tenían razón para estar apesadumbrados y no
querían que se los consolara. ¿Era razonable eso? Uds. saben que la muerte es
un poder que no se puede resistir; no obstante, han llevado sus vidas al borde
de la inutilidad como consecuencia de ese pesar que no conduce a nada. Los
sentimientos de Uds. han sido poco menos que rebelión contra Dios. Vi que todos
Uds. se concentraban en su dolor, y daban rienda suelta a sus sentimientos y a
su excitación, hasta que sus ruidosas 478 demostraciones de pesar inducían a
los ángeles a ocultar sus rostros y a apartarse de ese lugar.
Mientras daban rienda suelta a sus sentimientos, ¿se acordaron de que tienen un
Padre en el cielo que dio a su Hijo unigénito para que muriera por nosotros, de
manera que la muerte no fuera un sueño eterno? ¿Recordaron que el Señor de la
vida y la gloria pasó por la tumba y la iluminó con su presencia? El discípulo
amado dijo: "Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que
mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque
sus obras con ellos siguen". El apóstol sabía muy bien de qué estaba
hablando cuando escribió estas palabras; pero cuando Uds. le dan rienda suelta
a ese dolor incontrolable, ¿es consistente la conducta de Uds. con el consuelo
que expresan? 5T 313 (1885).
Ahora bien, Hno._______, es una especie de egoísmo de su parte mantener la
mente concentrada en Ud. mismo. Esto no se parece en nada a lo que dijo el
apóstol Pablo, que aunque era un hombre con debilidades, él mismo no era para
nada el tema de sus pensamientos. Pasó por pruebas que Ud. nunca ha
experimentado y nunca tendrá que soportar, y sin embargo apartó sus
pensamientos de ellas; no se concentró en ellas sino que magnificó la gracia de
Dios.
Su esposa fue objeto de enfermedad y muerte. Su pesar fue tan intenso como
todas sus demás dificultades. Ud. estrechó el pesar junto a su pecho; le
gustaba concentrarse en él, y permitió que su mente y sus pensamientos se
ocuparan egoístamente de su pesar, y como consecuencia de ello su salud sufrió.
Después falleció su hija y ciertamente ese fue un golpe terrible, pero otros
han pasado por lo mismo bajo circunstancias mucho más difíciles. Ud. permitió
que esta aflicción lo hiciera perder el control; se concentró en ella, habló
acerca de ella, oprimió su alma con un asunto que no puede cambiar ni impedir.
Es pecado encarar cualquiera de esas aflicciones como Ud. lo ha hecho. Yo sé de
qué estoy hablando. Si se permite que la mente se sumerja en una nube de pesar,
el alimento no se digiere y como resultado de ello el organismo no se nutre
bien. Carta 1, 1883.
Mientras me dedicaba a hablar y a escribir, recibí cartas desanimadoras de
Battle Creek. Al leerlas sentí una inexpresable depresión de espíritu, que casi
era agonía mental, y me pareció que por un corto lapso paralizó mis energías
vitales. Durante tres noches casi no dormí. Mis pensamientos estaban
perturbados y perplejos.
Oculté mis sentimientos lo mejor que pude de mi esposo y de la familia de
simpatizantes con la cual estábamos. Nadie se enteró de mi pesar ni de mi
aflicción mental cuando me unía con la familia en los cultos matutinos y
vespertinos, y trataba de despositar mi preocupación en el gran Portador de
cargas. Pero mis peticiones provenían de un corazón abrumado por la angustia, y
mis oraciones estaban rotas y desarticuladas por causa de un dolor
incontrolable. La sangre acudía a mi cerebro, y con frecuencia me causaba mareos
y casi me caía. A menudo tenía hemorragias nasales, especialmente después de
hacer un esfuerzo para escribir. Me veía obligada a dejar de escribir, pero no
podía desligarme de la carga de ansiedad y responsabilidad que yacía sobre mí.
1T 576, 577 (1867).
¿Se siente hoy lleno de pesar? Fije sus ojos en el Sol de justicia. No trate de
solucionar todas las dificultades; en cambio, vuelva su rostro a la luz, al
trono de Dios. ¿Qué ve allí? El arco iris del pacto, la viviente promesa de
Dios. Debajo está el propiciatorio, y quien se apropia de las provisiones de
misericordia que han sido hechas, y se apodera de los méritos de la vida y la
muerte de Cristo, tiene en el arco iris de la promesa la bendita seguridad de
la aceptación del Padre mientras exista el trono de Dios.
Lo que usted necesita es fe. No permita que su fe vacile. 480 Libre la buena
batalla de la fe y eche mano de la vida eterna Será una batalla tremenda, pero
líbrela a cualquier costo, porque las promesas de Dios son sí y amen en Cristo
Jesús. Ponga su mano en la de Cristo. Habrá dificultades que vencer, pero
ángeles que sobresalen en fortaleza cooperarán con el pueblo de Dios. Dirija su
mirada hacia Sion, ábrase paso hacia la ciudad de las solemnidades. Una
gloriosa corona y una túnica tejida en el telar del cielo aguardan al vencedor.
