Lección 11: RUT Y ESTER | Alusiones, imágenes y símbolos: Cómo estudiar la profecía bíblica | Libro complementario
A algunos lectores les
puede resultar frustrante descubrir en el primer capítulo de Job que Satanás
pudo entrar en el concilio del cielo. Después de todo lo que hizo, después de
todo el dolor que causó, ¿cómo es posible que consiguiera entrar? Parece fuera
de lugar y, por supuesto, el autor de Job se encarga de dejar claro que es muy
diferente al resto de los asistentes: "Un día fueron los hijos de Dios a
presentarse ante el Señor, y entre ellos se presentó también Satanás. Y el
Señor preguntó a Satanás: ¿De dónde vienes?'" (Job 1:6, 7).
Lo que sugiere, por
supuesto, es que Satanás no es uno de los "hijos de Dios". Adán, en
su estado no caído, sí lo era (ver Lucas 3:38). Si no hubiera pecado, podríamos
esperar que hubiera asistido a tal reunión como representante del planeta tierra.1 Nuestros
primeros padres, sin embargo, le entregaron las llaves de este planeta a
Satanás. Se nos concedió el dominio sobre la tierra y lo entregamos
voluntariamente al archiengañador. En el libro de Job, que es una discusión
sobre el carácter de Dios, un largo discurso sobre el tema de la teodicea que
explora cómo y por qué tiene lugar el sufrimiento, Satanás, el usurpador,
aparece en medio de los no caídos para declarar su propiedad sobre el planeta.
"¿De dónde vienes? —le
pregunta Dios—. De rodear la tierra —responde el diablo—, y andar por
ella" (Job 1:7). No se trata de una afirmación casual. Los pies eran
un símbolo de propiedad en el antiguo mundo bíblico. Si alguien podía caminar
sobre un terreno, probablemente era suyo. En Génesis 13, Dios le pide a Abraham
que camine por fe, reclamando la tierra prometida antes de que le fuera
concedida: "Levántate y recorre la tierra a lo largo y a lo ancho, porque
a ti te la daré" (vers. 17). Cuando Jesús regresa para reunir a su pueblo,
nos encontraremos con él en el aire; sus pies no tocarán el suelo. ¿Por qué?
Porque durante el milenio pasaremos por el proceso de juicio. Cuando hayamos
llegado a la conclusión de que cada decisión que Dios tomó alguna vez fue
correcta y verdadera, y que Jesús ciertamente tiene derecho, como Hijo del
hombre y último Adán, a reclamar el planeta en nuestro nombre, entonces su
pie tocará el Monte de los Olivos y establecerá su reino permanente en esta
tierra (Zac. 14:4).
En las escenas iniciales
de Job, Satanás declara que la tierra es su posesión, y la
historia de la salvación revela que la custodia celosamente. Es tan consciente
de la primera profecía (Gén. 3:15), en la que Dios les dijo a nuestros padres
que la Simiente de la mujer le aplastaría la cabeza, que en su engreimiento rebelde
se aferra a la ilusión de que puede anular la profecía y desafiar al Creador
para siempre. Cuando los seres humanos pasamos voluntariamente del campo del
diablo al de Cristo, él no nos deja ir sin antes luchar.
Podemos ver su determinación
en la interacción que tiene con Cristo en el desierto, donde intenta hacer que
el Hijo del hombre caiga como Adán. "¿Para qué vas a pasar por la agonía
de la cruz? —le dice esencialmente a Jesús—, Yo soy el dueño de este lugar y,
si tan solo te postras delante de mí y me das el reconocimiento que deseo,
simplemente te lo devolveré todo" (ver Mat. 4:8).2 Al
fracasar en su intento de desequilibrar a la Simiente de la mujer, y habiéndolo
derrotado Cristo en la cruz y regresado al cielo, fuera de su alcance, entonces
se lanza contra la iglesia con ánimo de venganza, tratando de asegurarse de que
la obra de Cristo en favor de su esposa sea en vano: "Entonces el dragón
se llenó de ira contra la mujer y se fue a hacer la guerra contra el resto de
la descendencia de ella, contra los que guardan los mandamientos de Dios y
tienen el testimonio de Jesucristo" (Apoc. 12:17).
