Lección 2 | Miércoles 9 de abril
LA MUERTE
Quizás el aspecto más cruel de vivir en un mundo separado de su Creador sea la forma en que la muerte acecha en el trasfondo de cada vida, lista para atacar en cualquier momento. Es la «paga del pecado», la consecuencia de habernos desconectado de nuestro Creador, la única Fuente de vida del universo. Como tal, el pecado desempeña un papel fundamental en la profecía bíblica, tanto por su realidad como, lo que es aún más importante, por su solución, que solo se encuentra en Jesús, en su muerte y su resurrección.
Tanto la primera mención de la muerte en la Biblia como su primera aparición arrojan mucha luz sobre este tema fundamental de la profecía, ya que nos ayudan a comprender la gravedad del problema del pecado y aportan importantes herramientas para entender la solución divina para este problema.
Lee Génesis 2: 15 al 17; 4: 8 al 15; 1 Corintios 15: 15 al 19; y Apocalipsis 1: 18. ¿Qué nos dicen estos pasajes (que incluyen la primera mención y aparición de la muerte) acerca de por qué mueren los seres humanos? ¿Cómo ve Dios la muerte y cuál es la solución divina para el problema?
Gén 2:15 Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase.
Gén 2:16 Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer;
Gén 2:17 mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.
Gén 4:8 Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató.(B)
Gén 4:9 Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?
Gén 4:10 Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra.
Gén 4:11 Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano.
Gén 4:12 Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza; errante y extranjero serás en la tierra.
Gén 4:13 Y dijo Caín a Jehová: Grande es mi castigo para ser soportado.
Gén 4:14 He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu presencia me esconderé, y seré errante y extranjero en la tierra; y sucederá que cualquiera que me hallare, me matará.
Gén 4:15 Y le respondió Jehová: Ciertamente cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado. Entonces Jehová puso señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara.
1Co 15:15 Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan.
1Co 15:16 Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó;
1Co 15:17 y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.
1Co 15:18 Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron.
1Co 15:19 Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.
Apo 1:18 y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.
A menudo decimos que «la muerte es parte de la vida». Eso no es así. La muerte es lo contrario de la vida, la pérdida de esta, un intruso que nunca debió formar parte de nuestra experiencia aquí. Aunque nos hayamos acostumbrado a la muerte, nuestros corazones siguen protestando enérgicamente cuando nos encontramos con ella, como si la humanidad toda aún se diera cuenta de que hay algo fundamentalmente erróneo en ella. Por muy dolorosa que la muerte resulte en general, hay casos en los que parece más trágica aún, como cuando muere un niño. En general, esperamos que los padres precedan a sus hijos en la muerte, y hemos llegado a aceptar esto como el orden normal de las cosas.
Sin embargo, la primera muerte registrada en las Escrituras va en contra de esa norma aceptada. Antes de que Adán y Eva pasaran por la muerte, experimentaron la tragedia de esta cuando Abel, su hijo justo, fue asesinado por Caín, su malvado hermano. Esa fue sin duda una muerte particularmente injusta.
Piensa en Jesús, el justo asesinado por el injusto, como en el caso de Abel. ¿Qué muerte pudo ser más injusta que la de Cristo? ¿Qué otros paralelismos podríamos encontrar entre la muerte de Abel y la de Cristo en la Cruz? ¿Cómo puede ayudarnos la naturaleza de la muerte de Abel a entender por qué Jesús tiene «las llaves de la muerte y del sepulcro» y lo que Dios nos ofrece en él?
Si el problema de la muerte no fuera resuelto, ¿por qué sería nuestra vida inútil y sin sentido en última instancia? ¿Qué nos enseña este hecho acerca de cuán agradecidos debemos estar por lo que Jesús hizo por nosotros?
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