Lección 8: LIBRE ALBEDRÍO, AMOR Y PROVIDENCIA DIVINA | El amor de Dios y su justicia | Sección maestros
LIBRE ALBEDRÍO, AMOR Y PROVIDENCIA DIVINA
RESEÑA
Enfoque del estudio: Salmo
81:11-14; Lucas 7:30; 13:34; Tito 1:2; Hebreos 6:18.
Introducción: Aunque
Dios es omnipotente y soberano, no es responsable de todo lo que sucede. Hay
cosas que Dios no hará ni puede hacer desde el punto de vista de la naturaleza
moral de su carácter. Sin embargo, la providencia divina puede transformar una
situación terrible en una bendición.
Temática de la lección
La lección de esta semana
enfatiza tres ideas principales:
Dios es soberano, aunque no
todos sus deseos se cumplan: Dios no determina todo
lo que sucede. Aunque es todopoderoso, está moralmente comprometido con el
libre albedrío humano. En consecuencia, no todo lo que sucede está en armonía
con sus deseos, sino que es consecuencia de las decisiones de las criaturas
moralmente libres. Dios es soberano en el sentido de que hace realidad su
propósito providencial (voluntad ideal) y tiene en cuenta las decisiones libres
de sus criaturas, que pueden ser contrarias a lo que él prefiere y hacen entrar
en acción lo que podríamos llamar su voluntad reparadora.
La omnipotencia de Dios no
excluye el libre albedrío humano: Hay cosas que Dios no
hará y no puede hacer en razón de su carácter moral. Este concepto es
significativo para nuestra comprensión de la providencia divina en el mundo.
Las acciones providenciales de Dios son coherentes con su amor y no son impuestas
por él; es decir, no anulan la libre elección humana. Por lo tanto, la
omnipotencia de Dios no excluye el libre albedrío de sus criaturas.
La providencia divina
incluye acciones ideales y correctivas: Las acciones
providenciales de Dios no se definen solo en los términos de su voluntad ideal,
basada exactamente en lo que Dios desea, sino que incluyen intervenciones
reparadoras que se apartan de lo que Dios prefiere para sus criaturas. Aun así,
Dios puede transformar una situación contraria a su voluntad moral en algo que
esté alineado con su deseo ideal.
¿Es todo lo que ocurre en
nuestra vida el fruto de la voluntad de Dios? ¿Por qué sí o por qué no? ¿Qué
has aprendido acerca de la providencia divina a partir de la historia de José?
Dios
es soberano, aunque no todos sus deseos se cumplan
Uno de los interrogantes
clave debatidos en el libro FourViews on Divine Providence [Cuatro
perspectivas acerca de la providencia divina] es si Dios siempre consigue lo
que desea. Esta pregunta plantea el desafío de cómo "conciliar la
responsabilidad moral del ser humano con la soberanía de Dios" (Dennis W.
Jowers, ed., Four Views on Divine Providence [Zondervan,
2011], p. 10). Si Dios siempre consigue lo que quiere, entonces nadie puede
hacer algo diferente de lo que Dios desea y, en consecuencia todo lo que sucede en el
mundo está de acuerdo con sus deseos, incluyendo lo malo. En última instancia,
esto nos llevaría a concluir que Dios es el culpable de que el mal exista en
este mundo. Pero esta imagen es contraria a la benevolencia amorosa de Dios y a
la libertad moral de sus criaturas, como se observa en las Escrituras.
Hay varios lugares en las
Escrituras donde algunas personas, incluso el pueblo de Dios, actúan de manera
diferente de lo que Dios desea. En el Salmo 81:11 al 14, al llamar a Israel
para que se arrepienta, el Señor se queja de que su pueblo "no oyó"
su "voz, e Israel no me quiso a mí. Por eso los dejé a la dureza de su
corazón, y caminaron en sus propios consejos. ¡Si mi pueblo me hubiera
escuchado, si en mis caminos hubiera andado Israel! En un momento habría yo
derribado a sus enemigos y vuelto mi mano contra sus adversarios".
