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Lección 9: EL CONFLICTO CÓSMICO | El amor de Dios y su justicia | Libro complementario

 

Lección 9:

EL CONFLICTO CÓSMICO

Cuando éramos niños, mi hermana y yo solíamos pasar un par de semanas del verano en casa de mi abuela, en una zona rural del Estado de Nueva York, con dos primos mayores: Teddy y su hermano menor, Jimmy.

Recuerdo perfectamente el día en que encontraron una ventana rota. Mi abuela era una persona muy sensata, así que cuando llegó la hora de cenar, nos dijo que nadie comería hasta que la persona que había roto la ventana confesara el hecho. Luego, se volvió hacia Jimmy y le dijo: "Cuando estés listo para confesar, todos podremos comer". Cuando salió de la habitación, Teddy empezó a presionar a Jimmy para que confesara, pero él no lo hacía. Finalmente, Teddy nos dijo a mi hermana y a mí que probablemente lo había hecho una ardilla, pero que confesaría para que todos pudiéramos comer. Teddy nos pareció un héroe.

Muchos años después, mientras recordábamos esos tiempos durante un evento familiar, Teddy nos dijo: "Ustedes saben que yo fui quien rompió esa ventana, ¿verdad?"

Jimmy había sido acusado injustamente.

Cuando las cosas van mal en nuestro mundo, ¿a quién se suele acusar? Muchos preguntan: Dios, ¿por qué has hecho o permitido esto?

Como fue señalado en el capítulo anterior, algunos afirman que, dado el tipo y la cantidad de mal presente en el mundo, es improbable que Dios exista.

Muchos afirman que la defensa o argumentación basada en el libre albedrío no es por sí misma capaz de explicar el evidente problema del mal. Por un lado, parece que Dios podría haber evitado muchos males que ocurren sin socavar el libre albedrío. Por ejemplo, un Dios todopoderoso podría evitar muchos desastres "naturales" (huracanes, inundaciones, enfermedades) sin socavar el libre albedrío de sus criaturas humanas. Del mismo modo, parece que Dios podría evitar accidentes aéreos advirtiendo de antemano acerca de ellos a los potenciales damnificados.

En estos y otros aspectos hay más elementos intervinientes cuando se observa el cuadro completo. De hecho, como veremos a continuación, las Escrituras establecen un marco referencial más amplio: una controversia cósmica que los adventistas llamamos "el Gran Conflicto". Este mundo forma parte de una zona de guerra cósmica, lo que nos ayuda a entender por qué a menudo parece que el mal reina en nuestro planeta. En resumen, en este mundo hay un gobernante enemigo que está en guerra contra Dios y su pueblo.

Este capítulo pasa así al siguiente punto crucial acerca del problema de la existencia del mal: el escenario del Conflicto Cósmico (Mat. 13:24-30). La razón por la que Dios permite la existencia del mal, más allá del libre albedrío, es el marco más amplio del Conflicto Cósmico en el que Satanás y sus secuaces se oponen al gobierno amoroso de Dios.

UN ENEMIGO HIZO ESTO

Si Dios es totalmente bueno y todopoderoso, ¿por qué existe el mal? ¿Por qué permitió que apareciera? Jesús dio una respuesta simple pero extremadamente profunda: "Un enemigo hizo esto" (Mat. 13:28).

Esta respuesta aparece en la parábola de Jesús acerca del trigo y la cizaña. En ella, un hombre (que representa a Cristo) "sembró buena semilla en su campo. Pero mientras sus hombres dormían, vino su enemigo, sembró cizaña entre el trigo y se fue" (Mat. 13:24, 25). Cuando la cizaña, que representaba el mal, se hizo evidente entre el trigo, los siervos le preguntaron: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Por qué tiene cizaña?" (vers. 27). Lo mismo se pregunta hoy la gente: Si el mundo era perfecto cuando salió de las manos de Dios, ¿por qué hay maldad en él?

El dueño del campo responde a ese interrogante: "Un enemigo hizo esto" (vers. 28). "¿Quieres que vayamos y la arranquemos?", preguntan los siervos (vers. 28). Del mismo modo, muchos se preguntan hoy por qué Dios no erradica el mal de inmediato. La respuesta del dueño del campo encierra la solución: "No, para que al sacar la cizaña no arranquen también el trigo. Dejen crecer juntos lo uno y lo otro hasta la siega" (vers. 29, 30).

Dios erradicará el mal, pero arrancarlo antes de tiempo provocaría daños colaterales e irreversibles en el bien. Esta parábola ofrece un esbozo del conflicto entre Cristo y Satanás. El mal es el resultado de la acción de Satanás, no de Dios, permitida temporalmente porque lo contrario provocaría una tragedia aún mayor.