Aunque Satanás proyecte su sombra infernal sobre su senda, y trate de ocultar
de su vista la mística escalera que se extiende entre la tierra y el trono de
Dios, por la cual ascienden y descienden los ángeles que son espíritus
ministradores para los que serán herederos de la salvación, ábrase paso hacia
las alturas, ponga firmemente su pie en un peldaño tras otro, y avance en
dirección del trono del Infinito. Ms 23, sin fecha.
Si los que lo rodean pertenecen a esa clase de gente que no trata de desviar su
conversación ni el curso de sus pensamientos; si simpatizan con todas sus
impresiones como si fueran realidad, mientras menos trato tenga con ellos,
mejor. No son amigos suyos, sino sus peores enemigos. El Señor querría que Ud.
fuera alegre.
Ud. ha sepultado algunos amigos queridos; lo mismo me ha ocurrido a mí; pero no
me atrevo a preguntar: ¿Por qué me has arrojado al horno? ¿Por qué he tenido
que pasar por aflicciones una y otra vez? La respuesta me llega por medio de
estas palabras: "Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo
entenderás después" (Juan 13: 7).
Los propósitos de Dios a menudo están velados en misterio; son incomprensibles
para las mentes finitas; pero el que ve el fin desde el principio sabe más que
nosotros. Lo que necesitamos es purificarnos de todo lo terrenal, perfeccionar
nuestro carácter cristiano para que seamos investidos del manto de la justicia
de Cristo. Carta 1, 1883.
El apóstol [Pablo] se olvidó de los sufrimientos que lo aguardaban gracias a su
solicitud por los que iba a dejar solos, para que hicieran frente al prejuicio,
el odio y la persecución. Trató de fortalecer y animar a los pocos cristianos
que lo acompañaron al lugar de su ejecución, mediante la repetición de las
promesas dadas a los que son perseguidos por causa de la justicia. Les aseguró
que nada les faltaría de todo lo que el Señor había dicho con respecto a sus
hijos probados y fieles.
Por un poco de tiempo ellos pueden estar abrumados por muchas tentaciones;
pueden estar desprovistos de comodidades terrenales; pero pueden animar sus
corazones con la seguridad de la fidelidad de Dios, al decir: "Yo sé en
quién he creído, y estoy seguro de que es poderoso para guardar mi depósito
para aquel día". La noche de prueba y sufrimiento pronto pasará, y
entonces amanecerá la mañana feliz de paz y perfección. RH, 4 de enero de
1912.
Los que han padecido las mayores aflicciones, con frecuencia son los que están
en condiciones de proporcionar mayor consuelo a otros, porque irradian luz
dondequiera que vayan. Tales personas han sido purificadas y suavizadas por sus
aflicciones; no perdieron su confianza en Dios cuando los problemas las
asediaban, sino que se refugiaron más profundamente en su amor protector. Tales
personas constituyen una prueba viviente del tierno cuidado de Dios, quien
produce tanto las tinieblas como la luz, y castiga para nuestro bien. Cristo es
la luz del mundo, y en él no hay tinieblas. ¡Oh, luz preciosa! ¡Vivamos en la
luz! Decid adiós a la tristeza y la aflicción. Regocijaos siempre en el Señor;
vuelvo a deciros: Regocijaos. 2MS 313, 314 (1877).
Dios ha provisto un bálsamo para cada herida. Hay un bálsamo en Galaad, y
también hay un médico allí. ¿No estudiaréis las Escrituras como nunca antes?
Buscad al Señor para que os proporcione sabiduría para cada emergencia. En cada
prueba rogad a Jesús que os muestre el camino que os hará salir de vuestros
problemas, y entonces vuestros ojos serán abiertos para que contempléis el
remedio y apliquéis a vuestro caso las promesas sanadoras registradas en su
Palabra.
En esta forma el enemigo no encontrará lugar para induciros a lamentaros y a
ser incrédulos; pero en lugar de esto tendréis fe, esperanza y valor en el
Señor. El Espíritu Santo os dará un claro discernimiento para que veáis y os
apropiéis de cada bendición que servirá de antídoto contra la aflicción, como
una rama sanadora para cada gota de amargura que se vierta en vuestros labios.
Cada gota de amargura será mezclada con el amor de Jesús, y en vez de quejaros
debido a la aflicción, comprenderéis que el amor y la gracia de Jesús están tan
mezclados con el pesar, que éste se ha convertido en un gozo humilde y
santificado. 2MS 312, 313 (1894).
La angustia de la separación del favor de su Padre fue lo que hizo que los
sufrimientos de Cristo fueran tan agudos. Cuando la agonía del alma descendió
sobre él, "era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la
tierra" (Luc. 22: 44). Su terrible angustia, producida por el pensamiento
de que en su hora de necesidad Dios lo había abandonado, preanuncia la angustia
que va a sentir el pecador cuando se dé cuenta, demasiado tarde, de que el
Espíritu de Dios se ha apartado de él. Ms 134, 1905.
La tierra tiene una historia que el hombre no comprenderá hasta que camine con
el Redentor en el paraíso de Dios. "Porque el Cordero que está en medio
del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios
enjugará toda lágrima de los ojos de ellos" (Apoc. 7: 17). Ms 28, 1898.
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