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CAPÍTULO 78 | CONTROL DE UNA MENTE SOBRE OTRA | Mente, carácter y personalidad T2

  
78 CONTROL DE UNA MENTE SOBRE OTRA

Para cautivar la mente, se introducirán formas de corrupción similares a las que existieron entre los antediluvianos. La exaltación de la naturaleza como un dios, la desenfrenada licencia de la voluntad humana, los consejos de los impíos, son instrumentos de Satanás para alcanzar estos fines. Se valdrá del poder de una mente sobre otra para ejecutar sus planes. Lo más triste de todo es que, colocados bajo esa influencia engañosa, los hombres tendrán una apariencia de piedad sin estar en verdadera comunión con Dios. Como Adán y Eva, que comieron del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, muchos se alimentan hoy de los frutos del error.­ 3JT 271, 272 (1904).

He hablado claramente con respecto a la ciencia peligrosa que afirma que una persona puede poner su mente bajo el control de otra. Esta ciencia es diabólica.­ Carta 130 1/2, 1901.

En el tratamiento de los enfermos no debe pasarse por alto el efecto de la influencia ejercida por la mente. Aprovechada debidamente, esta influencia resulta ser uno de los agentes más eficaces para combatir la enfermedad.

Sin embargo, se afirma que hay una forma de curación mental que es de las más eficaces para el mal. Por medio de esta supuesta ciencia, se sujeta una mente a la influencia directiva de otra, de tal manera que la individualidad de la más débil queda sometida a la más fuerte. Sostiénese que cuando una persona pone en acción la voluntad de otra, el curso de los pensamientos puede modificarse, y pueden transmitirse impulsos saludables que capacitan a los pacientes para resistir y vencer la enfermedad. Este método de curación ha sido empleado por personas que desconocían su verdadera naturaleza y tendencia, y que lo creían útil para el enfermo. Pero esta ciencia espuria está fundada en principios falsos. Es ajena a la naturaleza y al espíritu de Cristo. No conduce hacia Aquel que es vida y salvación. Quien atrae las mentes hacia sí mismo las induce a separarse de la verdadera Fuente de su fuerza.

No es propósito de Dios que ser humano alguno someta su mente y su voluntad al gobierno de otro para llegar a ser instrumento pasivo en sus manos. Nadie debe sumergir su individualidad en la de otro. Nadie debe considerar a ser humano alguno como fuente de curación. Sólo debe depender de Dios. En su dignidad varonil, concedida por Dios, debe dejarse dirigir por Dios mismo y no por entidad humana alguna.

Dios quiere poner a los hombres en relación directa consigo mismo. En su trato con los seres humanos reconoce el principio de la responsabilidad personal. Procura fomentar en ellos el sentimiento de dependencia personal y hacerle sentir la necesidad de su dirección. Desea asociar lo humano con lo divino, para que los hombres se transformen a la imagen divina. Satanás procura frustrar este propósito, y se esfuerza en alentar a los hombres a depender de otros hombres. Cuando las mentes se desvían de Dios, el tentador puede someterlas a su gobierno y dominar a la humanidad.­ MC 185, 186 (1905).

No debería permitírsele a nadie que controlara la mente de otra persona, con la idea de que eso le proporcionará un gran beneficio. La cura mental es uno de los más grandes engaños que pueden practicarse con alguien. Se puede sentir un alivio temporal, pero la mente de la persona dominada nunca más será tan fuerte ni tan digna de confianza. Podemos ser tan débiles como la mujer que tocó el borde del manto de Jesús; pero si aprovechamos la oportunidad que Dios nos ha dado de acudir a él con fe, responderá tan rápidamente como lo hizo cuando se produjo ese toque de fe.

No es la voluntad de Dios que un ser humano someta su mente a la de otro. Cristo resucitado, que está sentado ahora en el trono a la diestra del Padre, es el poderoso sanador. Miren a él para recibir poder curativo. Sólo por medio de él pueden los pecadores acudir a Dios así como están. Jamás podrán lograrlo por medio de la mente de otro hombre. El ser humano jamás debe interponerse entre los agentes celestiales y los que sufren.­ Ms 105, 1901; (MM 115, 116).

Podemos ocuparnos en algo mejor que en dominar la humanidad por la humanidad. El médico debe educar a la gente para que desvíe sus miradas de lo humano y las dirija hacia lo divino. En vez de enseñar a los enfermos a depender de seres humanos para la curación de alma y cuerpo, debe encaminarlos hacia Aquel que puede salvar eternamente a cuantos acuden a él. El que creó la mente del hombre sabe lo que esta mente necesita. Dios es el único que puede sanar. Aquellos cuyas mentes y cuerpos están enfermos han de ver en Cristo al restaurador. "Porque yo vivo ­dice­, vosotros también viviréis" (Juan 14: 19).

Esta es la vida que debemos ofrecer a los enfermos, diciéndoles que si creen en Cristo como el restaurador, si cooperan con él, obedeciendo las leyes de la salud y procurando perfeccionar la santidad en el temor de él, les impartirá su vida. Al presentarles así a Cristo, les comunicamos un poder, una fuerza valiosa procedente de lo alto. Esta es la verdadera ciencia de curar el cuerpo y el alma.­ MC 187 (1905).

La disciplina de un ser humano que ha llegado a la edad del desarrollo de la inteligencia debería ser distinta de la que se aplica para domar a un animal. A éste sólo se le enseña sumisión a su amo. Para él el amo es mente, criterio y voluntad. Este método, empleado a veces en la educación de los niños, hace de ellos sólo autómatas. La mente, la voluntad y la conciencia están bajo el dominio de otro.