En las historias de Ester y
Rut podemos ver en toda su magnitud la determinación del diablo de mantener su
reino fraudulento. En el caso de Ester, el diablo intenta un genocidio a manos
de los persas, en una historia que prefigura la crisis final que experimentaremos
en la tierra cuando la pena de muerte de Apocalipsis 13 se promulgue finalmente
contra el pueblo de Dios. Refiriéndose a Ester, Elena de White contempla el
futuro y nos dice cómo se repetirá el intento del diablo:
Los momentos penosos que
vivió el pueblo de Dios en tiempos de Ester no caracterizan solo a esa época.
El revelador, al mirar a través de los siglos hasta el fin del tiempo, declaró:
"Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer y se fue a hacer la
guerra contra el resto de la descendencia de ella, contra los que guardan los
mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo" (Apoc. 12:17).
Algunos de los que viven hoy en la tierra verán cumplirse estas palabras. El
mismo espíritu que en siglos pasados indujo a la gente a perseguir la iglesia
verdadera, la inducirá en el futuro a seguir una conducta similar con aquellos
que se mantienen leales a Dios. Aun ahora se están haciendo preparativos para
ese último gran conflicto.
El decreto que se promulgará
finalmente contra el pueblo remanente de Dios será muy semejante al que
promulgó Asuero contra los judíos. Hoy los enemigos de la verdadera iglesia ven
en el pequeño grupo que observa el mandamiento del sábado, un Mardoqueo a la
puerta. La reverencia que el pueblo de Dios manifiesta hacia su ley, es una
reprensión constante para aquellos que han desechado el temor del Señor y
pisotean su sábado.36
El diablo no nos dejará
salir de su dominio sin dar la batalla porque se ha jugado el todo por
el todo para perpetuar la mentira que ha contado sobre la-naturaleza
de Dios y el universo que creó. Aunque a los predicadores de la prosperidad
actuales les gusta decirles a sus oyentes: "Vengan a Cristo, y todo será
maravilloso; llegarán a ser prósperos", la realidad de venir a Cristo es
muy diferente. Por lo general, lo que ocurre es que el diablo entra en pánico y
pone todos los medios a su alcance para intentar que retrocedamos, asustarnos y
que no aceptemos la promesa de Dios.
Hace años trabajé con una
mujer que había pasado su vida metida en el ocultismo y, después de estudiar el
amor de Dios en la Biblia, decidió que quería entregar su vida a Cristo.
Durante muchos años ella había estado involucrada en la comunicación con el
mundo de los espíritus, y su salida de la vieja vida no fue fácil para ella.
"Estaba en la ciudad —dijo—, visitando lugares en los que había estado en
el pasado, y pasé por un establecimiento que solía frecuentar. ¿Qué hay de malo
en pasar a ver a la gente que conozco? ¡Podría testificarles! Sin embargo,
cuando entré, me invadió la tentación y, justo cuando me disponía a marcearme,
vi a un ángel sentado en la barra, claramente un ángel caído, que
se giró y me miró con desprecio, diciendo: "Sabía que
volverías. ¿Te das cuenta? No hay forma de escapar".
Es importante que tengamos
clara esta realidad cuando demos testimonio y ayudemos a la gente a descubrir a
Cristo; que estemos preparados para ayudar a quienes más lo necesitan.
Cuando los nuevos creyentes
flaquean, no significa que han rechazado a Cristo o que se han arrojado sin
reservas a sus antiguas vidas. Significa simplemente que el diablo se comporta como
de costumbre, aferrándose obstinadamente a lo que le queda de su reino
antes de que venga Cristo.
Lo vemos también en la
historia de Rut. Ella abandonó su vida pasada para formar parte del pueblo de
Dios y casarse con un pariente redentor. La Biblia nos enseña que hace falta un
pariente para salvarnos, y ese pariente es Cristo: Dios en carne humana. Jesús
nos salva y reivindica al mundo como Hijo del hombre. Somos
adoptados de nuevo en la familia de Dios (Efe. 1:3-6). Se nos considera
hermanos de Cristo (Prov. 18:24; Heb. 2:11).