Asimismo, en Isaías 66:4 el Señor subraya tristemente que, cuando él llamó,
"nadie respondió; cuando hablé, no escucharon; antes hicieron lo malo ante
mis ojos y eligieron lo que me desagrada".
En Ezequiel 18:23, Dios
afirma que no se complace en la muerte de los malvados. Por el contrario, su
deseo es que los malvados se arrepientan y vivan. En los evangelios se nos dice
que "los fariseos y los sabios de la ley [...] desecharon el plan de Dios
para ellos" (Luc. 7:30). Del mismo modo, Jesús se lamenta porque Jerusalén
vivía en rebelión contra sus deseos: "¡Cuántas veces quise juntar a tus
hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de sus alas! Y no quisiste"
(Luc. 13:34).
Este cuadro bíblico indica
que las decisiones de sus criaturas moralmente libres no anulan la soberanía de
Dios, ni impiden que sus deseos divinos queden insatisfechos. Esto se debe a
que existe una diferencia entre la voluntad ideal de Dios y su voluntad
efectiva. En última instancia, tal como enfatiza Job, "ningún plan tuyo
[de Dios] puede ser frustrado" (Job 42:2). Peckham sugiere que "Dios
no siempre consigue lo que quiere (su voluntad ideal), pero sin duda cumplirá
su propósito providencial general y amoroso (su voluntad efectiva)"
("Providence and God's unfulfilled desires", Philosophia
Christi 15, N° 2 [2013], p. 236). Más concretamente, "Dios se
sujetó voluntariamente al descontento temporal provocado por el mal. Sin
embargo, él está satisfecho en el sentido general de que su propósito se
cumplirá en última instancia y ello hará posible la máxima satisfacción para
todo el universo dentro de una relación de amor eternamente armoniosa" (ibid., p.
235).
La
omnipotencia de Dios no excluye el libre albedrío humano
Como Dios todopoderoso, el
Señor puede hacer cualquier cosa. Nada es imposible para él (Gén. 18:14; Mar.
14:36; Luc. 18:27). Por lo tanto, desde el punto de vista de su poder y
libertad de acción, Dios puede hacer lo que quiera. Sin embargo, desde el punto
de vista de la naturaleza moral de su carácter y de sus decisiones libres
respecto de la existencia y la realidad del mundo creado, hay cosas que no hará
y que, en ese sentido, no puede hacer. Desde esta perspectiva, la Escritura
afirma que Dios no puede hacer ciertas cosas. Por ejemplo, "no
miente" (Tito 1:2; ver también Heb. 6:18); "no puede ser tentado por
el mal" (Sant. 1:13); y "no puede negarse a sí mismo" (2 Tim.
2:13).
Esta concepción del carácter
moral de Dios es importante para nuestra comprensión de la providencia divina;
es decir, de las acciones de Dios en el mundo. Aunque él tiene el poder y la
libertad de hacer cualquier cosa como parte de su providencia, sus acciones
providenciales están limitadas por la naturaleza moral de su carácter y sus
decisiones. Elena de White subraya que "Dios no violenta nunca la voluntad
o la conciencia" de sus criaturas (El conflicto de los siglos, p.
649). En El camino a Cristo, ella menciona que "Cristo
está dispuesto a liberarnos del pecado, pero él no fuerza la voluntad; y si por
la persistencia en la transgresión la voluntad se inclina enteramente al mal, y
no deseamos ser libres, si no queremos aceptar
su gracia, ¿qué más puede hacer? Hemos obrado nuestra propia destrucción por
causa de nuestro deliberado rechazo de su amor" (p. 30).