No es el propósito de Dios que se sojuzgue así ninguna mente. Los que debilitan o destruyen la individualidad de otras personas, emprenden una tarea que sólo puede dar malos resultados. Mientras están sujetos a la autoridad, los niños pueden parecer soldados bien disciplinados. Pero cuando cesa ese dominio exterior, se descubre que el carácter carece de fuerza y firmeza. No habiendo aprendido jamás a gobernarse, el joven no reconoce otra sujeción fuera de la impuesta por sus padres o su maestro. Desaparecida ésta, no sabe cómo usar su libertad, y a menudo se entrega a excesos que dan como resultado la ruina.­ Ed 288 (1903).

En asuntos de conciencia, el alma debe ser dejada libre. Ninguno debe dominar otra mente, juzgar por otro, o prescribirle su deber. Dios da a cada alma libertad para pensar y seguir sus propias convicciones. "De manera que cada uno de nosotros dará a Dios razón de sí" (Rom. 14:12).

Ninguno tiene el derecho de fundir su propia individualidad en la de otro. En los asuntos donde hay principios en juego "cada uno esté asegurado en su ánimo" (Rom. 14: 5). En el reino de Cristo no hay opresión señoril ni imposición de costumbres. Los ángeles del cielo no vienen a la tierra para mandar y exigir homenaje, sino como mensajeros de misericordia, para cooperar con los hombres en la elevación de la humanidad.­ DTG 505 (1898).

Las mentes de los hombres no deben ser manipuladas, ni enjaezadas, ni dirigidas por manos humanas Ms 43, 1895.

Dios permite que cada persona ejercite su individualidad. Ninguna mente humana debe sumergirse en otra mente humana. . . Si nosotros imitáramos el ejemplo de cualquier hombre -aun el de una persona a quien, a juicio nuestro, consideráramos casi perfecta de carácter- estaríamos poniendo nuestra confianza en un ser humano imperfecto y defectuoso, que es incapaz de comunicar una jota o un tilde de perfección a otro ser humano.­ NEV 110 (1902).

Debemos unirnos ahora. . . Pero recordemos que la unidad cristiana no significa que la identidad de una persona debe quedar ocultada en la de otra, ni que la mente de alguien debe controlar la de otro. Dios no le ha dado a nadie el poder que algunos, mediante palabras y actos, pretenden reclamar. El Señor quiere que cada hombre sea Ubre y siga las indicaciones de su palabra.­ 8T 212 (1904).

Ud. pertenece a Dios en alma, cuerpo y espíritu. Su mente pertenece al Señor, y sus talentos también. Nadie" 737 "tiene derecho de controlar la mente de otra persona, ni prescribirle cuál es su deber. Hay ciertos derechos que le corresponden a todo individuo que sirve al Altísimo. Nadie tiene más derecho de arrebatarnos esos privilegios que de quitarnos la vida. Dios nos ha dado libertad para pensar, y es nuestra oportunidad seguir nuestras impresiones acerca del deber. Somos sólo seres humanos, y un ser humano no tiene jurisdicción sobre la conciencia de otro... Cada uno de nosotros tiene una individualidad y una identidad que no pueden ser sometidas a la de ningún otro ser humano. Como individuos somos obra de Dios.­ Carta 92, 1895.

Sólo Dios debe ser el guía de la conciencia del hombre. La verdad ha de ser predicada doquiera se abra una puerta de oportunidad. Hay que explicar la Palabra de Dios a los que no conocen la verdad. Esta es la obra de los ministros de Dios. No deben enseñar a los hombres a que los miren a ellos, ni tratar de controlar las conciencias de los demás. "Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos" (Sant. 1: 5-8).­ Carta 26, 1907.

Propendemos a buscar simpatía y aliento en nuestro prójimo, en vez de mirar a Jesús. En su misericordia y fidelidad, Dios permite muchas veces que aquellos en quienes ponemos nuestra confianza nos chasqueen, para que aprendamos cuán vano es confiar en el hombre y hacer de la carne nuestro brazo. Confiemos completa, humilde y abnegadamente en Dios.­ MC 387 (1905). "738"

Abogar por la ciencia de la cura mental es abrir una puerta por la cual Satanás entrará para posesionarse de la mente y el corazón. Satanás controla tanto la mente que se somete para ser controlada por otra, como la mente que ejerce ese control. Quiera Dios ayudarnos a comprender la verdadera ciencia de la edificación en Cristo, nuestro Salvador y Redentor.­ NEV 111 (1901).

Los intereses más vitales para vosotros, individualmente, están bajo vuestro propio cuidado. Nadie puede dañarlos sin vuestro consentimiento. Todas las legiones satánicas no pueden haceros daño, a menos que abráis vuestra alma a las artes y dardos de Satanás. Nunca sobrevendrá vuestra ruina a menos que vosotros consintáis. Si no hay contaminación de vuestra mente, toda la contaminación que os rodea no puede mancharos.­ NEV 96 (1885).

Satanás no puede disponer de la mente o el intelecto, a menos que se lo entreguemos.­6CBA 1105 (1893).

La aceptación de la verdad de origen celestial pone la mente en sujeción a Cristo. Entonces la salud del alma, que proviene de recibir y seguir los principios puros, se revela en palabras y acciones de justicia. La fe que conduce a esto no es la fe que cree en el control de una mente sobre otra, hasta el punto de que alguien haga la voluntad de otra persona. Los miembros de iglesia que confían en esta ciencia pueden ser considerados sanos en la fe, pero esa fe no es la de Jesucristo. La fe de ellos es una fe en las obras que Satanás está haciendo. Está presentando gigantescos errores, y engaña a muchos mediante los milagros que hace. El hará cada vez más esta obra. Una iglesia sana está compuesta por miembros sanos, por hombres y mujeres que tienen una experiencia personal en la verdadera piedad.­ Carta 130, 1901. "739"

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