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CAPÍTULO 61: FUNCIÓN VITAL DE LAS LEYES DE DIOS - Mente, carácter y personalidad T2


61 FUNCIÓN VITAL DE LAS LEYES DE DIOS

1. El Decálogo

Dios no quería que nuestros primeros padres tuvieran conocimiento de la culpa. Cuando ellos aceptaron los asertos de Satanás, que eran falsos, entraron en nuestro mundo la desobediencia y la transgresión. Esta desobediencia a la orden expresa de Dios, el hecho de creer las mentiras de Satanás, abrió las compuertas del mal sobre el mundo.­ RH, 5 de abril de 1898.

La transgresión de la Ley de Dios dejó desgracia y muerte en su estela. Por la desobediencia se pervirtieron las facultades del hombre, y el egoísmo reemplazó al amor. Su naturaleza se debilitó de tal manera, que le resultó imposible resistir el poder del mal; el tentador vio que se cumplía su propósito de estorbar el plan divino de la creación del hombre y de llenar la tierra de miseria y desolación. Los hombres habían elegido a un gobernante que los encadenaba como cautivos a su carro.­ CM 33 (ed. PP); 30 (ed. ACES) (1913).

No hay misterio en la Ley de Dios. La inteligencia más débil puede captar estas reglas para regular la vida y formar el carácter de acuerdo con el Modelo divino. Si los hijos de los hombres se dispusieran a obedecer esta Ley en la mayor medida de su posibilidad, obtendrían fuerza intelectual y capacidad de discernimiento para comprender mejor los propósitos y planes de Dios. Y este progreso no sólo se produciría durante esta vida presente, sino que continuaría durante las edades eternas.­ RH, 14 de setiembre de 1886.

¡Cuán maravillosa es la Ley de Jehová en su sencillez, su amplitud y su perfección! En los propósitos y los fines de Dios hay misterios que la mente finita es incapaz de comprender. Y porque no podemos sondear los secretos de la sabiduría infinita y de su poder, nos llenamos de reverencia frente al Altísimo.­ RH, 14 de setiembre de 1886.

Hay perfecta armonía entre la Ley de Dios y el evangelio de Jesucristo. "Yo y el Padre una cosa somos" dijo el gran Maestro. El evangelio de Cristo es la buena nueva de su gracia, por medio de la cual el hombre puede ser liberado de la condenación del pecado y capacitado para obedecer la Ley de Dios. El evangelio señala hacia el código moral como regla de vida. Esa Ley, mediante sus demandas de una obediencia sin desviaciones, le muestra continuamente al pecador el evangelio del perdón y la paz.

Dice el gran apóstol: "¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley" (Rom. 3: 31). Y de nuevo declara que "la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno" (Rom. 7: 12). Establecer amor supremo a Dios y un amor igual a nuestros semejantes es indispensable, a la vez, para la gloria de Dios y la felicidad de los humanos.­ RH, 27 de setiembre de 1881.

Dios le ha dado al hombre en su Ley una regla completa para la vida. Si obedece, vivirá por ello, mediante los méritos de Cristo. Si la transgrede, ella tiene poder para condenar. La Ley orienta a los hombres a Cristo, y Cristo les señala la Ley.­ NEV 140 (1885).

La Ley de Dios, tal como se presenta en las Escrituras, es amplia en sus requerimientos. Cada principio es santo, justo y bueno. Ella impone a los hombres obligaciones frente a Dios. Alcanza hasta los pensamientos y sentimientos, y producirá una convicción de pecado en quien esté persuadido de haber transgredido sus requerimientos. Si la Ley abarcara sólo la conducta externa, los hombres no serían culpables de sus pensamientos, deseos y designios erróneos. Pero ella requiere que el alma misma sea pura y la mente santa, que los pensamientos y sentimientos estén de acuerdo con la norma de amor y justicia.­ 1MS 248 (1898).

El hombre por sí mismo es desobediente a las leyes de Jehová. Cuando el Señor ordena a la naturaleza que dé testimonio de las cosas que él ha hecho, ésta instantáneamente testifica de la gloria de Dios.­ 3CBA 1162 (1898).

Cristo vino para dar un ejemplo de perfecta conformidad con la Ley de Dios, tal como se requiere de todos, desde Adán, el primer hombre, hasta el último hombre que viva en la tierra. Declaró que su misión no consistía en destruir la Ley sino en cumplirla mediante una perfecta y cabal obediencia. De esa manera la magnificó y engrandeció. Por medio de su vida manifestó su naturaleza espiritual. A la vista de los seres celestiales, de los mundos que no han caído y de un mundo desobediente, desagradecido e impío, él cumplió los abarcantes principios de la Ley.