Este principio significa
que, debido a su carácter amoroso, la omnipotencia de Dios no excluye el libre
albedrío de sus criaturas. Sus acciones providenciales no fuerzan la
conciencia, lo que explica por qué apela amorosamente a nuestras mentes para
que elijamos la vida y no la muerte (Deut. 30:15-20) y para que no endurezcamos
nuestros corazones a su voz (Heb. 3:7, 8). Aunque él desea la salvación de
todos (Eze. 33:11; i Tim. 2:4-6; Tito 2:11; 2 Ped. 3:9), la Biblia no enseña
que todos se salvarán (ver, por ejemplo, Mat. 25:31-46; Juan 5:28, 29).
La actividad providencial de
Dios es coherente con su amor. Por definición, una relación amorosa no puede
ser forzada, sino que implica necesariamente la libre elección. Como fuente del
amor (1 Juan 4:7, 8), Dios no fuerza ni determina nuestro amor, sino que
expresa su profundo amor por nosotros con el deseo de infundir ese amor en
nosotros (Juan 3:16; 1 Juan 4:19). Según 1 Juan 4:19, "nosotros lo amamos
a él porque él nos amó primero". Un amor genuino hacia Dios se basa en una
convicción personal acerca de su carácter amoroso y justo. Como lo expresa
bellamente Elena de White: "Solo el servicio por amor puede ser aceptable
para Dios; la lealtad de sus criaturas debe basarse en la convicción de su
justicia y benevolencia" (Patriarcas y profetas, p. 22).
La
providencia divina incluye acciones ideales y correctivas
Teniendo en cuenta que la
soberanía de Dios no excluye sus deseos insatisfechos y que su omnipotencia no
significa que sus acciones providenciales fuercen las decisiones de sus
criaturas, la providencia divina no debe ser definida solo en términos de acciones
ideales derivadas de la voluntad o deseo ideal de Dios. En vista de que muchas
situaciones son causadas por decisiones humanas incompatibles con la voluntad
moral de Dios, algunas acciones providenciales divinas son de naturaleza
reparadora, en el sentido de que Dios transforma una situación contraria a su
voluntad moral en algo que está alineado con su deseo moral ideal.
La noción de la acción
divina providencial y reparadora se observa especialmente en la historia de
José. Él interpreta la ambigüedad de que su dolorosa pero asombrosa experiencia
de vida estuvo paradójicamente influida tanto por las malas intenciones humanas
como por la amorosa providencia divina. Lo primero no excluye lo segundo. Lo
segundo no justifica lo primero. En Génesis 50:20, José dice a sus hermanos:
"Ustedes pensaron mal sobre mí, pero Dios lo encaminó para bien, para
hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo". En resumen,
la providencia de Dios transforma una situación miserable, resultado de las
malas intenciones y acciones injustificables de los seres humanos, en una
bendición que nunca podríamos prever.
Elena de White utiliza la
terminología propia de la anulación o revocación para describir la providencia
reparadora de Dios: "Fue la envidia lo que impulsó a los hermanos de José
a venderlo como esclavo; esperaban impedir que llegara a ser superior a ellos.
Y, cuando fue llevado a Egipto, se vanagloriaron de que ya no serían molestados
por sus sueños y de que habían eliminado toda posibilidad de que estos se
cumplieran. Pero su proceder fue contrarrestado por Dios al ocasionar el mismo
acontecimiento que trataban de impedir" (Patriarcasy profetas, p.
216).
Aunque no siempre sigamos
los deseos de Dios para nuestra vida, él puede transformar cualquier situación
terrible en una bendición. A partir de este punto, analiza con tus alumnos las
siguientes preguntas:
1. ¿Qué
debe cambiar en nuestra vida para que podamos depender de la voluntad de Dios
en nuestra experiencia espiritual? ¿Cómo podemos procurar que nuestras
decisiones libres no estén en conflicto con la voluntad de Dios?
2. Nuestro
fracaso espiritual no afecta el amor que Dios siente por nosotros. ¿Cómo nos
motiva esta maravillosa verdad a la hora de predicar el evangelio?
3. ¿Cómo
podemos explicar adecuadamente a los niños que no todo lo que sucede es la
voluntad directa de Dios?
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