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Lección 8: EL CUMPLIMIENTO DE LAS PROFECÍAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO | Temas del evangelio de Juan | Libro complementario

 

 Lección 8:

EL CUMPLIMIENTO DE LAS PROFECÍAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO

Bill Knott

Los últimos cincuenta años de la historia del cristianismo occidental han sido un período de cambios y reajustes tumultuosos. Tras casi dos milenios en los que la iglesia cristiana fundamentó sus afirmaciones sobre la vida, el ministerio, la muerte, la resurrección y la continuidad del ministerio de Jesucristo en la autoridad del Textus Receptus del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, han surgido nuevos métodos para entender a Jesús, algunos de ellos con un fuerte impacto social.

En un extremo del espectro teológico, los resultados del Método Histórico-Crítico de estudio de las Escrituras, surgido en el Siglo de las Luces, pero perfeccionado a mediados del siglo XIX por eruditos europeos y estadounidenses, deconstruyeron el texto bíblico recibido en una amalgama de documentos distintos y a veces incluso incompatibles, cada uno de ellos escrito por una mano diferente y muy humana.

La "Alta Crítica", como llegó a conocerse, partía de una duda esencial sobre la autenticidad del texto recibido, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento. Le daba prioridad a la capacidad humana de evaluar, criticar y descartar aquellas partes de la Biblia que consideraba de origen dudoso o que, para quienes la empleaban, parecían incoherentes con su visión de la intención original de los autores. Una ilustración bien conocida de esta tendencia "desmitologizadora" es la labor del Jesús Seminar [Seminario de Jesús], que obtuvo atención internacional a raíz de las reuniones anuales de sus miembros. En ellas, se votaba mediante cuentas de colores la presunta autenticidad de los dichos de Jesús recogidos en los evangelios.

En una famosa decisión, el Seminario de Jesús llegó a la conclusión de que solo la frase "Padre nuestro" de lo que los cristianos conocen como "el Padre Nuestro" podía identificarse de manera fiable como una frase real de Jesús.

El Movimiento de Jesús

Otra tendencia que surgió hace medio siglo fue una reacción casi igual pero opuesta a la preocupación de los eruditos cristianos por el texto de las Escrituras. El Jesús Movement [Movimiento de Jesús], que surgió de los movimientos de avivamiento que se iniciaron durante la agitación social de la década de 1960, atrajo a cientos de miles de antiguos rebeldes sociales y librepensadores a la órbita de la fe cristiana a principios de la década de 1970. Las iglesias, las instituciones educativas e incluso los seminarios se vieron de repente repletos de cientos de jóvenes cristianos apasionados y comprometidos que hacían gran hincapié en la historia de su experiencia personal con Jesús. Para estos buscadores, la relación dinámica que mantenían con el Jesús resucitado prevalecía sobre el relato bíblico de su vida, ministerio, muerte y resurrección. El Jesús con el que ahora se identificaban le daba coherencia a su vida de los años '70, que en los '60 les había parecido incoherente. Para ellos, Jesús era principalmente una figura a la que había que adorar, alabar y seguir.

Cientos de personas se prepararon para el ministerio pastoral, fundaron nuevas congregaciones y le dieron un nuevo enfoque al llamado de Cristo al discipulado. Muchas de estas personas le dedicaron una atención profunda y dedicada a la revelación bíblica de Jesús. Otros siguieron haciendo hincapié principalmente en el carácter relacional de Jesús, incluida la devoción personal, la práctica de vidas sencillas y la importancia del rol del Espíritu en la creación de nuevas comunidades que fueran relevantes para los lugares en los que se establecían.

Durante este período, el pentecostalismo no dejó de avanzar. Giraba fundamentalmente en torno a la experiencia subjetiva de Jesús como Salvador e incluía un estilo de culto muy emotivo, el testimonio de milagros y el fenómeno de la glosolalia, o hablar en lenguas.

La devaluación de la Biblia

No debería sorprender a nadie que algunos elementos de cada uno de estos fenómenos surgieran también en el seno del movimiento mundial de los adventistas del séptimo día. Algunos eruditos adventistas con formación en los métodos histórico-críticos de estudio de la Biblia han cuestionado la historicidad e incluso la autenticidad de los documentos bíblicos. La repercusión que esto ha tenido en miles de estudiantes universitarios adventistas ha alejado a muchos de la fe en la Biblia, e incluso en el Dios que se declara revelado en sus páginas.