Si Dios desarraigara prematuramente el mal sin que los seres humanos comprendieran lo que ha sucedido y por qué Dios actúa como lo hace, las personas servirían a Dios por temor, no por amor.1 En el Gran Conflicto, sin embargo, el mal será totalmente desenmascarado y todas las criaturas de Dios comprenderán que él es amor, que todo? sus mandatos y acciones siempre han sido y serán fruto del amor y destinados a la felicidad última de todos. Dios no deseaba que el mal ingresara en su Creación, pero lo permitió temporalmente porque hacer lo contrario excluiría o perjudicaría gravemente el amor.

LA ENTRADA DEL MAL

Muchos se preguntan por qué Dios no creó un mundo sin maldad. Pues, sí lo hizo. Génesis 1:31 dice: "Entonces Dios contempló todo lo que había hecho, y vio que era bueno en gran manera". El mal fue introducido en la Creación perfecta de Dios por un enemigo y desde otro lugar.

Adán y Eva vivían originalmente en perfecta armonía moral con Dios y entre sí (Gén. 2:25). Sin embargo, poseían libertad moral, como lo demuestra el hecho de que Dios les dijo que podían comer de cualquier árbol del jardín, excepto de uno (Gén. 2:16,17).2 En Génesis 3:1, la serpiente tergiversa sutilmente esa orden al preguntar: "¿Así que Dios les dijo que no coman de ningún árbol del huerto?" De hecho, ¡esto sugería prácticamente lo contrario de lo que Dios había dicho! Eva respondió que solo había un árbol del que no debían comer para no morir (vers. 2,3).

La serpiente sembró sutilmente la duda con su primera pregunta, pero ahora contradice directamente las palabras de Dios al afirmar: "No es cierto. No morirán; sino que Dios sabe que el día que ustedes coman de él se les abrirán los ojos, y serán como Dios, conocedores del bien y del mal" (vers. 4, 5). Esto constituyó un ataque directo al carácter de Dios, ya que, según la serpiente, Dios era un mentiroso que no quería lo mejor para Adán y Eva, sino que retenía algo bueno, el conocimiento, a fin de oprimirlos. Eva tenía que elegir entre creer lo que Dios había dicho o aceptar las insidiosas calumnias de la serpiente acerca del carácter de Dios.

Desgraciadamente, Adán y Eva decidieron desobedecer y comer el fruto prohibido. Como resultado, sus ojos quedaron inmediatamente abiertos al mal. Habían estado desnudos y sin vergüenza (Gén. 2:25), pero después trataron de enmascarar su culpa y tuvieron miedo de Dios; de quien los había creado, amado y solo deseaba su bien (Gén. 3:7-10). Adán culpó a Eva, e indirectamente a Dios, quien se la había dado, mientras que Eva culpó a la serpiente, lo que puso de manifiesto el conflicto relacional causado por el pecado (vers. 12,13). El pecado separa de Dios (Isa. 59:2) y repele el amor. La intención creadora de Dios de entablar una relación de amor recíproco quedó así rota y en peligro.

Mediante ese primer pecado, Satanás se convirtió temporalmente en el "príncipe de este mundo" (Juan 12:31; 14:30; 16:11; cf. Luc. 4:6; 2 Cor. 4:4). Y el mal, junto con sus consecuencias -el sufrimiento y la muerte-, pasaron a formar parte de la experiencia humana universal, ya que cada descendiente de Adán y Eva heredó una inclinación hacia el pecado -la naturaleza pecaminosa-, a causa de la cual todos pecamos y morimos (Rom. 5:12; cf. 6:23). En el siguiente capítulo del Génesis, Caín, el hijo de Adán y Eva, cometió el primer asesinato al dar muerte a su hermano Abel (Gén. 4:8). Desde ese momento, los seres humanos se han infligido horrendos males y sufrimientos unos a otros.

Sin embargo, incluso en medio de la casi desesperanza provocada por el pecado, Dios responde con una gracia asombrosa al declarar la buena noticia de la salvación futura que se logrará mediante la victoria de Cristo sobre Satanás gracias al Plan de Redención: la serpiente herirá el talón de Cristo, pero Cristo aplastará la cabeza de la serpiente (Gén. 3:15). Aquí, el evangelio es enmarcado dentro del Gran Conflicto, desarrollado en el resto de las Escrituras. Cristo soporta el sufrimiento definitivo y, al hacerlo, redime a todos los que lo aman, al tiempo que derrota a Satanás y asegura la erradicación final del mal, el sufrimiento y la muerte.

