Lección 1: ALGUNOS PRINCIPIOS DE INTERPRETACIÓN PROFÉTICA | Alusiones, imágenes y símbolos: Cómo estudiar la profecía bíblica | Libro complementario
ALGUNOS PRINCIPIOS DE INTERPRETACIÓN PROFÉTICA
CÓMO ESTUDIAR LA PROFECÍAS BÍBLICAS
INTRODUCCIÓN
Hay muchas maneras de leer la Biblia. Harold M. S. Richards, por ejemplo, comenzaba en el Génesis y continuaba leyendo todos los 66 libros de la Biblia en orden (Richards hacía esto comenzando en enero, y luego proseguía a lo largo de los once meses restantes del año). Hay quienes estudian la Biblia por temas, valiéndose de programas informáticos bíblicos (o a la antigua usanza, con una buena concordancia) para aprender lo que dicen las Escrituras sobre un tema en particular. Otros se dedican a un solo libro de la Biblia, como se hace en las clases de Escuela Sabática.
La manera de estudiar la Biblia en este libro podría resultar un poco diferente a lo que usted está acostumbrado, en el sentido de que aborda la forma en la que el Antiguo Testamento prefigura los acontecimientos y la temática de los últimos días. Creo firmemente que las historias de la Biblia tratan sobre personas y lugares reales (excepto cuando es obvio que se está empleando una metáfora o una parábola); sin embargo, de alguna manera, el Espíritu de Dios moldeó las vidas de innumerables personas y utilizó la forma en que estas interactuaron con Dios para ilustrar acontecimientos que sucederían en el futuro. Sorprendentemente, muchas de esas personas resultaron ser antepasados del propio Cristo.
Desde luego, se habla siempre de los tipos de Cristo en el Antiguo Testamento, como José, con su túnica multicolor; Booz, el pariente redentor; o Ciro, el rey persa del Oriente que liberó al pueblo de Dios y lo devolvió a la Tierra Prometida. Además de los tipos, también tenemos las cristofanías, o apariciones de Cristo antes de su encarnación, como el Príncipe del ejército del Señor que se le apareció a Josué (ver Jos. 5).
Con el paso de las décadas, he ido descubriendo otra clase de prefiguración que es posible reconciliar con historias bíblicas: la de los acontecimientos proféticos. Algunos de esos son bien conocidos por los adventistas del séptimo día, como la persecución y el decreto de muerte que aparecen en el libro de Ester, los cuales anticipan de forma bastante obvia los acontecimientos que se describen en Apocalipsis 13. Pero hay más, muchos más. De hecho, bastantes más de los que se pueden abarcar en un libro pequeño como este. No debemos sorprendernos de que gran parte del libro del Apocalipsis (y otros pasajes proféticos importantes) aparezcan prefigurados en fragmentos narrativos de la Biblia. Se ha dicho, por ejemplo, que Juan tomó prestado más de la mitad del material del Apocalipsis del lenguaje y la simbología del Antiguo Testamento.
Cuando abordamos las historias bíblicas con el método del tipo y el antitipo, podemos encontrar ciertos escollos. Se puede caer en la tentación, por ejemplo, de empezar a leer las Escrituras de forma totalmente alegórica o metafórica, ignorando la historicidad de la narración (algunos de los primeros padres de la iglesia, como Orígenes, tenían la fuerte tendencia a alegorizar gran parte de la Biblia). Abandonar la naturaleza histórica de cada relato es un grave error; al fin y al cabo, la Biblia es la historia de la interacción de Dios con personajes históricos muy reales. Si bien es cierto que la mayoría de los pasajes bíblicos tienen múltiples significados, tales significados no invalidan la literalidad del texto. Como dice el viejo refrán: "No hay que buscarle las cinco patas al gato".
Además, podemos también caer en la tentación de tratar de que todo lo que leemos en la Biblia encaje en un esquema profético, obligando a cada detalle a someterse a nuestras creencias particulares (incluso con las propias parábolas de Jesús, no podemos pretender que hasta la última palabra tenga otro significado más profundo). Este enfoque puede derivar en disparates, así que, en general, lo mejor es tener una visión amplia.