Sin embargo, en la historia
de Rut se presenta un problema. Ella es la novia que desea volver, pero hay un
pariente más cercano (Rut 3:12). Debemos ser cuidadosos de no hacer una
lectura errónea del texto, porque al final Booz llama
"amigo" a este pariente más cercano, y Jesús no es amigo del diablo.
Sin embargo, refleja nuestra realidad: nuestra naturaleza, en
nuestro estado caído, se parece más a la del diablo que a la de Cristo. Somos
pecadores rebeldes contra el gobierno de Dios, con inclinaciones radicalmente
deformada por el pecado. Booz se gana el derecho a la novia en la puerta de la
ciudad, entre los ancianos, donde tradicionalmente se celebraba el juicio, y
Jesús reivindica su derecho a este mundo también en el juicio
(Dan. 7:13,14).
EL
DIABLO ES UN LEÓN SIN DIENTES
¿Y qué de Satanás
presentándose en los atrios del cielo? Esa capacidad parece haber terminado en
la cruz. Fue expulsado del cielo por su rebelión, pero al parecer siguió
teniendo acceso a los concilios celestiales porque nosotros le cedimos
voluntariamente el planeta. Después de la cruz, sin embargo, parece que la
situación cambió radicalmente:
Entonces oí una gran voz en
el cielo que decía: "¡Ahora ha llegado la salvación, el poder y el reinado
de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo! Porque ha sido arrojado el
acusador de nuestros hermanos, quien los acusaba día y noche ante nuestro Dios.
Ellos lo han vencido por la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio
de ellos, y no amaron su propia vida ni aun ante la muerte. Por eso,
¡alégrense, cielos, y ustedes, los que habitan en ellos! ¡Ay de la tierra y el
mar! Porque el diablo ha descendido a ustedes con gran furor al saber que le
queda poco tiempo" (Apoc. r2:ro-i2).
Tras presenciar cómo el
diablo nos convencía de asesinar al Hijo de Dios, los ángeles han visto
suficiente: el diablo es un mentiroso y un asesino. No hay
ninguna necesidad de permitir que el diablo hable; sus acciones han hablado más
fuerte que sus palabras. La raza humana, sin embargo, sigue dándole vueltas a
este asunto, y la inmensa mayoría de la población mundial sigue preguntándose a
qué reino pertenece realmente. Esta es la razón por la que, mientras el diablo
arremete con furia, se nos ha encomendado la importantísima tarea de llevar al
mundo el mensaje de los tres últimos ángeles de Dios antes de que termine el
juicio.
Gracias a la obra del Hijo
del hombre y a su obra a través de nosotros, los que estamos con él en Sion,
todo el mundo puede volver a formar parte de la familia inmediata de Dios.
Miles de millones de personas todavía necesitan descubrir de dónde vienen y a
dónde pertenecen realmente. ¿Cuál es nuestro trabajo? Expedir partidas de
nacimiento a la humanidad. "Mas a todos los que lo recibieron —escribe
Juan—, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de
Dios. Estos no nacieron de sangre, ni por voluntad de carne, ni por voluntad de
varón, sino de Dios" (Juan r:i2,13). Dejemos que el diablo se enfurezca.
Podrá ser un león (1 Ped. 5:8), pero la cruz lo dejó sin dientes. ¿Y el león de
la tribu de Judá? Reivindica todo el planeta y establece un hogar entre
nosotros para la eternidad (Apoc. 21:1-5).
1 Job
1 sugiere que hay otros mundos en el universo de Dios, donde sus criaturas no
han pecado. La Biblia nunca afirma explícitamente que existan esos otros
mundos, pero ciertamente lo sugiere. Hoy hemos detectado cientos de miles de
millones de mundos, muchos de los cuales parecen capaces de albergar vida, y
sabemos que Dios no crea mundos en vano. La Tierra fue hecha para ser habitada,
y en Hebreos 1 se insinúa que Cristo creó "los cielos" (Isa. 45:18;
ver Heb. 1:2). Sin embargo, no debemos ser dogmáticos en cuanto a esta
afirmación, ya que en Hebreos i aparece la palabra griega eón, que
también puede traducirse como "edades".
2 Este
discurso exacto, por supuesto, no está en la Biblia, pero el pasaje ciertamente
lo sugiere.
Elena de White, Profetas
y reyes, pp. 443, 444-
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