Vino para demostrar el hecho de que la humanidad, aliada por la fe con la divinidad, puede guardar los Mandamientos de Dios. Vino para poner en claro el carácter inmutable de la Ley de Dios, para declarar que la desobediencia y la transgresión nunca serán premiadas con la vida eterna. Vi no como hombre a la humanidad, para que ésta pudiera tocar la humanidad, mientras la Divinidad se aferraba del trono del Altísimo.

Pero en ningún caso vino para disminuir la obligación del hombre de ser perfectamente obediente. No destruyó la validez de las Escrituras del Antiguo Testamento. Cumplió lo que había sido predicho por Dios mismo. Vino, no para liberar a los hombres de los requerimientos de la ley, sino para abrir un camino por medio del cual pudieran obedecer esa Ley y enseñar a otros a hacer lo mismo.­ RH, 15 de noviembre de 1898.

El Señor no salva a los pecadores por medio de la abrogación de su Ley, fundamento de su gobierno en el cielo y en la tierra. Dios es juez y guardián de la justicia. La transgresión de su Ley en una sola instancia, en el más pequeño detalle, es pecado. El Altísimo no puede dejar a un lado su Ley ni descartar el más pequeño de los Mandamientos para perdonar el pecado. La justicia, la excelencia moral y la Ley deben ser sostenidas y vindicadas delante del universo celestial. Y esa santa Ley no podía ser avalada por un precio menor que la muerte del Hijo de Dios.­ RH, 15 de noviembre de 1898.

Dios no anula sus leyes. No obra contrariamente a ellas. No deshace la obra del pecado: la transforma. Por medio de su gracia, la maldición se convierte en bendición.­Ed 148 (1903).

2. La ley de Dios en el mundo físico

Las leyes de Dios se fundan en una inmutable rectitud, y han sido conformadas para promover la felicidad de los que las obedecen.­ HHD 269 (1888).

Los principios que cada instrumento humano debe obedecer fluyen del corazón de amor infinito.­ 2MS 247 (1893).

Los seguidores de Cristo han sido redimidos para servir. Nuestro Señor enseña que el verdadero objeto de la vida es el ministerio. Cristo mismo fue obrero, y a todos sus seguidores les presenta la ley del servicio, el servicio a Dios y a sus semejantes. Aquí Cristo presenta al mundo un concepto más elevado acerca de la vida de lo que jamás ellos habían conocido. Mediante una vida de servicio en favor de otros, el hombre se pone en íntima relación con Cristo. La ley del servicio viene a ser el eslabón que nos une a Dios y a nuestros semejantes.­ PVGM 262 (ed. PP); 228 (ed. ACES) (1900).

Bajo la dirección de Dios, Adán debía quedar a la cabeza de la familia terrenal y mantener los principios de la familia celestial. Ello habría ocasionado paz y felicidad. Pero Satanás estaba resuelto a oponerse a la ley de que nadie "vive para sí" (Rom. 14: 7). El deseaba vivir para sí. Procuraba hacer de sí mismo un centro de influencia. Eso incitó la rebelión en el cielo, y la aceptación de este principio de parte del hombre trajo el pecado a la tierra. Cuando Adán pecó, el hombre quedó separado del centro ordenado por el cielo. El demonio vino a ser el poder central del mundo. Donde debía estar el trono de Dios, Satanás colocó el suyo. El mundo trajo su homenaje, como ofrenda voluntaria, a los pies del enemigo.­ CM 33 (ed. PP); 29, 30 (ed. ACES) (1913).

Vosotros que tenéis sobre vuestro corazón el bien de vuestros hijos y queréis verlos crecer con gustos y apetitos no pervertidos, debéis abriros paso con perseverancia y urgencia contra los sentimientos y las prácticas populares. Si queréis prepararlos para ser útiles sobre la tierra y obtener la recompensa eterna en el reino de gloria, debéis enseñarles a obedecer las leyes de Dios, manifestadas tanto en la naturaleza como en la revelación, en vez de seguir las costumbres del mundo.­ Te 139 (1883).

Si los padres y las madres hubieran seguido las indicaciones dadas por Cristo, no leeríamos ni oiríamos ahora de pecados y crímenes cometidos no sólo por adultos, sino incluso por jóvenes y niños. Las malas condiciones de la sociedad existen porque los padres no han prestado atención a esta instrucción, y no adiestraron ni educaron a sus hijos para que respetaran y honraran los santos mandatos de Dios.