Alguien me dijo una vez que la verdad es como un copo de nieve. Si tomamos algo fabricado por el hombre, como por ejemplo un mantel, y lo ponemos bajo el microscopio, encontraremos muchos defectos de fabricación. Pero si hacemos lo mismo con algo que Dios ha creado, como la estructura de un copo de nieve, notaremos que cuanto más lo examinamos, más belleza encontraremos. Hace más de treinta años que dedico varias horas al día al estudio de las Escrituras, y cuanto más detenidamente las examino, más asombrosas me parecen. Cuando uno cree que ya ha comprendido el significado completo de un pasaje, encuentra otro matiz, y otro, y otro, y todos encajan a la perfección. Si tenemos en cuenta que toda la Biblia fue creada por docenas de escritores a lo largo de muchos siglos, resulta aún más espectacular.
Espero que esto les despierte el deseo de seguir estudiando y aprendiendo...
Muchos cristianos occidentales se sorprenden cuando se percatan de que, durante siglos, la forma en que entendimos las profecías era relativamente la misma en la mayoría de las tradiciones cristianas. Esto no quiere decir que todo el mundo entendía los conceptos y los símbolos de Daniel y el Apocalipsis de la misma manera. Cualquiera que haya tenido la oportunidad de leer la monumental obra de LeRoy E. Froom: The PropheticFaith ofour Fathers [La fe profética de nuestros padres], se habrá dado cuenta de inmediato de que hay una gran variedad de interpretaciones. Sin embargo, lo que muchos de nuestros antepasados cristianos tenían en común era su postura general ante la profecía: la interpretaban históricamente.
Sin embargo, hubo ciertos momentos clave durante los dos últimos milenios en los que las interpretaciones empezaron a diferenciarse de manera más marcada, siendo una de las rupturas más importantes la que se produjo a raíz de la Reforma protestante. Cuando muchos eruditos de las Escrituras se dieron cuenta de que el cuerno pequeño de Daniel representaba una acusación contra el mismo cristianismo occidental, se produjeron diversas reacciones. Algunos se tomaron el mensaje muy a pecho y trataron de corregir la desviación del cristianismo bíblico que representaba el cuerno pequeño. Otros se pusieron a la defensiva y buscaron interpretaciones alternativas para desviar la atención profética de las instituciones que habían construido.
Durante el siglo XIX, algunas de las ideas que echaron raíces durante la Contrarreforma se abrieron paso en el pensamiento cristiano. Quizá la más significativa de ellas fue la que afirmaba que las principales profecías del Apocalipsis se cumplirían en el futuro, en los últimos años antes de la consumación de la historia humana. Empezaron a surgir nuevos temas, sobre todo en el Reino Unido y los Estados Unidos. Se decía que los profetas del Antiguo Testamento, como Daniel, no eran capaces de ver más allá de la cruz de Cristo, pues para ellos la era cristiana estaba velada.
Algunos maestros populares sugirieron que Dios detuvo el reloj profético en la crucifixión, con la intención de reiniciarlo una vez que la iglesia fuera raptada del planeta. Insertaron una enorme brecha de unos veinte siglos entre las semanas 69 y 70 de la profecía de las 70 semanas de Daniel (cap. 9). bajo la premisa de que toda la profecía estaba dedicada a los judíos, el pueblo de Daniel. "Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad" (Dan. 9:24), le dijo el ángel a Daniel. Las primeras 69 semanas de años, según enseñaban, terminaron con Cristo y el nacimiento de la iglesia cristiana. Una vez que la iglesia fuera arrebatada, dejando atrás a los judíos, tendría lugar la septuagésima semana, y como el foco de atención giraba de nuevo en torno al pueblo y la ciudad de Daniel, los profetas fueron capaces de verla.
A su modo de entender, era como si Daniel estuviera mirando una cadena montañosa, con un pico delante de otro. En el primer pico estaba la Cruz, y en el pico más lejano, la segunda venida de Cristo en gloria. Entre esos dos picos, oculta en un valle, estaba toda la era cristiana.