Esta historia de la entrada del mal en nuestro mundo pone de relieve un conflicto en torno a la verdad acerca de Dios. ¿A quién creerás? A lo largo de la Escritura, el Conflicto Cósmico se centra en si decidiremos creer a Dios o las mentiras de la serpiente acerca de él.

Más adelante, la Biblia identifica a esta "serpiente antigua" como "el diablo y Satanás, que engaña a todo el mundo" y como "el acusador de nuestros hermanos, quien los acusaba día y noche ante nuestro Dios" (Apoc. 12:9,10; cf. 20:2, 3). En consecuencia, Pablo se refiere a Satanás como "el dios de este siglo", que "cegó" las mentes de los incrédulos (2 Cor. 4:4; cf. Hech. 26:28). Quien finalmente se convirtió en Satanás había sido creado como un perfecto ángel de luz (ver Eze. 28:12,15), pero hizo mal uso de su libre albedrío, cayó y condujo a otros ángeles a la rebelión (2 Ped. 2:4; cf. Jud. 6; Apoc. 12:14). Satanás "y sus ángeles combatieron" contra el Reino de Dios (Apoc. 12:7-9).

Según Ezequiel 28, este conflicto se originó en el corazón de un ángel perfecto que eligió rebelarse contra Dios. Ezequiel 28:12 se dirige crípticamente al "rey de Tiro", pero no se refiere simplemente a un rey humano, como lo demuestra el hecho de que se lo llame "el modelo de la perfección, lleno de sabiduría y acabado en hermosura" (vers. 12), se diga que estuvo presente "en el Edén, en el huerto de Dios" (vers. 13), y se lo defina como "ungido querubín grande, protector" en "el santo monte de Dios" (vers. 14). Este ser era, pues, un ángel que servía junto al mismo Trono de Dios, un querubín protector, representado en el Santuario por los querubines que estaban sobre el Arca del Pacto, o Alianza (Éxo. 25:9; Eze. 28:16). Dos veces declara el texto que este ángel era "perfecto": "Perfecto eras en todos tus caminos desde el día en que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad" (Eze. 28:15; cf vers. 12). Esto podría referirse al propio Satanás.3

¿Cómo surgió el mal en esta criatura "perfecta"? Satanás pecó al volverse orgulloso, ya que su "corazón se enalteció a causa" de su "hermosura" y "corrompió" su "sabiduría" (vers. 17). Isaías 14 describe asimismo el intento de Satanás de exaltarse por encima de Dios: "Subiré al cielo, en lo alto, por encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono, en el Monte de la Reunión, al lado norte me sentaré. Sobre las altas nubes subiré, y seré semejante al Altísimo" (Isa. 14:13, 14). Como tal, Satanás se "llenó de iniquidad" por su "intenso trato comercial" (Eze. 28:16; cf. vers. 18). El término traducido como "comercio" (rekullah) deriva de la raíz hebrea rakil, que se refiere a la "calumnia" (ver Lev. ig:r6; Prov. 20:19).4 Así Satanás hizo en el Edén: calumniar y difamar maliciosamente a Dios al describirlo como mentiroso y egoísta con el fin de fomentar la rebelión, lo mismo que hizo en el Cielo (el "monte de Dios") al sembrar semillas de discordia entre los ángeles.

Aunque estos pasajes arrojan luz acerca de cómo surgió el mal, la razón por la que un ser perfecto dio origen al pecado seguirá siendo siempre un misterio, pues no existe ninguna explicación o excusa racional para ello. El pecado de Satanás fue totalmente descabellado e injustificable. Elena de White comenta:

Es imposible explicar el origen del pecado y dar una razón para su existencia. Sin embargo, se puede entender suficientemente lo que atañe al origen y a la disposición final del pecado, para hacer enteramente manifiesta la justicia y la benevolencia de Dios en su modo de proceder con el mal. Nada se enseña con mayor claridad en las Escrituras que el hecho de que Dios no fue en nada responsable de la aparición del pecado; de que no hubo retención arbitraria de la gracia divina ni error alguno en el gobierno divino que dieran lugar al surgimiento de la rebelión. El pecado es un intruso, y no hay razón que pueda explicar su presencia. Es misterioso, inexplicable; excusarlo equivaldría a defenderlo.5

LA NATURALEZA DEL CONFLICTO

Sin embargo, muchos se preguntan cómo podría existir un conflicto entre el Dios todopoderoso y una mera criatura, como el Diablo o cualquier otra. Nadie podría oponerse a Dios en un conflicto que tuviera que ver exclusivamente con el poder. Este conflicto debe ser, pues, de otro tipo.

En efecto, se trata de un conflicto acerca de lo que es verdad y lo que es bueno, un conflicto en el que Satanás libra una guerra de desinformación y calumnias o falsas acusaciones contra el carácter y el gobierno de Dios. Un conflicto así no puede ser resuelto mediante el poder, sino que requiere una demostración reivindicatoria.

