Lección 13 | Jueves 27 de marzo
SOBRE TODO, ÁMENSE MUTUAMENTE
Si el amor es el cumplimiento de la Ley, entonces uno no puede cumplir la Ley de Dios en sentido pleno simplemente absteniéndose de hacer cosas malas. La propia ley del amor (expresada en la totalidad de las Escrituras) no solo nos ordena abstenernos de hacer el mal, sino que también nos impulsa a realizar actos que revelen el amor de Dios en favor de los demás, y no solo a otros miembros de la iglesia, sino también al mundo en general, que tan desesperadamente necesita un verdadero testimonio cristiano.
Lee Santiago 2: 1 al 9. ¿Qué mensajes cruciales se nos están dando aquí?
Stg 2:1 Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas.
Stg 2:2 Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso,
Stg 2:3 y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado;
Stg 2:4 ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos?
Stg 2:5 Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?
Stg 2:6 Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los tribunales?
Stg 2:7 ¿No blasfeman ellos el buen nombre que fue invocado sobre vosotros?
Stg 2:8 Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis;
Stg 2:9 pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores.
Santiago denuncia enérgicamente la injusticia en la sociedad, identificando específicamente la discriminación contra los pobres y la opresión por parte de algunos ricos. Luego, llama la atención sobre la ley del amor al prójimo, diciendo que quienes cumplen esta ley «bien hacen» (Sant. 2: 8).
Como lo expresó Elena G. de White: «El amor hacia el hombre es la manifestación terrenal del amor hacia Dios. El Rey de gloria vino a ser uno con nosotros, a fin de implantar este amor y hacernos hijos de una misma familia. Y cuando se cumplan las palabras que pronunció al partir: “Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado” (Juan 15: 12), cuando amemos al mundo como él lo amó, entonces se habrá cumplido su misión para con nosotros. Estaremos listos para el cielo, porque lo tendremos en nuestro corazón» (Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 611).
Cuando amamos al mundo como Cristo lo ama, entonces estamos preparados para el Cielo. ¡Qué poderosa expresión de lo que significa ser seguidor de Jesús!
Jesús ordena a sus seguidores: «Así como yo los he amado, ámense también ustedes unos a otros» (Juan 13: 34, RVC). Jesús también proclama: «En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos, si se aman unos a otros» (Juan 13: 35, RVC). El amor ocupa un lugar tan central en la fe cristiana porque Dios es amor (1 Juan 4: 8, 16). Por lo tanto, quienes afirman amar a Dios deben amarse unos a otros (compara con 1 Juan 3: 11; 4: 20, 21).
En consecuencia, 1 Pedro 4: 8 exhorta a los cristianos: «Por sobre todas las cosas, ámense intensamente los unos a los otros, porque el amor cubre infinidad de pecados» (RVC; ver también Heb. 10: 24; 1 Tes. 3: 12).
Detente a pensar en la idea de amar al mundo como Cristo lo amó y lo ama. ¿Cómo podría esto ayudarnos a comprender mejor el concepto de la perfección cristiana y de cómo somos hechos aptos para la vida eterna? Comparte tu respuesta con tu clase el sábado.
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