El resultado, desde luego, fue que, dado que Daniel vio el cuerno pequeño, este ya no podría representar al cristianismo occidental descarriado. Surgieron varias explicaciones nuevas, la mayoría de las cuales situaban al cuerno pequeño dentro de una supuesta dispensación judía. Algunos buscaron una figura similar al anticristo en el pasado, siendo uno de los candidatos más populares Antíoco IV Epífanes, el archivillano que aparece en los libros apócrifos de los Macabeos y que profanó el templo de Jerusalén durante el periodo intertestamentario. Hoy en día, nos referimos a los que han adoptado este enfoque como preteristas.
Otros proyectaron el poder del cuerno pequeño hacia el futuro, después del rapto de la iglesia, explicando la profecía como un poder anticristiano que haría un pacto con el mundo luego de que los cristianos hubieran sido raptados. Esto colocaría al cuerno pequeño en el futuro, durante la dispensación judía final de siete años. Este último enfoque, conocido ahora como futurismo, cobró auge en la década de 1830, gracias al trabajo de personas como John Nelson Darby y Cyrus Scofield, de quien procede el nombre de la Biblia de estudio Scofield. El futurismo se ha convertido en la corriente de pensamiento más aceptada entre los evangélicos estadounidenses actuales.
El momento en que apareció en el cristianismo occidental en el siglo XIX es significativo: fue la misma década en la que un humilde bautista llamado William Miller empezó a predicar el inminente regreso de Cristo. Mientras el mundo occidental abandonaba la interpretación histórica tradicional de las Escrituras, un nuevo y poderoso movimiento surgió repentinamente del Primer y Segundo Gran Despertar en los Estados Unidos: los milleritas, que posteriormente dieron origen a los adventistas del séptimo día.
Miller no estaba haciendo nada nuevo, sino más bien retomando métodos más antiguos de interpretación de las profecías bíblicas. Su trabajo resultó ser el cumplimiento de una profecía clave de Daniel, que predecía un aumento vertiginoso del interés por el libro de Daniel en los últimos momentos de la historia de la tierra: "Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia aumentará" (Dan. 12:4).
No es raro escuchar a predicadores populares explicar este versículo en el sentido de que el conocimiento científico aumentaría justo antes del regreso de Cristo. Algunos señalan la exploración espacial de la segunda mitad del siglo XX como prueba de que mucha gente ahora "corre de aquí para allá". Sugieren asimismo que los avances de la ciencia, la medicina y la tecnología constituyen ese aumento de "la ciencia".
Sin embargo, esta es una interpretación incorrecta del versículo. A Daniel se le pide que selle la profecía hasta el tiempo del fin. Las profecías de Daniel, en otras palabras, seguirían siendo en gran parte un misterio para los cristianos hasta la fase final de la historia de la tierra. El aumento de la ciencia se produciría cuando el significado de las profecías de Daniel resultara súbitamente evidente. ¿Y la predicción de que "muchos correrán de acá para allá"? La palabra hebrea shut no era más que una metáfora para el trabajo de los escribas. Entre otras cosas, esta palabra se utilizaba para describir las barcas que cruzaban de un lado a otro de un río, y a veces se utilizaba de forma simbólica para describir los ojos de los escribas yendo de un lado a otro de una página. La predicción significaba que mucha gente se interesaría repentinamente en leer la profecía de Daniel y que el conocimiento de su significado aumentaría drásticamente en el futuro.
El trabajo de William Miller comenzó a desvelar el significado de Daniel de una manera extraordinaria. Tras convertirse no mucho antes al cristianismo bíblico (había sido deísta), decidió estudiar la Biblia versículo por versículo, y no avanzar hasta estar convencido de que había comprendido el texto que estaba leyendo. Pronto descubrió lo que ya sabían los reformadores protestantes: la Biblia se interpreta a sí misma. La mejor manera de entender el lenguaje o el simbolismo de un pasaje concreto era estudiar cómo se utilizaba ese lenguaje y/o simbolismo en otras partes de las Escrituras.