Recordemos que las Escrituras identifican a la "serpiente" del jardín como el Diablo, que "engaña a todo el mundo" y "el acusador de nuestros hermanos, quien los acusaba día y noche" (Apoc. 12:9, 10; cf. 20:2, 3). En otro lugar, Jesús identifica al Diablo como "homicida desde el principio" y "mentiroso y padre de mentira" (Juan 8:44; cf. 2 Cor. 11:3). Notablemente, la palabra griega traducida como "diablo" (diabolos) es usada en la Biblia también con el sentido de "calumniador". Las Escrituras describen sistemáticamente a Satanás como el archiengañador y calumniador que continuamente acusa a Dios de no ser justo y de no amar realmente, de no tener en cuenta nuestros mejores intereses. Esa mentira, creída por las criaturas de Dios, fue y es suficiente para perturbar las relaciones amorosas entre ellas y Dios y, en consecuencia, la armonía de todo el universo.

Como ya se ha señalado, este conflicto gira en torno a si elegiremos creer a Dios o las mentiras de la serpiente acerca de él. Si se aceptan las afirmaciones de la serpiente contrarias al carácter de Dios, la confianza y el amor, de los que depende la armonía de todo el universo, quedarían destrozados. En consecuencia, Dios se compromete a demostrar la falsedad de las acusaciones del Diablo, no por su propio bien, sino por amor a sus criaturas. La restauración del cosmos depende de que Dios demuestre que las acusaciones del Diablo son falsas, de modo que Dios pueda reconciliar al mundo consigo mismo de un modo plenamente coherente con la justicia y el amor.

No obstante, la falsedad de las acusaciones de Satanás no puede ser demostrada mediante el uso de la fuerza o el poder. ¿Cuánto poder necesitaría ejercer un gobernador acusado falsamente de corrupción para demostrar que tales acusaciones son falsas? Ninguna cantidad de poder o fuerza, por grande que fuera, sería suficiente para ello. De hecho, valerse del poder para silenciar tales acusaciones no haría más que reforzarlas. Un conflicto acerca del carácter simplemente no puede resolverse con poder, sino solo con una demostración de la verdad y de la falsedad de las acusaciones hechas.

Así, en contraste con Satanás, el Padre de la mentira y difamador supremo, quien obra continuamente para engañar al mundo (Juan 8:44; Apoc. 12:9), Cristo vino a la Tierra "para dar testimonio de la verdad" (Juan 18:37). Asimismo, en contraste con Satanás, el calumniador acusador de Dios y de su pueblo ante la corte celestial (Apoc. 12:10; cf. 13:6; Job 1, 2; Zac. 3:1,2; Jud. 9), Cristo demuestra definitivamente la justicia y el amor perfectos de Dios por medio de la Cruz (Rom. 3:25,26; 5:8) y, por lo tanto, desbarata las acusaciones de Satanás en la corte celestial (Apoc. 12:10,11).

Y, en contraste con Satanás, quien se aferra al poder como gobernante usurpador de este mundo (Juan 12:31; 14:30; 16:11; Mat. 12:24-29; Luc. 4:5, 6; Apoc. 12,13), Cristo derrota a Satanás y finalmente destruirá su reino y "reinará para siempre jamás" (Apoc. 11:15).

Cristo "se manifestó" con este mismo propósito, "para deshacer las obras del diablo" (1 Juan 3:8) y "para destruir por su muerte al que tenía el dominio de la muerte, a saber, al diablo; y librar a los que por temor a la muerte vivían como esclavos toda su vida" (Heb. 2:14,15). Cristo logra esta victoria mediante una demostración de la justicia y el amor perfectos de Dios (Rom. 3:25,26; 5:8).


1  Elena de White, Patriarcas y profetas, pp. 20, 21.

2  Donald E. Gowan señala que el propio "establecimiento de un límite muestra que" Eva "tenía efectivamente elección y demuestra así" su "libertad" (From Edén to Babel: A commentary on the book ofGenesis 1-11 [Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1988], p. 42).

3  Ver, además, José M. Bertoluci, "The Son of the morning and the guardian cherub in the context of the controversy between good and evil" (Tesis de doctorado, Universidad Andrews, 1985).

4  Ver Richard M. Davidson, "Cosmic metanarrative for the coming millennium", Journal oftheAdventist Theoiogicai Sodety 11, N° 1-2 (2000), p. 108; Richard M. Davidson, "And there was gossip in heaven", Adventist Review, 24 de enero de 2013, PP- 22-24.

5  Elena de White, El conflicto de los siglos, pp. 546, 547.

 

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