Hasta los maestros religiosos han dejado de presentar la elevada norma por medio de la cual se mide el carácter, porque se ha cesado de respetar los preceptos que Dios ha dado, que son santos, justos y buenos. Los hombres han asumido la responsabilidad de erigir una norma en armonía con sus propias ideas, y así se ha deshonrado la ley de Jehová. Por eso la iniquidad es tan grande, y se ha difundido tanto. Por eso nuestros días están asemejándose a los de Noé y Lot.­ RH, 2 de mayo de 1893.

Hay una íntima relación entre la ley moral y las leyes que Dios ha establecido en el mundo físico. Si los hombres fueran obedientes a la Ley de Dios, y pusieran en práctica en sus vidas los principios de sus diez preceptos, las normas de justicia que enseñan serían una salvaguardia contra los malos hábitos. Pero como por la complacencia del apetito pervertido su virtud ha declinado, se han debilitado como consecuencia de sus propias costumbres inmorales y la violación de las leyes físicas.

El sufrimiento y la angustia que vemos por todas partes, la deformidad, la decrepitud, la enfermedad y la imbecilidad que inundan ahora el mundo, hacen de él un lazareto en comparación con lo que podría haber sido, inclusive ahora, si se obedeciera la ley moral que Dios ha implantado en nuestro ser. Por su persistente violación de estas leyes, el hombre ha agravado muchísimo los males resultantes de la transgresión del Edén.­ RH, 11 de febrero de 1902.

El cristiano debe ser de beneficio para los demás. De ese modo, él también recibe beneficio. "El que saciare, él también será saciado" (Prov. 11: 25). Esta ley es la ley de la administración divina, una ley por medio de la cual Dios determina que se mantengan las corrientes de la beneficencia, así como las aguas del gran abismo, en constante circulación, regresan perpetuamente a su fuente. En el cumplimiento de esta ley se encuentra el poder de las misiones cristianas.­ 7T 170 (1902).

En la providencia de Dios, las leyes que gobiernan nuestra naturaleza física, con las sanciones que resultan de su violación, se han expuesto con tanta claridad, que los seres inteligentes las pueden entender, y todos están bajo la más solemne obligación de estudiar este tema y vivir en armonía con la ley natural. Deben exponerse los principios de la salud, y la mente del público debe ser intensamente sacudida por esta investigación.- RH, 11 de febrero de 1902.

Los hábitos físicos correctos promueven la superioridad mental. La potencia intelectual, el vigor físico y la duración de la vida dependen de leyes inmutables. El Dios de la naturaleza no se interpondrá para preservar a los hombres de las consecuencias de la violación de los requerimientos de la naturaleza. El que lucha por el señorío debe ser temperante en todas las cosas. La claridad mental y la firmeza de propósito de Daniel, su poder para adquirir conocimientos y resistir la tentación, se debían en extenso grado a la sencillez de su régimen alimentario, en relación con su vida de oración.­ MJ 240 (1903).

En las leyes por las cuales Dios rige la naturaleza, el efecto sigue a la causa con certeza infalible. La siega testificará de lo que fue la siembra.- El obrero perezoso será condenado por su obra. La cosecha testifica contra él. Así también en las cosas espirituales: se mide la fidelidad de cada obrero por los resultados de su obra. El carácter de su obra, sea él diligente o perezoso, se revela por la cosecha. Así se decide su destino para la eternidad.­ PVGM 62 (ed. PP); 56 (ed. ACES) (1900).

Hay hombres que declaran orgullosamente que sólo creen en lo que entienden. Pero la insensatez de su pretendida sabiduría resulta evidente para toda mente capaz de pensar. Hay misterios en la vida humana y en las manifestaciones del poder de Dios sobre las obras de la naturaleza, que ni la filosofía más profunda ni la investigación más amplia podrán explicar jamás.­ RH, 14 de setiembre de 1886.

3. Otras leyes

La actividad acrecienta la fuerza. En el universo de Dios reina perfecta armonía. Todos los seres celestiales están en constante actividad; y el Señor Jesús nos dio a todos un ejemplo de la obra de su vida. Anduvo "haciendo bienes". Dios ha establecido la ley de la acción obediente. Todas las cosas creadas ejecutan callada pero incesantemente la obra que les fue señalada. El océano está en continuo movimiento. La naciente hierba que hoy es y mañana es arrojada en el horno, cumple su encargo vistiendo de hermosura los campos. Las hojas se mueven sin que mano alguna las toque. El sol, la luna y las estrellas cumplen útil y gloriosamente su misión.­ NB 95, 96 (1915).