Cuando aplicó este método al libro de Daniel, su significado saltó de repente a la vista. Los secretos del antiguo profeta se desvelaron de repente, y pudo darse cuenta de que estaba viviendo en la última fase de la historia profética: los 2.300 días de Daniel 8:14 expirarían en una fecha muy próxima. Entendió que la purificación del Santuario significaba que Cristo regresaría a la tierra, pasando por alto la conexión con el antiguo Día de la Expiación. Tras seguir utilizando esta metodología, los adventistas que vivieron después del Gran Chasco lograron entender lo que había fallado: Daniel estaba prediciendo un juicio, no el segundo advenimiento de Cristo (la profecía paralela de Daniel 7 terminaba de la misma manera, ambas profecías sitúan la escena del juicio al final de la época romana en la historia).
La metodología de Miller no consistía en hacer conjeturas. Él siguió la hermenéutica que sugiere la propia Biblia. La gran variedad de libros proféticos que se venden hoy en día en las librerías cristianas puede llegar a confundir. Ofrecen tal variedad de interpretaciones que muchos acaban encogiéndose de hombros y dándose por vencidos, dando por sentado que Daniel y Apocalipsis son tan misteriosos y tan confusos, que es imposible comprenderlos. Sin embargo, esto contradice lo que Dios mismo afirma: que él quiere hacerse comprender.
Pero la idea de comprender a Dios plantea un pequeño enigma. Los pensamientos de Dios, nos dice la Biblia, son infinitamente más elevados que los nuestros. "Así como los cielos son más altos que la tierra, también mis caminos y mis pensamientos son más altos que los caminos y pensamientos de ustedes" (Isa. 55:9, RVC). Así que, por una parte, jamás comprenderemos todo sobre Dios, ya que eso nos convertiría en omniscientes. La única manera de comprender todo de Dios sería siendo Dios, lo cual es imposible. Por otra parte, Dios nos invita a comprenderlo: "Sino alábese en esto el que se haya de alabar: en entenderme y conocerme", le dijo Dios al profeta Jeremías (Jer. 9:24.).
Las Escrituras no se compusieron como un manual para Dios, sino como una guía para nosotros. Lo que podemos conocer de Dios lo encontramos en las palabras de los antiguos profetas que fueron inspirados por el Espíritu Santo para revelárnoslo en lenguaje escrito. "Toda la Escritura —le escribió Pablo a Timoteo— es inspirada por Dios y útil para enseñar, reprender, enmendar e instruir en justicia" (2 Tim. 3:16). Toda la información que necesitamos para la salvación se encuentra en las páginas de la Biblia. Sin duda, un examen minucioso de las Escrituras puede suscitar preguntas para las que las respuestas no son obvias, por lo que simplemente tenemos que vivir con el hecho de que no se nos ha revelado todo. "Las cosas secretas pertenecen al Señor, nuestro Dios", explica el libro del Deuteronomio, "pero las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre" (Deut. 29:29).
En este punto es donde debemos poner en práctica el discernimiento. De vez en cuando, durante los estudios bíblicos de grupos pequeños o en las clases de Escuela Sabática, surgen desacuerdos sobre detalles menores, que a menudo tienen que ver con asuntos que no nos han sido revelados, lo cual significa que no son conocimientos esenciales ni para la salvación ni para la obra de la iglesia. En una ocasión, por ejemplo, escuché una discusión sobre si Cristo tenía o no sangre en las venas cuando ascendió al cielo. También he oído a algunos discutir sobre si Adán tenía o no funciones corporales normales antes de la caída. Si era perfecto, argumentaban, ¡habría tenido una digestión perfecta y nunca habría necesitado ir al baño! Este tipo de discusiones, por extraño que parezca, pueden llegar a ser muy acaloradas, y la gente defiende posturas como si su propia salvación dependiera de tener la razón. Tal vez el poeta británico Alexander Pope tenía razón cuando sugirió que "los tontos se apresuran a meterse donde los ángeles temen entrar".1 Si fuera importante saber estas cosas, estarían claramente explicadas en las Escrituras. Si no lo están, probablemente es mejor pasar a aquellas que sí están claras.