Por el contrario, un creciente enfoque neopentecostal en conocer a Jesús de forma vivencial ha hecho que decenas de miles de personas devalúen la revelación bíblica que nos asegura su realidad histórica, su carácter divino, la veracidad de sus enseñanzas, los testimonios de sus milagros y las pruebas de su resurrección. Desalentados por lo que consideran un hincapié excesivo en leer la Biblia para obtener información en lugar de conocer a Jesús como Salvador personal, en los últimos veinte años han surgido movimientos dentro del adventismo que prometen girar únicamente en torno a Jesús.

Una lectura completa del Evangelio de Juan es, por consiguiente, singularmente útil para conectar a Jesús con el testimonio perdurable del Antiguo Testamento sobre su vida y su ministerio venideros, y para ofrecer un testimonio sin igual sobre la poderosa experiencia de conocer a Jesús personalmente. Los conocidos relatos de los encuentros de Jesús con Nicodemo (cap. 3), con la samaritana junto al pozo (cap. 4), con el Inválido junto al estanque de Betesda (cap. 5), con el ciego de nacimiento (cap. 9) y con María y Marta, que lloran a Lázaro (cap. 11), afianzan el testimonio de Juan en la experiencia personal y directa de conocer a Jesús como el Hijo divino de Dios, el único que puede perdonar grandes pecados, el Sanador enviado por Dios y el único que puede resucitar a los muertos.

La fiabilidad del Antiguo Testamento

El Evangelio de Juan, redactado con toda seguridad después de los evangelios sinópticos de Mateo, Marcos y Lucas, es su testimonio particular y personal de su experiencia de caminar y hablar con Jesús: "Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero" (Juan 21:24). Juan alerta sin reparos a sus lectores que su Evangelio es una selección de entre otras muchas narraciones verídicas que podían haberse registrado: "Hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales, si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir" (vers. 25). De este modo, Juan da por sentado que sus lectores ya conocen bien los relatos de Mateo, Marcos y Lucas, y que confiarán en su autenticidad.

Pero, lo que debería silenciar para siempre a quienes intentan separar de forma antibíblica el testimonio de ambos Testamentos es el esfuerzo persistente e incansable de Juan por mostrarnos a Jesús como el cumplimiento, e incluso la encarnación, de docenas de profecías y afirmaciones del Antiguo Testamento. Juan podría perfectamente coincidir con el concepto que ha encontrado expresión en la frase "solo Jesús", siempre y cuando incluyamos en el "solo' Ma totalidad del testimonio del Antiguo Testamento sobre la persona y el ministerio de Jesús, y las sólidas descripciones que Juan hace de él. El "solo" del testimonio de Juan sobre Jesús es radicalmente inclusivo, no exclusivo: Juan no descansará hasta que los lectores hayan constatado cuán rico es el testimonio del Antiguo Testamento sobre la historia de Jesús.

Juan apoya con firmeza el testimonio de Jesús de su confianza en la veracidad y la fiabilidad del Antiguo Testamento. En una célebre reprimenda a los escribas y los fariseos que constantemente intentaban leerlo fuera de contexto, Jesús les dijo: "Ustedes estudian las Escrituras a fondo porque piensan que ellas les dan vida eterna. ¡Pero las Escrituras me señalan a mí! Sin embargo, ustedes se niegan a venir a mí para recibir esa vida" (Juan 5:39, 40, NTV). De este modo, Jesús sugiere enérgicamente que lo que les impide reconocer su papel como Mesías es su falta de voluntad para ver lo que es obvio en el texto.

Según Jesús, la negativa de los líderes judíos a aceptar su origen divino los lleva a devaluar los escritos de Moisés, a quien consideraban la autoridad suprema de su fe: "No soy yo quien los acusará ante el Padre, jMoisés los acusará! Sí, Moisés, en quien ustedes han puesto su esperanza. Si en verdad le creyeran a Moisés, me creerían a mí, porque él escribió acerca de mí; pero como no creen en lo que él escribió, ¿cómo creerán lo que yo digo?" (vers. 45-47, NTV). La negativa a ver lo que las Escrituras exponen claramente es señal de prejuicios e hipocresía profundamente arraigados, no de falta de información convincente.

En este pasaje decisivo, Jesús se hace eco de la lección que intentará enseñar a los dos discípulos de Emaús el día de su resurrección. Sin duda Juan conocía el Evangelio según Lucas, que había sido escrito varias décadas antes. La narración de Lucas muestra a Jesús respondiendo a la incapacidad de los dos discípulos para conectar los puntos del testimonio bíblico:" ¡lnsensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas y que entrara en su gloria?' Y comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían" (Luc. 24:25-27). En otras palabras, la falta de voluntad para ver a Jesús plenamente representado en el texto del Antiguo Testamento es, pues, según Jesús, el resultado de un rechazo deliberado, de la necedad o de la falta de estudio diligente por parte de los judíos.

