Lección 10 | Miércoles 4 de junio
EL JUEZ DE TODA LA
TIERRA
La Biblia registra una curiosa historia
que tiene lugar en las llanuras de Mamre justo antes de la destrucción de
Sodoma. En ese relato, Dios se aparece a Abraham acompañado por dos ángeles.
Cuando el patriarca los ve, invita a los visitantes celestiales a una comida, y
en ese momento Dios promete que Abraham y Sara tendrán un hijo del cual
descendería el Mesías. Jesús, en efecto, procedía del linaje de Abraham
(comparar con Gál. 3: 16). A continuación, el relato pasa repentinamente al
asunto de las ciudades malvadas de la llanura.
Lee Génesis 18: 17 al 32. ¿Qué enseñan estos
versículos acerca del carácter de Dios y de cómo piensa hacer frente al mal
existente en nuestro planeta?
Gén 18:17 Y
Jehová dijo: ¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer,
Gén 18:18
habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte, y habiendo de ser
benditas en él todas las naciones de la tierra?
Gén 18:19
Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que
guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir
Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él.
Gén 18:20
Entonces Jehová le dijo: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se
aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo,
Gén 18:21
descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha
venido hasta mí; y si no, lo sabré.
Gén 18:22 Y
se apartaron de allí los varones, y fueron hacia Sodoma; pero Abraham estaba
aún delante de Jehová.
Gén 18:23 Y
se acercó Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío?
Gén 18:24
Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás también y
no perdonarás al lugar por amor a los cincuenta justos que estén dentro de él?
Gén 18:25
Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que
sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El Juez de toda la tierra,
¿no ha de hacer lo que es justo?
Gén 18:26
Entonces respondió Jehová: Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro
de la ciudad, perdonaré a todo este lugar por amor a ellos.
Gén 18:27 Y
Abraham replicó y dijo: He aquí ahora que he comenzado a hablar a mi Señor,
aunque soy polvo y ceniza.
Gén 18:28
Quizá faltarán de cincuenta justos cinco; ¿destruirás por aquellos cinco
toda la ciudad? Y dijo: No la destruiré, si hallare allí cuarenta y cinco.
Gén 18:29 Y
volvió a hablarle, y dijo: Quizá se hallarán allí cuarenta. Y respondió: No lo
haré por amor a los cuarenta.
Gén 18:30 Y
dijo: No se enoje ahora mi Señor, si hablare: quizá se hallarán allí treinta. Y
respondió: No lo haré si hallare allí treinta.
Gén 18:31 Y
dijo: He aquí ahora que he emprendido el hablar a mi Señor: quizá se hallarán
allí veinte. No la destruiré, respondió, por amor a los veinte.
Gén 18:32 Y
volvió a decir: No se enoje ahora mi Señor, si hablare solamente una vez: quizá
se hallarán allí diez. No la destruiré, respondió, por amor a los diez.
Gén 18:33 Y
Jehová se fue, luego que acabó de hablar a Abraham; y Abraham volvió a su
lugar.
Dios no nos debe una explicación, pero
decide no ocultar sus motivos y sus planes a la humanidad. En tal sentido, el
profeta Amós dice: «Nada hace Dios, el Señor, sin revelar su secreto a sus
siervos los profetas» (Amós 3: 7). Antes de destruir Sodoma y Gomorra, Dios
informa a Abraham lo que está a punto de suceder, aquello de lo que este será
pronto testigo.
Dios se queda con Abraham mientras los dos
ángeles se dirigen a la ciudad malvada para llamar a los que harán caso de su
advertencia. Lo mismo puede decirse de los ángeles proféticos que exhortan en
los últimos días a quienes son parte del pueblo de Dios a salir de Babilonia
(Apoc. 14: 6-12; 18: 1-4). Mientras se proclama la última advertencia, Dios
discute con Abraham lo que está a punto de suceder y se somete de buen grado a
las preguntas del patriarca.
«Lejos de ti hacer eso, que hagas morir al
justo con el impío, y que el justo sea tratado como el impío. Nunca hagas tal
cosa. El Juez de toda la tierra, ¿no hará lo que es justo?», pregunta Abraham
(Gén. 18: 25). Abraham no solo examinaba el caso de Sodoma, sino también el
carácter de Dios. Del mismo modo, antes de que llegue el fin del mal y de los
malvados, Dios abre los libros del cielo (Apoc. 20: 4, 11-15) y nos permite
acceder a la evidencia antes de hacer descender fuego sobre la Tierra. Es
decir, tendremos mil años para obtener respuesta a muchas preguntas que ahora
tenemos.
Antes de ejecutar su juicio final sobre los perdidos, el Señor nos dará mil años para entender por qué lo hará. ¿Qué nos dice esto acerca de su carácter y de cuán dispuesto está al escrutinio de sus acciones por parte de los seres creados que dependen totalmente de él para existir y que no tienen ningún derecho inherente a conocer estas cosas?
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