Toda la naturaleza se ilumina para aquel que aprende así a interpretar sus enseñanzas; el mundo es un libro de texto; la vida, una escuela. La unidad del hombre con la naturaleza y con Dios, el dominio universal de la ley, los resultados de la transgresión, no pueden dejar de hacer impresión en la mente y modelar el carácter.­ Ed 100 (1903).

Una transgresión constante de las leyes de la naturaleza es una transgresión constante de la ley de Dios. Si los hombres hubieran sido siempre obedientes a los Diez Mandamientos, y hubieran puesto en práctica en sus vidas los principios de esos preceptos, no existiría la corriente de enfermedad que ahora inunda el mundo.­ CTBH 8, 1890; (CH 20).

La naturaleza levanta su protesta contra toda transgresión de las leyes de la vida. Soporta el abuso tanto como puede pero finalmente llega la retribución, y entonces sufren las facultades mentales y físicas. Y el castigo no recae sólo sobre el transgresor; los efectos de la complacencia se echan de ver en su descendencia, y de este modo el mal pasa de una generación a la otra.

Muchos se quejan de la Providencia cuando sus amigos sufren o son llevados por la muerte; pero no es el plan de Dios que los hombres y las mujeres soporten vidas de sufrimiento y mueran prematuramente con su tarea inconclusa. Dios quiere que vivamos la plena medida de nuestros días, con cada órgano en condición de salud, cada cual llevando a cabo su tarea asignada. Es injusto acusar al Señor de resultados que en muchos casos son consecuencia de la propia transgresión, por parte del individuo, de la ley natural.­ RH, 11 de febrero de 1902.

Muchos enseñan que la materia posee poderes vitales; que se le impartieron ciertas propiedades y luego se la dejó actuar mediante su propia energía inherente; que las operaciones de la naturaleza se llevan a cabo en conformidad con leyes fijas, en las cuales Dios mismo no puede intervenir. Esta es una ciencia falsa, y no está respaldada por la Palabra de Dios. La naturaleza es la sierva de su Creador. Dios no anula sus leyes, ni tampoco obra contrariándolas: las usa continuamente como sus instrumentos. La naturaleza atestigua que hay una inteligencia, una presencia y una energía activa, que obran dentro de sus leyes y mediante ellas. Existe en la naturaleza la acción del Padre y del Hijo. Cristo dice "Mi Padre hasta ahora obra, y yo obro" (Juan 5: 17).­ PP 106, 107 (1890).

Al mismo tiempo que aprenden [los estudiantes] a estudiar lecciones que enseñan todas las cosas creadas y todas las circunstancias de la vida, muéstreseles que las mismas leyes que rigen las cosas de la naturaleza y los sucesos de la vida deben regirnos a nosotros; que son promulgadas para nuestro bien; y que únicamente obedeciéndolas podemos hallar felicidad y éxito verdaderos.­ Ed 103 (1903).

En sus enseñanzas, Cristo mostró cuán abarcantes son los principios de la Ley pronunciados desde el Sinaí. Hizo una aplicación viviente de aquella Ley cuyos principios permanecen para siempre como la gran norma de justicia: la norma por la cual serán juzgados todos en aquel gran día, cuando el juez se siente y se abran los libros. El vino para cumplir toda justicia y, como cabeza de la humanidad, para mostrarle al hombre que puede hacer la misma obra, haciendo frente a cada especificación de los requerimientos de Dios. Mediante la medida de su gracia proporcionada al ser humano, nadie debe perder el cielo. Todo el que se esfuerza, puede alcanzar la perfección del carácter. Esto se convierte en el fundamento mismo del nuevo pacto del evangelio. La Ley de Jehová es el árbol. El evangelio está constituido por las fragantes flores y los frutos que lleva.­ 1MS 248, 249 (1898).

En la obra de la redención no hay compulsión. No se emplea ninguna fuerza exterior. Bajo la influencia del Espíritu de Dios, el hombre está libre para elegir a quien ha de servir. En el cambio que se produce cuando el alma se entrega a Cristo, hay la más completa sensación de libertad. La expulsión del pecado es la obra del alma misma. Por cierto, no tenemos poder para librarnos a nosotros mismos del dominio de Satanás; pero cuando deseamos ser libertados del pecado, y en nuestra gran necesidad clamamos por un poder exterior y superior a nosotros, las facultades del alma quedan dotadas de la fuerza divina del Espíritu Santo y obedecen los dictados de la voluntad, en cumplimiento de la voluntad de Dios.­ DTG 431, 432 (1898).

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