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CAPÍTULO 82 | EN ARMONÍA CON LA CIENCIA | Mente, carácter y personalidad T2

 


82 EN ARMONÍA CON LA CIENCIA

La verdadera educación no desconoce el valor del conocimiento científico o literario, pero considera que el poder es superior a la información, la bondad al poder y el carácter al conocimiento intelectual. El mundo no necesita tanto hombres de gran intelecto como de carácter noble. Necesita hombres cuya capacidad sea dirigida por principios firmes.­ Ed 225 (1903).

Dios es el autor de la ciencia. La investigación científica abre ante la mente vastos campos de pensamiento e información, capacitándonos para ver a Dios en sus obras creadas. La ignorancia puede intentar apoyar el escepticismo apelando a la ciencia; pero en vez de sostenerlo, la verdadera ciencia revela con nuevas evidencias la sabiduría y el poder de Dios. Debidamente entendida, la ciencia y la palabra escrita concuerdan, y cada una derrama luz sobre la otra. Juntas nos conducen a Dios enseñándonos algo de las leyes sabias y benéficas por medio de las cuales él obra.­ CM 411 (ed. PP); 325, 326 (ed. ACES) (1913).

El conocimiento verdadero es divino. Satanás insinuó en las mentes de nuestros primeros padres el deseo de un conocimiento especulativo. Por eso les dijo que ellos mejorarían en mucho su condición si seguían el curso contrario a la santa voluntad de Dios, porque Dios no los conduciría a la mayor altura intelectual. Sin embargo, no era el propósito de Dios que ellos obtuvieran un conocimiento basado en la desobediencia. Este era un vasto campo al cual Satanás estaba tratando de conducir a Adán y Eva; y es el mismo campo que él abre, con sus tentaciones, ante el mundo de hoy. . .

La gran razón por la cual tan pocos de entre los grandes hombres del mundo y los que tienen una educación superior obedecen los Mandamientos de Dios, es porque han separado la educación [ciencia] de la religión, pensando que cada una se desarrolla en un área diferente. Dios ha presentado un campo demasiado amplio para perfeccionar el conocimiento de la ciencia y la religión. Este conocimiento debía ser obtenido bajo supervisión divina; dependía de la inmutable ley de Jehová, y el resultado habría sido la perfecta felicidad.­ 5T 503 (1889).

Un conocimiento de la verdadera ciencia es poder; y es propósito de Dios que se lo enseñe en nuestras escuelas como preparación para la obra que ha de preceder a las escenas finales de la historia de esta tierra.­ CM 20 (ed. PP); 19 (ed. ACES) (1913).

El colegio de Battle Creek [primer colegio adventista] fue fundado para enseñar las ciencias y al mismo tiempo conducir a los estudiantes al Salvador, de quien proviene todo verdadero conocimiento. La educación adquirida sin la religión de la Biblia carece de su verdadero resplandor y de su gloria.

Yo procuro imprimir en nuestros alumnos la idea de que nuestro colegio debe ocupar una posición más elevada, desde el punto de vista educacional, que cualquiera otra institución de enseñanza. Así presento a los jóvenes opiniones, propósitos y objetivos más nobles para la vida, y propongo educarlos para que tengan un correcto conocimiento del deber del hombre y de los intereses eternos. El gran objetivo que se tuvo en vista al fundar nuestro colegio fue proporcionar opiniones correctas, al demostrar la armonía que existe entre la ciencia y la religión de la Biblia.­ 4T 274 (1879).

Los jóvenes que deseen entrar en el campo como predicadores o colportores, primero deben recibir un adecuado grado de preparación mental y adiestramiento especial para su vocación. Los que no están educados, preparados ni refinados, no están listos para entrar en un campo donde las poderosas influencias del talento y la educación combaten las verdades de la Palabra de Dios. Ni tampoco pueden hacer frente con éxito a las extrañas formas de error que combinan religión y filosofía, cuya refutación requiere un conocimiento de la verdad tanto científica como bíblica.­ OE 84 (1915).

Aunque el conocimiento de la ciencia es poder, el poder que Jesús vino a impartir personalmente es aún mayor. La ciencia de la salvación es la ciencia más importante que ha de aprenderse en la escuela preparatoria de la tierra. La sabiduría de Salomón es deseable, pero la de Cristo es mucho más deseable y esencial. Por la simple preparación intelectual no podemos llegar a Cristo; pero por él podemos alcanzar el más alto peldaño de la grandeza intelectual. Aunque no debe desalentarse la búsqueda del conocimiento del arte, la literatura y los oficios, el estudiante debe obtener primeramente un conocimiento experimental de Dios y su voluntad.­ CM 20 (ed. PP); 19 (ed. ACES) (1913).

Sin emplear la coacción, sin usar métodos de violencia, él [Cristo] funde la voluntad del ser humano con la de Dios. Esta es la ciencia de todas las ciencias verdaderas; porque efectúa un cambio extraordinario en la mente y el carácter: es la transformación que debería efectuarse en la vida de todos los que pasan por las puertas de la ciudad de Dios.­MeM 351 (1902).