Ningún libro podría esclarecer plenamente las muchísimas citas y alusiones al Antiguo Testamento en las que Juan sustenta su testimonio de Jesús. Como ya hemos señalado, el propio Juan recurre a un lenguaje exagerado para subrayar la imposibilidad de la tarea: "Pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir" (Juan 21:25).

Sin embargo, incluso un pequeño repaso a más de cien citas y alusiones de este tipo nos recuerda que Juan espera que sus lectores estén plenamente familiarizados con el testimonio del Antiguo Testamento. Al igual que con su otra gran obra, el Apocalipsis, es imposible leer y comprender su obra a menos que estemos dispuestos a descubrir las estrechas conexiones entre el Antiguo Testamento y el ministerio de Jesús en la Tierra y en el Cielo. Algunos autores se refieren a este método como intertextualidad: la construcción o disposición deliberada de un texto para citar, reflejar, aludir o establecer un paralelismo con otra obra existente. Prácticamente en todo lo que Juan escribe sobre Jesús en su Evangelio, da por sentado que sus lectores "percibirán" que sus palabras se hacen eco de lo que era el único Testamento conocido en su época.

En cada una de las 21 divisiones capitulares del Evangelio de Juan hay un promedio de 5 alusiones o citas del Antiguo Testamento. Entre ellas, se incluye la construcción paralela deliberada de las líneas iniciales de Juan con las de las primeras líneas del libro del Génesis. Juan sitúa deliberadamente su relato sobre Jesús en el contexto de los acontecimientos más trascendentales que han ocurrido en la historia del mundo. "En el principio creó Dios los cielos y la tierra" (Gén. 1:1) resuena en el anuncio igualmente trascendental de Juan: "En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Este estaba en el principio con Dios. Todas las cosas por medio de él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho" (Juan 1:1-3).

En su primera Epístola, Juan nos dice que el Jesús con el que caminó y conversó era el Señor cósmico de todo: "Lo que ha sido desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado, lo que hemos tocado con las manos, esto les anunciamos respecto al Verbo que da vida. Esta vida se manifestó. Nosotros la hemos visto, damos testimonio de ella y les anunciamos" (1 Juan 1:1, 2, NVI). Juan afirma asimismo la verdad fundamental de que Dios, cuya gloria no permitía que se lo mirara ("No podrás ver directamente mi rostro, porque nadie puede verme y seguir con vida" [Éxo. 33:20, NTV]), solo se puede conocer en la persona de Jesús: "A Dios nadie lo ha visto jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él lo ha dado a conocer" (Juan 1:18).

No se trata de alusiones casuales o incidentales; son afirmaciones teológicas de primer orden y son esenciales, según nos dice Juan, para comprender correctamente la totalidad de Dios y su revelación en Jesús.

Juan también vincula el ministerio de Juan el Bautista con la obra del Mesías prometido en el Antiguo Testamento. Cuando le preguntaron por su identidad, el Bautista respondió: "Yo soy la voz que clama en el desierto: 'Enderecen el camino del Señor', como dijo el profeta Isaías" (Juan 1:23, RVC).

Aunque la referencia a Isaías 40 no es textual, la intención de Juan es relacionar inequívocamente la totalidad del ministerio del Mesías, prefigurado en el libro de Isaías.

Juan el Bautista también identifica explícitamente a Jesús como el portador del pecado prefigurado en Isaías 53. Isaías escribió: "Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como un cordero fue llevado al matadero" (Isa. 53:6, 7).

El evangelista Juan cita a Juan el Bautista, diciendo: "¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!" (Juan 1:29). Y, mirando a Jesús mientras caminaba, dijo: "¡He aquí el Cordero de Dios!" (vers. 36).

"A todos atraeré a mí mismo"

En su conversación con Nicodemo, que quizás haya sido la persona más versada en Biblia que conoció a Jesús, Cristo se asocia con la serpiente levantada en una asta para curar a los israelitas moribundos. El propio Moisés relata que hizo "una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta. Y cuando alguna serpiente mordía a alguien, este miraba a la serpiente de bronce y vivía" (Núm. 21:9). En una clara representación de la forma en que moriría en una cruz para salvar a los mordidos por el pecado, Jesús le dice a este erudito de la Tora: "Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado" (Juan 3:14). "Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo" (Juan 12:32).

Con el apóstol Pablo, cuyo testimonio de Jesús también se apoyaba en el Antiguo Testamento, Juan afirmaría: "Cristo es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes que todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten" (Col. 1:15-17).

 

 

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