Sin embargo, el deseo de Dios de ser claro no significa que no tenemos que esforzarnos por comprender. Jesús, después de todo, a menudo velaba los significados detrás de parábolas para que solo lo entendieran aquellos que realmente lo buscaban. "¿Por qué les hablas por parábolas?", le preguntaron una vez los discípulos (Mat. 13:10). ¿Su respuesta? "Porque a ustedes se les concede entender el misterio del reino de los cielos, pero a ellos no" (vers. ii, RVC). En otras palabras, hay asuntos que Dios revela claramente a todo el mundo (por ejemplo, el hecho de que él existe, ver Rom. 1:20), pero hay otros que solo se revelan a quienes los buscan con un corazón abierto.
Esto es causa de muchos malentendidos por parte de los no creyentes. Numerosas universidades ofrecen cursos sobre la Biblia "como literatura", y los creyentes que asisten a ellos a menudo se asombran de la falta de comprensión que muestran las disertaciones de los supuestos eruditos académicos. Un erudito ateo como Richard Dawkins es capaz de leer la Biblia (parece leerla de forma bastante selectiva, eso sí) y llegar a conclusiones radicalmente distintas de las de quienes aman a Dios y lo buscan. En su diatriba contra la religión cristiana, Dawkins describe a Dios de la siguiente manera:
Posiblemente [sea] el personaje más molesto de toda la ficción: celoso y orgulloso de serlo; un mezquino, injusto, implacable monstruo; un ser vengativo, sediento de sangre y limpiador étnico; un misógino, homófobo, racista, infanticida, genocida, filicida, pestilente, megalómano, sadomasoquista, y caprichosamente malévolo.2
Aunque no puedo asegurarlo, en ocasiones me he preguntado si la antipatía de Dawkins hacia Dios se deberá a algún tipo de daño sufrido por parte de personas religiosas. Aun así, me sigue asombrando que pueda llegar a ese tipo de conclusiones leyendo la misma Biblia que yo leo.
Las profecías de Daniel y Apocalipsis forman parte de esas porciones de la Biblia que son claras y comprensibles, pero que requieren cierto esfuerzo por parte nuestra. William Miller descubrió una serie de principios importantes que facilitan mucho la tarea de interpretar las profecías. En Mateo 5:18, vio a Jesús invitándonos a aprender de él, sugiriendo que todo lo que necesitamos saber proviene de Cristo mismo. Asimismo, vio a Jesús explicarles a los discípulos de Emaús que toda la Escritura constituye una revelación de él (Luc. 24:27). A partir de esto, podemos deducir que, si Cristo no es el centro de nuestro estudio, estamos leyendo la Biblia de forma incorrecta.
Por eso es importante leer las Escrituras en su conjunto. Algunos tratan las Escrituras como una colección suelta de dichos o proverbios que sirven para abordar situaciones concretas. Las Biblias de los Gedeones, que suelen encontrarse en las habitaciones de los hoteles, por maravillosas que sean, pueden dar esta impresión porque normalmente incluyen un índice de problemas humanos al principio del libro con versículos bíblicos sugeridos para abordarlos: sí te sientes solo, lee este versículo. Si estás enfadado, lee esto. Esto no tiene nada de malo, ya que ofrece al lector novato un punto de partida y lo inicia en la increíble esperanza que encierran las Escrituras. Sin embargo, al mismo tiempo es importante recordar que la Biblia no es un mero libro de consulta. No está estructurada como un libro de recetas, en el que uno puede leer solo partes del libro con éxito, leyendo únicamente lo que necesita para elaborar un determinado plato. La Biblia, sin embargo, requiere que la leamos completa.
En ocasiones me han preguntado: "¿Qué debo hacer para entender la Biblia rápidamente?". ¿La respuesta? No se puede. Para entender la Biblia, y especialmente las profecías bíblicas, no hay otra opción que leerla completa, y no solo una vez, sino durante toda la vida. Aunque algunas partes de la Biblia arrojan luz sobre algún aspecto importante de quién es Dios, no se puede comprender verdaderamente su magnífico carácter sin leer todas las partes juntas. Cuando hablo delante de un público que no conoce mucho sobre la Biblia, a menudo describo el proceso de comprensión de las profecías como armar un enorme rompecabezas: no sabemos cuál es la verdadera imagen hasta que se han juntado todas las piezas.
