Martes 3 de junio | Lección 10
LA HISTORIA DE SODOMA
Y GOMORRA
Hay otra historia clave del Antiguo
Testamento a la que Pedro hace referencia al describir los acontecimientos de
los últimos días: la destrucción de Sodoma y Gomorra. Las ciudades de la
llanura se han hecho legendarias por su maldad y se convirtieron en el primer
ejemplo de poblaciones destruidas por el fuego del Cielo.
Lee 2 Pedro 2: 4 al 11, Judas 5 al 8 y Ezequiel 16:
46 al 50, y pon atención a todos los detalles. ¿Cuáles fueron las condiciones
morales que desembocaron en la destrucción de estas ciudades y qué paralelismos
existen con la condición actual del mundo?
2Pe 2:4 Porque si Dios no perdonó a los ángeles que
pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de
oscuridad, para ser reservados al juicio;
2Pe 2:5 y si no perdonó al mundo antiguo, sino que
guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el
diluvio sobre el mundo de los impíos;
2Pe 2:6 y si condenó por destrucción a las ciudades
de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los
que habían de vivir impíamente,
2Pe 2:7 y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda
conducta de los malvados
2Pe 2:8 (porque este justo, que moraba entre ellos,
afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos),
2Pe 2:9 sabe el Señor librar de tentación a los
piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio;
2Pe 2:10 y mayormente a aquellos que, siguiendo la
carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío.
Atrevidos y contumaces, no temen decir mal de
las potestades superiores,
2Pe 2:11 mientras que los ángeles, que son mayores en
fuerza y en potencia, no pronuncian juicio de maldición contra ellas delante
del Señor.
Jud 1:5 Mas quiero recordaros, ya que una vez lo
habéis sabido, que el Señor, habiendo salvado al pueblo sacándolo de Egipto)
después destruyó a los que no creyeron.
Jud 1:6 Y a los ángeles que no guardaron su dignidad,
sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en
prisiones eternas, para el juicio del gran día;
Jud 1:7 como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas,
las cuales de la misma manera que aquéllos, habiendo fornicado e ido en pos de
vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del
fuego eterno.
Jud 1:8 No obstante, de la misma manera también estos
soñadores mancillan la carne, rechazan la autoridad y blasfeman de las
potestades superiores.
Eze 16:46 Y tu hermana mayor es Samaria, ella y sus
hijas, que habitan al norte de ti; y tu hermana menor es Sodoma con sus hijas,
la cual habita al sur de ti.
Eze 16:47 Ni aun anduviste en sus caminos, ni hiciste
según sus abominaciones; antes, como si esto fuera poco y muy poco, te
corrompiste más que ellas en todos tus caminos.
Eze 16:48 Vivo yo, dice Jehová el Señor, que Sodoma tu
hermana y sus hijas no han hecho como hiciste tú y tus hijas.
Eze 16:49 He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu
hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y
sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso.
Eze 16:50 Y se llenaron de soberbia, e hicieron
abominación delante de mí, y cuando lo vi las quité.
La advertencia dada a través del relato de
Sodoma y Gomorra a quienes viven en la Tierra en estos últimos días es clara:
finalmente, los malvados también serán destruidos por el fuego, como se
describe con tanta claridad en Apocalipsis 20. El pecado es notablemente
engañoso, en el sentido de que nos impide percibir la condición de nuestro
propio corazón y hace que nuestras transgresiones nos parezcan aceptables, a
diferencia de las de los demás. En el mismo capítulo donde Dios habla de cuánto
ha amado a su pueblo, también le advierte que, aunque este no cometió los
mismos pecados que Sodoma, se ha vuelto más perverso que ella (Eze. 16: 47).
Israel había estado «fornicando» (ver Eze.
16: 41); es decir, cometiendo adulterio espiritual. Imagina la sorpresa del
pueblo de Dios cuando sus integrantes escucharon que eran más malvados que
gente famosa por su maldad.
Esto no es una novedad acerca del antiguo
Israel ni de la humanidad. En Romanos 1: 18 al 32, Pablo presenta una larga
lista de faltas humanas que podría haberse escrito sobre la base de las
noticias actuales. La descripción que hace Pablo del pecado de los gentiles, o
paganos, no pretendía que los judíos se sintieran superiores, sino que el
pueblo de Dios comprendiera por fin la gravedad de sus propios pecados. Natán
hizo lo mismo cuando habló con David: le contó la historia de un hombre rico
que robó el único cordero que tenía un hombre pobre. Esta historia «encendió el
furor de David» (2 Sam. 12: 5) pues la injusticia descrita era obvia. Aun así,
fue necesaria la declaración de Natán: «¡Tú eres ese hombre!» (2 Sam. 12: 7)
para que David se viera reflejado en la historia.
Es importante recordar que la Biblia no se dirige principalmente al mundo exterior, sino al propio pueblo de Dios. La descripción de los atroces pecados de otros en Apocalipsis 13 o 17 es una advertencia de que nosotros también podemos caer en la misma trampa.
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