Dios es el fundamento de todas las cosas. Toda verdadera ciencia está en armonía con las obras divinas; toda verdadera educación conduce a obedecer al gobierno de Dios. La ciencia despliega nuevas maravillas ante nuestros ojos, se remonta a lo alto y explora nuevas profundidades; pero en su investigación no produce nada que esté en conflicto con la revelación divina.­ 7CBA 928 (1884).

"Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios: mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos por siempre" (Deut. 29: 29). Nunca reveló Dios al hombre la manera precisa como llevó a cabo la obra de la creación; la ciencia humana no puede escudriñar los secretos del Altísimo. Su poder creador es tan incomprensible como su propia existencia.­ PP 105 (1890).

Dependemos de la Biblia para conocer el principio de la historia del mundo, la creación del hombre y su caída. Si eliminamos la Palabra de Dios, ¿qué podemos esperar sino quedarnos con fábulas y conjeturas, y con ese debilitamiento del intelecto que es el seguro resultado de aceptar el error?

Necesitamos la verdadera historia del origen de la tierra, la caída de Lucifer y la entrada del pecado en el mundo. Sin la Biblia, estaríamos confundidos por falsas teorías. La mente estaría sometida a la tiranía de la superstición y la falsedad. Pero, puesto que disponemos de la auténtica 773 historia de los comienzos del mundo, no necesitamos enredarnos con conjeturas humanas y teorías indignas de confianza.

Doquiera se encuentren los cristianos, deben estar en comunión con Dios. Y pueden disfrutar de la comprensión de la ciencia santificada. Sus mentes pueden fortalecerse, como la de Daniel, a quien Dios le dio "conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias". Entre todos los jóvenes que examinó Nabucodonosor, "no fueron hallados. . . otros como Daniel, Ananías, Misael y Azarías; así, pues, estuvieron delante del rey. En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo el reino" (Dan. 1: 19, 20).­ RH, 10 de noviembre de 1904.

Estas personas [que no creen en el informe de Génesis] han perdido la sencillez de la fe. Debería existir una fe arraigada en la divina autoridad de la Santa Palabra de Dios. La Sagrada Escritura no ha de juzgarse de acuerdo con las ideas científicas de los hombres. La sabiduría humana es una guía en la cual no se puede confiar. Los escépticos que leen la Sagrada Escritura para poder sutilizar acerca de ella, pueden, mediante una comprensión imperfecta de la ciencia o de la revelación, sostener que encuentran contradicciones entre una y otra; pero cuando se entienden correctamente, se las nota en perfecta armonía. Moisés escribió bajo la dirección del Espíritu de Dios; y una teoría geológica correcta no presentará descubrimientos que no puedan conciliarse con los asertos así inspirados. Toda verdad, ya sea en la naturaleza o en la revelación, es consecuente consigo misma en todas sus manifestaciones.­ PP 105, 106 (1890).

Necesitamos estar continuamente en guardia contra las sofisterías acerca de la geología y otras ramas de la falsamente llamada ciencia, que nada tienen que ver con la verdad. Las teorías de los grandes hombres necesitan ser 774 zarandeadas cuidadosamente y separadas del más ligero vestigio de incredulidad. Una semillita sembrada por maestros en nuestras escuelas, dará lugar a una cosecha de incredulidad si es recibida por los alumnos. Todo el brillo del intelecto que poseen los hombres ha sido dado por el Señor, y debe ser dedicado a su servicio.­ 7CBA 928 (1898).

El conocimiento es poder, pero es poder para bien únicamente cuando va unido con la verdadera piedad. Debe ser vivificado por el Espíritu de Dios, a fin de servir para los más nobles propósitos. Cuanto más íntima sea nuestra relación con Dios, tanto más plenamente podremos comprender el valor de la verdadera ciencia; porque los atributos de Dios, según se ven en sus obras creadas, pueden ser apreciados mejor por aquel que tiene un conocimiento del Creador de todas las cosas, el Autor de toda verdad. Los tales pueden hacer el más alto uso del conocimiento; porque cuando se hallan bajo el dominio completo del Espíritu de Dios, sus talentos alcanzan su más plena utilidad.­ CM 37 (ed. PP); 33 (ed. ACES) (1913).

Hay que fundar escuelas sobre los principios de la Palabra de Dios y controlarlas por sus preceptos. En nuestras escuelas debiera santificarse cada rama de la educación. Debería buscarse con fervor la dirección divina. Entonces, no obtendríamos en vano cualquier tipo de educación.

Las promesas de la Palabra de Dios nos pertenecen. Podemos esperar la presencia del Maestro celestial. Podemos ver la manifestación del Espíritu de Dios como en la escuela de los profetas, y notar que cada objeto participa de la consagración divina. La ciencia será entonces, como en el caso de Daniel, la sierva de la religión; y todo esfuerzo, desde el primero hasta el último, tenderá a la salvación del hombre en alma, cuerpo y espíritu, y será para la gloria de Dios por medio de Jesucristo.­ ST, 13 de agosto de 1885; (FE 99).

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