LAS REGLAS DE INTERPRETACIÓN DE MILLER
William Miller descubrió que el conocimiento exhaustivo de toda la Biblia, es decir, la recopilación de todas las piezas, ayudaba a resolver el misterio de si un pasaje bíblico era figurativo o literal. "Para conocer el significado de una figura —escribió— rastree la palabra a lo largo de su Biblia y, cuando la encuentre explicada, sustituya la explicación por la palabra que se utilizó. Si tiene sentido, no necesitará buscar más".3
Así pues, la hermenéutica de Miller se basaba en catorce reglas de interpretación3 que se ofrecen aquí junto con las pruebas bíblicas que empleó para establecerlas:
1. Cada palabra debe tener su correspondencia adecuada con el tema presentado en la Biblia. Prueba de ello: Mateo 5:18.
2. Toda la Escritura es necesaria, y se puede entender mediante el estudio y solicitud diligentes. Prueba de ello:2 Timoteo 3:15-17.
3. Nada de lo revelado en las Escrituras puede o podrá ocultarse a los que piden con fe, sin vacilar. Prueba de ello: Deuteronomio 29:29; Mateo 10:26, 27; 1 Corintios 2:10; Filipenses 3:15; Isaías 45:11; Mateo 21:22; Juan 14:13, 14; 5:7; Santiago 1:5, 6; 1 Juan 5:13-15.
4. Para entender la doctrina, debemos reunir todos los pasajes de las Escrituras sobre el tema que desea conocer; dejar luego que cada palabra ejerza su influencia apropiada y, si podemos formar nuestra teoría sin contradicciones, no podemos estar en error. Prueba de ello: Isaías 28:7-29; 35:8; Proverbios 19:27; Lucas 24:27,44,45; Romanos 16:26; Santiago 5:19; 2 Pedro 1:19, 20.
5. La Escritura debe ser su propia expositora, ya que ella es su propia norma. Si dependo de un maestro para que la exponga y él adivina su significado, o desea que sea así debido a su propia creencia, o para ser considerado sabio, entonces su suposición, deseo, creencia o sabiduría es mi norma, y no la Biblia. Prueba de ello: Salmo 19:7-11; 119:97-105; Mateo 23:8-10; 1 Corintios 2:12-16; Ezequiel 34:18,19; Lucas 11:52; Mateo 2:7,8.
6. Dios ha revelado los acontecimientos venideros por medio de visiones, figuras y parábolas; y de esta manera los mismos acontecimientos a menudo se revelan una y otra vez por medio de diferentes visiones, o en diferentes figuras y parábolas. Si queremos entenderlas, debemos combinarlas todas en una. Prueba de ello: Salmo 89:19; Oseas 12:10; Habacuc 2:2; Hechos 2:17; 1 Corintios 10:6; Hebreos 9:9,24; Salmo 78:2; Mateo 13:13,34; Génesis 41:1-32; Daniel 2; 7; 8; Hechos 10:9-16.
7. Las visiones siempre se mencionan como tales. 2 Corintios 12:1.
8. Las figuras siempre tienen un significado metafórico, y se usan mucho en las profecías para representar acontecimientos, tiempos y hechos futuros; como por ejemplo las montañas, que representan gobiernos (Dan. 2:35, 44); las bestias, que representan reinos (Dan. 7:8,17); las aguas, que representan pueblos (Apoc. 17:1, 15); el día, que representa el año, etc. (Eze. 4:6).
9. Las parábolas son comparaciones que se emplean para ilustrar temas, y se deben explicar de la misma manera que las figuras, mediante el tema y la Biblia. Marcos 4:13.
10. Las figuras a veces tienen dos o más significados, como día, que se usa en sentido figurado para representar tres períodos diferentes de tiempo, a saber, el primero, indefinido (Ecle. 7:14); el segundo, definido, un día por año (Eze. 4:6); y el tercero, un día por mil años (2 Ped. 3:8). La interpretación correcta estará en armonía con la Biblia y tendrá sentido, lo cual no sucederá si la interpretación es incorrecta.
11. Si una palabra tiene sentido tal como está, y no viola las simples leyes de la naturaleza, debe entenderse literalmente; si no, figurativamente. Apocalipsis 12:1, 2; 17:3-7.
12. Para aprender el significado de una figura, debemos buscar la palabra en la Biblia y, cuando la encontremos explicada, sustituir la palabra por la explicación. Si tiene sentido, no necesitamos buscar más; si no, debemos buscar de nuevo.
13. Cómo saber si tenemos el verdadero acontecimiento histórico que cumple una profecía: si encontramos que cada palabra de la profecía (una vez comprendidas las figuras) se cumple literalmente, entonces podemos estar seguros de que nos encontramos ante el verdadero acontecimiento histórico; pero si una palabra carece de cumplimiento, entonces debemos buscar otro acontecimiento o esperar su futuro desarrollo, ya que Dios se encarga de que la historia y la profecía concuerden, para que los verdaderos creyentes de Dios nunca se avergüencen. Salmo 22:5; Isaías 45:17-19; 1 Pedro 2:6; Apocalipsis 17:17; Hechos 3:18.
14. La regla más importante de todas es que debemos tener Fe
POR QUÉ ES IMPORTANTE LA OBRA DE MILLER
Las reglas de Miller son increíblemente útiles para los que estudian las profecías bíblicas, ya que desmienten enseguida muchas de las teorías modernas. La regla número ocho, por ejemplo, señala que, si se examina toda la Biblia, resulta evidente que las bestias se refieren a reinos o poderes políticos. Algunos expositores modernos, al no comparar todos los pasajes relevantes de la Escritura, llegan a conclusiones precipitadas. Por ejemplo, ocasionalmente aparecen maestros populares sugiriendo que el oso de Daniel 7 representa a Rusia, porque Rusia se identifica hoy con un oso. Pero, según ese mismo criterio, habría que asociar entonces al león de Daniel 7 con Gran Bretaña, que es un símbolo muy usado por esa nación. Este es un método que saca de contexto los pasajes y utiliza los acontecimientos actuales para interpretar las Escrituras.
Gran parte de la interpretación profética contemporánea ignora la amplia comprensión que se obtiene al comparar todos los pasajes relevantes de las Escrituras, y también viola las reglas cinco y doce, que sugieren que debemos permitir que la Biblia, y no las enciclopedias modernas, expliquen los símbolos, y que debemos leer todo lo que la Biblia dice sobre el tema. Jeremías 50:17 describe a los ejércitos de Asiría y Babilonia como leones que dispersaron el rebaño de Israel. Jeremías 4:17 describe a Babilonia como un león. El león no puede ser Gran Bretaña, porque las propias Escrituras señalan a Babilonia. Una vez establecida la identidad del león alado de Daniel 7, el estudioso de la Biblia puede leer ampliamente y comparar el flujo de los capítulos 2, 7 y 8 de Daniel, lo que hace evidente que el oso no es Rusia, sino Persia, el imperio que sustituyó a Babilonia en el antiguo Oriente Próximo.
El trabajo de Miller, sin embargo, no estableció nada nuevo. En el mismo momento en que el mundo protestante empezaba a apartarse de los principios bíblicos de la Reforma, Miller se erigió como un potente recordatorio de la cosmovisión bíblica de los reformadores, y proporcionó la plataforma sobre la que se cumpliría Daniel 12:4. De hecho, cada vez que nos reunimos como iglesia remanente de Dios para estudiar su Palabra, estamos cumpliendo la profecía: "Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia aumentará" (Dan. 12:4).
1 Alexander Pope, The Major Works (Oxford Univci sily Press, 2008), p. 36.
2 Richard Dawkins, El espejismo de Dios (Espasa Libros, 2012), p. 30.
William Miller, citado en Sylvester Blíss y Joshua V. Himes, Memoirs of William
3 Miller (Himes, 1953), p. 71. ' Las reglas están tomadas textualmente de William Miller (Bliss y Himes, Memoirs of William Miller, pp. 70, 71).
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